viernes, 23 de diciembre de 2022

Novena de Navidad (o de Aguinaldos) (o Posadas) - Día Octavo


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La novena de aguinaldos es una costumbre católica, arraigada en Colombia, Venezuela y Ecuador, relacionada con la festividad de Navidad. Es análoga a las Posadas que se celebran en México y América Central. Se trata de una oración rezada durante nueve días (novena) en la época previa a la Navidad (época de aguinaldos o regalos). Se acompaña la Novena con el canto de villancicos.

El rezo de la novena

Se reza durante 9 días desde el 16 hasta el 24 de diciembre, rememorando los meses previos al nacimiento de Jesús y terminando con su llegada en el pesebre de Belén. A continuación, se indica el esquema de oraciones usando la versión tradicional de la madre María Ignacia.

Cada día se reza un conjunto de oraciones que son:


Oración para todos los días

Consideraciones del día

Oración a la Santísima Virgen

Oración a San José

Gozos o Aspiraciones para la venida del Niño Jesús

Oración al Niño Jesús

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Oración para todos los días

Este texto es original de Fray Fernando de Jesús Larrea.


Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo, en nombre de todos los mortales os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio; y en retorno de Él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y more eternamente. Amén.

(Se reza tres veces el Gloria al Padre)


Consideraciones para el Día Octavo, el 23 de Diciembre

Llegan a Belén José y María buscando hospedaje en los mesones, pero no encuentran, ya por hallarse todos ocupados, ya porque se les deshace a causa de su pobreza. Empero, nada puede turbar la paz interior de los que están fijos en Dios.

Si José experimentaba tristeza cuando era rechazado de casa en casa, porque pensaba en María y en el Niño, sonreíase también con santa tranquilidad cuando fijaba la mirada en su casta esposa. El ruido de cada puerta que se cerraba ante ellos era una dulce melodía para sus oídos.

Eso era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido a hacerle tomar la forma humana. ¡Oh! ¡Divino Niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en fiestas y diversiones o descansando muellemente en cómodas y ricas mansiones, ha sido para vuestros padres un día de fatiga y vejaciones de toda clase. ¡Ay! el espíritu de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios.

¡Cuántas veces no ha sido también el nuestro! Pónese el sol el 24 de diciembre detrás de los tejados de Belén y sus últimos rayos doran la cima de las rocas escarpadas que lo rodean. Hombres groseros, codean rudamente al Señor en las calles de aquella aldea oriental y cierran sus puertas al ver a su Madre.

La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas van apareciendo unas tras otras. Algunas horas más y aparecerá el Verbo Eterno.


Oración a la Santísima Virgen

Este texto es original de Fray Fernando de Jesús y adaptado por la Madre María Ignacia. 

Se reza todos los días.


Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por Madre suya. Os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma, y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo.

¡Oh dulcísima Madre! Comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.

Amén.

(Se reza nueve veces el Ave María).


Oración a San José

Este texto es original de Fray Fernando de Jesús Larrea. Se reza todos los días.


¡Oh, Santísimo José! Esposo de María y padre putativo de Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan altos ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.

(Se reza Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre)


Gozos

Se rezan todos los días. La respuesta es, en muchas ocasiones, cantada.


Coro


Dulce Jesús Mío,

mi niño adorado:

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


1

¡Oh Sapiencia suma

del Dios soberano,

que a infantil alcance

te rebajas sacro!

¡Oh Divino Niño

ven para enseñarnos

la prudencia que hace

verdaderos sabios!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


2

¡Oh, Adonaí potente

que a Moisés hablando,

de Israel al pueblo

disteis los mandatos!

¡Ah, ven prontamente

para rescatarnos,

y que un niño débil

muestre fuerte brazo!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


3

¡Oh raíz sagrada

de Jesé que en lo alto

presentas al orbe

tu fragante nardo!

¡Dulcísimo Niño

que has sido llamado

“Lirio de los Valles,

Bella flor del campo”!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


4

¡Llave de David

que abre al desterrado

las cerradas puertas

de regio palacio!

¡Sácanos, oh Niño,

con tu blanca mano

de la cárcel triste

que labró el pecado!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


5

¡Oh lumbre de Oriente,

sol de eternos rayos,

que entre las tinieblas

tu esplendor veamos!

¡Niño tan precioso,

dicha del cristiano,

luzca la sonrisa

de tus dulces labios!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


6

¡Espejo sin mancha

santo de los santos,

sin igual imagen del

Dios soberano!

¡Borra nuestras culpas,

salva al desterrado

y en forma de niño,

da al mísero amparo!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


7

¡Rey de las naciones,

Emmanuel preclaro.

de Israel anhelo,

pastor de rebaño!

¡Niño que apacientas

con suave cayado

ya la oveja arisca

ya el cordero manso!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


8

¡Ábranse los cielos

y llueva de lo alto

bienhechor rocío

como riego santo!

¡Ven hermoso Niño!

¡Ven Dios humanado!

¡Luce, hermosa estrella,

brota, flor del campo!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


9

Ven que ya María

previene sus brazos

do su Niño vean

en tiempo cercano!

¡Ven que ya José

con anhelo sacro

se dispone a hacerse

de tu amor sagrario!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


10

¡Del débil auxilio,

del doliente amparo,

consuelo del triste,

luz del desterrado!

¡Vida de mi vida,

mi dueño adorado,

mi constante amigo,

mi divino hermano!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


11

¡Véante mis ojos

de ti enamorados!

¡Bese ya tus plantas!

¡Bese ya tus manos!

¡Prosternado en tierra

te tiendo los brazos,

y aún más que mis frases

te dice mi llanto!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


12

¡Ven Salvador Nuestro

por quien suspiramos!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


Oración al Niño Jesús

Este texto es originalmente traducido por la madre María Ignacia:


Acordaos, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad tan agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.

Llenos de confianza en Vos, ¡Oh, Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. 

Concedednos por los méritos infinitos de vuestra encarnación y de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Vos, ¡oh, Niño omnipotente! Seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que, en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. 

Amén.