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La Fiesta de todos los Santos es la Fiesta de toda la Iglesia. A través de la Comunión que recibiremos en la Santa Misa nos asociamos a todos los Santos para festejar el triunfo glorioso obtenido por ellos.
La Iglesia es Una: la Triunfante, que ya está en el cielo; la Purgante, que está en el Purgatorio, esperando entrar en el cielo; y la Militante, los que aún estamos en la tierra. Estas tres partes de la Iglesia quedarán completamente unificadas en algún momento de la historia de la humanidad.
El triunfo de los Santos nos ayuda a perseverar en la fe para poder también nosotros alcanzar la dichosa, bienaventurada, y eterna gloria que ellos ya gozan.
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Si bien, por el momento, son almas separadas de sus cuerpos (con excepción de la Santísima Virgen María), es posible para ellos conocer, ver y amar a Dios. Esta verdad, que parecería innecesario recordarla, da lugar a un estudio más comprehensivo del concepto de persona.
Tanto la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María, y los Santos en el cielo, son personas. Es fundamental recalcar esta verdad, pues gracias a que son personas, podemos nosotros rendirles culto.
Una persona humana es el sujeto de todas las operaciones intelectuales y volitivas del ser humano. En el cielo los Santos gozan de Dios, y por lo tanto, realizan operaciones intelectuales y volitivas del ser humano tales como ver, conocer y amar a Dios. Es por esto por lo que podemos concluir que, en el cielo, los Santos son personas, aún cuando son almas separadas de sus cuerpos.
Si negáramos esta verdad, entonces, tendríamos que negar también que las almas separadas de sus cuerpos puedan conocer, ver y amar a Dios, porque quien conoce, ve y ama, es “la persona”. En consecuencia, habría que negar también que gozan de Dios a través de la Visión Beatífica. Más aún, habría que negar que son Santos. Luego, la Fiesta de hoy no tendría sentido.
Finalmente, habría que decir que la Iglesia se equivocó al canonizarlos, y toda esta connotación teológica llevaría a postular una herejía. Los Santos en el cielo es un Dogma de Fe. Y si hay Santos en el cielo, hay Visión Beatífica. Luego tienen que ser forzosamente personas.
Lo mismo vale para las almas separadas que están en el purgatorio. Si no fueran personas, no serían susceptibles ni pasibles de purgar pecados y deudas. Habría que esperar a que el alma se vuelva a unir al cuerpo en la resurrección para poder purificarse. Decir, entonces, que las almas separadas en el purgatorio no son personas es gravísimo.
Lo mismo vale para los condenados. No podrían ir al infierno inmediatamente, sino recién después de la resurrección. De lo contrario, algo que no es persona estaría sufriendo por algo que cometió como persona aquí en la tierra. Y esto es un absurdo.
Por lo tanto, contrario a lo que algunos sostienen, las almas separadas, tanto las que están en el cielo, como las que están en el purgatorio, y las que están en el infierno, son personas.
Cuando rendimos culto a un Santo, por ejemplo, a San José, rendimos culto a la persona de San José, y no a un fantasma.
Entonces, el alma separada es persona, aunque es necesario aclarar que no es persona completa porque le falta su naturaleza humana completa: le falta el cuerpo. Sin embargo, esto no impide que el alma separada subsistente sea persona.
Esta verdad se debe a que la razón última que constituye en persona es la subsistencia. El alma es subsistente, y, por ende, tiene en sí misma la razón, a saber, el subsistir propio, que le permite ser persona. Su subsistencia propia le permite ser capaz de gloria en el cielo, ser sujeto de purificación en el purgatorio, y de sufrimiento eterno en el infierno.
Si bien la persona que tiene su cuerpo separado de su alma tiene su esencia humana incompleta, esto no significa que no sea persona. Es persona porque aún tiene lo formal de la esencia humana, que es el subsistir del alma, espiritual e inmortal.
El Dogma de la Iglesia habla de “Resurrección de la Carne”, y no de “Resurrección de la Persona”, justamente porque lo que resucita es la carne; no el alma, ni la persona.
Dios es el Sumo Ser Subsistente, y como tal, es Tres Personas en la Santísima Trinidad, y esto es un misterio.
No es la Naturaleza Divina lo que constituye a las Tres Personas de la Santísima Trinidad. Si fuera así, entonces habría cuatro personas: las Tres Personas Divinas que ya conocemos, más la persona que resultaría de la Naturaleza Divina. Pero esto no es así.
Tampoco el Subsistir Absoluto de Dios constituye persona, sino el Propio Subsistir de cada Persona. El Subsistir Propio, o Relativo, de cada Persona Divina es lo que la constituye en Persona Divina. Así, el Padre, fuente Paterna, que engendró al Hijo eternamente, y que juntamente con el Hijo, espiró el amor, el Espíritu Santo.
Entonces, cada Persona Divina posee Naturaleza Divina, y Subsistencia Divina Propia, de forma Relativa: como Padre, o como Hijo, o como Espíritu Santo.
Nuestro Señor Jesucristo, como Hombre verdadero, tiene naturaleza humana completa; sin embargo, no es persona humana, porque su subsistir le viene del Verbo Eterno, el Subsistir Propio de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, y no del subsistir proveniente de su alma humana subsistente.
Los ángeles son personas, porque su subsistir es el de los espíritus puros, es decir, espíritus que tienen el subsistir intelectual angélico, por siempre, así como el alma humana también tiene por siempre su subsistir intelectual.
El alma humana, sin embargo, a diferencia de los espíritus angelicales, necesita del cuerpo que le provee de los sentidos para poder conocer. Por esto, podemos decir que la persona humana completa es cuando la parte espiritual, el alma, está unida a la parte material, el cuerpo.
Si bien el conocimiento intelectual del hombre humano comienza siendo material, debido a que tiene su origen en los sentidos corporales, luego de pasar por un proceso de purificación de lo material, llamado abstracción de la materia, el conocimiento se transforma en inmaterial, de orden intelectual, el cual es una conceptualización de la universalidad de las cosas y de las esencias que el alma ha conocido a través de los sentidos corporales.
Por eso, la unión entre el alma y el cuerpo humanos es una unión substancial, la sustancia completa del hombre. Cuando esa unión se disuelve en la muerte, el alma separada retiene la parte formal de la persona humana (no así el cuerpo), a saber, el alma humana intelectual y personal que subsiste con su propio ser que le viene de Dios por participación.
El cuerpo se destruye, pues se separa de la fuente de su ser, el alma. Deja de tener el ser que le viene del alma. Ese cuerpo destruido es la parte del ser humano que llegado el momento va a resucitar.
Santo Tomás de Aquino no ha escrito un tratado sobre la persona. Pero ha logrado una síntesis adecuada de textos bíblicos para explicar la fe y ha desarrollado una filosofía a partir de la filosofía griega, la cual ha purificado, de manera tal de poder llegar a entender el orden natural y las cosas de manera magistral.
En algunos de sus escritos Santo Tomás dice como por descuido que el alma humana separada del cuerpo “no es persona”, y la razón que da es porque el ser humano no está completo en su naturaleza humana completa.
Es verdad que el ser humano no está completo porque su naturaleza humana no está completa, pero esta limitación no afecta al concepto de persona, el cual implica perfección de la esencia en cuanto a su perfección entitativa (es decir, en cuanto a la perfección del ser), y no en cuanto a la perfección material (el cuerpo). Que falte el cuerpo en absoluto implica un deterioro de la perfección entitativa de la persona, puesto que el alma humana separada sigue subsistiendo, y como tal, proporcionando el ser.
En conclusión, es necesario decir que las almas separadas son personas, aunque por el momento no son personas perfectas, por el defecto material de la esencia humana. En cuanto a lo formal de la esencia humana, la subsistencia del alma, el alma sigue siendo persona, porque tiene el ser, la perfección de la esencia humana desde el punto de vista entitativo.
Como dijimos, Santo Tomás de Aquino no llegó a decir esto. Pero sí lo dijo un discípulo suyo, Louis de Raeymaeker, que es a su vez discípulo del Padre Cornelio Fabro. Raeymaeker fue quien escribió el Prólogo al libro “Participación y Causalidad”, del acreditado Padre Fabro, y por eso, nos animamos a decirlo. Podemos fundamentarnos en la filosofía de Santo Tomás de Aquino, según cómo la entendieron sus más fieles discípulos.
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Una vez más, en conclusión, el alma separada es persona, aunque incompleta.
Si bien el alma separada en el cielo ya no conoce más a través de los sentidos (porque carece del cuerpo), sí conoce a través de la Luz Divina de Dios.
Esta luz le permite, incluso, conocer más cosas de las que conocería aquí en la tierra a través de los sentidos corporales, a saber, los ángeles, que son formas espirituales puras. Los conoce a través del conocimiento intuitivo de las realidades sobrenaturales que le brinda Dios.
No obstante, el alma separada en el cielo no podrá jamás conocer todo. Nunca podría abarcar todo, pues solo Dios puede.
Por eso, para los Santos, el cielo será un perenne y eterno descubrir y conocer y aprender y disfrutar y saborear y ahondar en la Divinidad por toda la eternidad. El cielo es el embriagarse de Dios. No será suficiente la eternidad para conocer a Dios en su plenitud.
Dios no destruye nada. Lo efímero en el hombre es el cuerpo que en algún momento resucitará para dejar de ser efímero, o, en algunos casos, será transformado vivo (tema para otro sermón).
La composición de alma y cuerpo volverá a tener lugar, en la misma persona, después de la resurrección. A diferencia del cuerpo, el alma es ontológicamente eterna por ser espiritual, y por eso, es inmortal.
Si el alma no fuera inmortal, no tendría sentido Dios, ni la religión, ni los sacramentos, ni el bien y el mal, ni el premio y el castigo, porque todo se acabaría, así como la efímera vida de los animales y vegetales que se mueren y desaparecen del cosmos.
De ahí la importancia de la inmortalidad del alma; y, por ende, de la inmortalidad de la persona.
Nos encomendamos a la Santísima Virgen y a todas las personas de los Santos de la Iglesia Triunfante.
A Ellos acudimos, y, en especial, a Ella, la Santísima Virgen María, que es la Reina de los cielos, y de la tierra, y de Todos los Santos. ¡Que nos cubra con su Santo Manto! Amén.
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Mañana 2 de Noviembre es la Fiesta de la Iglesia Purgante, de las almas de todos los Difuntos en el Purgatorio.
Debemos orar y tratar de ganar las indulgencias que la Santa Madre Iglesia otorga para que esas almas que purgan se beneficien para poder entrar en la gloria divina de Dios. No olvidemos la posibilidad de ganar indulgencias por ellas.
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Indulgencias:
Indulgencias-del-primero-de-noviembre.html
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Profundo agradecimiento al padre Basilio Méramo.