domingo, 2 de marzo de 2025

Porque amamos la verdad... p. Edgar Iván Díaz

El Expolio - El Greco

La doctrina de Nuestro Señor Jesucristo es la doctrina más tierna que haya sido revelada a los hombres.

Sin embargo, “Después de haberlo oído, muchos de sus discípulos dijeron: ‘Dura es esta doctrina: ¿Quién puede escucharla?’” (San Juan VI, 60).

Estos discípulos de Jesús incurrieron en el sarcasmo de llamar “dura” su doctrina, por no haber abierto sus almas a la inteligencia espiritual del misterio, por no amar la verdad.

Él había dicho que Él es “el pan que bajó del cielo” (San Juan VI, 41); y que debían comerlo para tener vida eterna: “He aquí el pan, el bajado del cielo, para que uno coma de él y no muera” (San Juan VI, 50). 

El Pan es su Carne: “El Pan que Yo daré es la carne mía…” (San Juan VI, 51). ¡Comer carne humana!

Todo esto les pareció “duro” a muchos de sus discípulos. “Dura” es esta doctrina de tener que comer carne humana.

“Jesús, conociendo interiormente que sus discípulos murmuraban sobre esto, les dijo: ‘¿Esto os escandaliza?’” (San Juan VI, 61).

Había dicho muchas veces que los hombres se escandalizarían de Él y de su doctrina. Y lo había atribuido a la falta de fe: 

“Os lo he dicho: a pesar de que me habéis visto, no creéis” (San Juan VI, 36); “Pero hay entre vosotros quienes no creen” (San Juan VI, 64).

Se escandalizaban de que dijera que Él había bajado del cielo. Y Jesús los desafió: “¿Y si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes?” (San Juan VI, 62). Entonces creerían que había bajado del cielo.

El Hijo del Hombre subió al cielo desde donde había bajado en el día del misterio de la Ascensión. Ya no se escandalizaron más, pues lo vieron volver al cielo. 

Y cesó su repugnancia a tener que comer carne como antropófagos: “¿Cómo puede éste darnos de comer su carne?” (San Juan VI, 52), se habían quejado.

Pues su carne había ahora ascendido al cielo… Entendieron, luego, que había algo más en la doctrina que les había enseñado. Otro modo de comer su carne: la Eucaristía.

La doctrina de Jesús se presenta amabilísima y dura a la vez. Amabilísima para el que cree; dura para quien no.

Y a quien le parece dura trata de suavizarla con elementos extraños a la fe: crea así otro Evangelio. Lo explica San Pablo.

“Me maravillo de que tan pronto os apartéis … de Cristo, y os paséis a otro Evangelio” (Gálatas I, 6). La herejía de la Tesis es otro Evangelio; jamás la Iglesia sostuvo semejante aberración y disparate.

“Y no es que haya otro Evangelio, sino que hay quienes os perturban y pretenden pervertir el Evangelio de Cristo” (Gálatas I, 7). Es decir, quienes adhieren a la herejía de la Tesis; quienes la apañan con su silencio.

“Pero, aun cuando nosotros mismos (es decir San Pablo), o un ángel del cielo os predicase un Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas I, 8). Luego, por seguir la Tesis se condenan.

Hay entonces quienes no creen y traicionan la doctrina de Cristo. ¡Son traidores! Lo dice el Evangelio de San Juan, capítulo VI:

“‘Pero hay entre vosotros quienes no creen’. Jesús, en efecto, sabía desde el principio, quiénes eran los que creían, y quién lo había de entregar (San Juan VI, 64).

“Y desde aquel momento muchos de sus discípulos se volvieron atrás y dejaron de andar con Él” (San Juan VI, 66).

Jesús es traicionado cuando se inventan cosas nuevas en su doctrina, como la Tesis, y cuando no se las denuncian.

“Entonces Jesús les dijo a los Doce: ‘¿También vosotros queréis iros?’ Simón Pedro le respondió: ‘Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabra de vida eterna’” (San Juan VI, 67-68). 

Los Apóstoles, con excepción de Judas Iscariote, que más tarde fue el traidor, sostuvieron esta vez gloriosamente la prueba de su fe. 

“‘Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios’. Y Jesús les dijo: ‘¿No fui Yo acaso quien os elegí a vosotros los doce? ¡Y uno de vosotros es diablo!’” (San Juan VI, 69-70).

Sorprendente y terrible verdad: el hecho ser auténticamente elegido por Dios, como un sacerdote, o un obispo, y puesto por Él en un cargo, como el de Judas el traidor en el Colegio Apostólico, no impide ser manejado por Satanás.

“‘¡Y uno de vosotros es diablo!’ Lo decía por Judas Iscariote, el que lo traiciona, hijo de Simón, pues él había de entregarlo: él, uno de los Doce” (San Juan VI, 70-71).

No nos escandalicemos que haya entre nosotros quienes lo traicionan. ¡Son diablos! ¡Son asesinos de almas! Si uno de los Doce lo traicionó, porque no otros...

Mas las almas que mueren santamente en la verdadera doctrina, especialmente aquellos que esperan y aman su venida, mueren con la esperanza de la Gran Bienaventuranza, que es la venida de la Iglesia Triunfante en la Parusía.

Los siguientes textos son la Lección y el Evangelio de la Misa de Difuntos.

“No queremos, hermanos, que estéis en ignorancia acerca de los que duermen, para que no os contristéis como los demás, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también (creemos que) Dios llevará con Jesús a los que durmieron en Él

Mas nosotros, los vivientes que quedemos hasta la Parusía del Señor, no nos adelantaremos a los que durmieron.

[Primera Resurrección] Porque el mismo Señor, dada la señal, descenderá del cielo, a la voz del arcángel y al son de la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero.

[Arrebato de los Vivos] Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos (con los resucitados) en nubes hacia el aire al encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor.

Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras” (1 Tesalonicenses IV, 13-18).

¡Ningún obispo hoy nos consuela con estas verdades!

La Gran Bienaventuranza para los que queden vivos al llegar la Parusía es el arrebato.

“Jesús le dijo a Marta: ‘Tu hermano resucitará’… ‘Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en Mí, aunque muera, revivirá... ¿Lo crees tú?’ ‘Sí, Señor. Yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que viene a este mundo’” (San Juan XI, 21-27).

Aunque Jesús ya vino, sigue siendo el que viene, su segunda venida, pues en su primera los judíos no lo recibieron.

Entonces, dura es esta doctrina para los judíos traidores promotores y apañadores de la Tesis.

Se habían desasido de Él, mas Él anunció que vendría de nuevo, a juzgar al mundo, la división definitiva entre traidores y creyentes.

Como en antaño con los Apóstoles nuevamente Jesús tomará aparte a los suyos e igualmente les dirá: “Mirad que vamos a Jerusalén” (San Lucas XVIII, 31).

Jesús no va a Roma. Va a Jerusalén, a ser crucificado de nuevo. No a Roma, la Babilonia, la Sede del Anticristo. “Y se cumplirá todo cuanto se dijo del Hijo del Hombre” (San Lucas XVIII, 31).

La Israel de Dios, la Santa Iglesia Católica, caerá en manos de traidores. Será entregada. Tendrá que pasar todo lo que pasó el Esposo.

Los que se dicen autoridad y tradición nada de esto entendieron, ni entienden, porque este lenguaje les es desconocido. 

Solo quienes ellos tildaron de ciegos entendieron que Jesús viene en su Parusía. Porque cuando oyeron todo lo que anunciaban las profecías que se están cumpliendo, sabían que Jesús el Nazareno venía.

Por eso gritaron en sus corazones: “¡Jesús, Hijo de David, compadécete de nosotros!” (San Lucas XVIII, 38).

Y los otros, los que dicen ser autoridad y tradición, les reñían para callarlos. Pero más los callaban, más la Iglesia, la Israel de Dios, gritaba y gritará con más fuerza.

Y Jesucristo Dios Nuestro Señor escuchará y les dirá a sus fieles y a quienes amaron su venida más que los placeres de este mundo: “¿Qué deseas?” (San Lucas XVIII, 41).

“¡Señor, que vea tu justicia!” (San Lucas XVIII, 41).

Y les dirá: “Tu fe, la de la Iglesia combatiente, la verá” (San Lucas XVIII, 42).

¡Y la veremos! Si es que no moriremos antes, con la más grande esperanza de la primera resurrección.

Y al ver todo esto se arrepentirán, como las vírgenes que no fueron prudentes y no se prepararon para la venida del Esposo.

A estos les dirá: ¡No os conozco! El castigo y el sufrimiento del Anticristo a los que se apartaron de la verdad.

Mas a los fieles el Señor les concederá lo que habían deseado, el arrebato, para los de buena doctrina, los que fueron fieles.

Si nos equivocamos, si nos desviamos de la verdad, huyan de nosotros. Solo a Dios, y a la Verdad, hay que seguir. ¡Jamás a los hombres!

¡Ven pronto Señor Jesús! Porque si tardas ni siquiera los elegidos se salvarían…

Amén