martes, 20 de diciembre de 2022

Novena de Navidad (o de Aguinaldos) (o Posadas) - Día Quinto


*

La novena de aguinaldos es una costumbre católica, arraigada en Colombia, Venezuela y Ecuador, relacionada con la festividad de Navidad. Es análoga a las Posadas que se celebran en México y América Central. Se trata de una oración rezada durante nueve días (novena) en la época previa a la Navidad (época de aguinaldos o regalos). Se acompaña la Novena con el canto de villancicos.

El rezo de la novena

Se reza durante 9 días desde el 16 hasta el 24 de diciembre, rememorando los meses previos al nacimiento de Jesús y terminando con su llegada en el pesebre de Belén. A continuación, se indica el esquema de oraciones usando la versión tradicional de la madre María Ignacia.

Cada día se reza un conjunto de oraciones que son:


Oración para todos los días

Consideraciones del día

Oración a la Santísima Virgen

Oración a San José

Gozos o Aspiraciones para la venida del Niño Jesús

Oración al Niño Jesús

*

Oración para todos los días

Este texto es original de Fray Fernando de Jesús Larrea.


Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo, en nombre de todos los mortales os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio; y en retorno de Él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y more eternamente. Amén.

(Se reza tres veces el Gloria al Padre)


Consideraciones para el Día Quinto, el 20 de Diciembre.

Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre; veamos hoy la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hoy de que nos detengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la encarnación y el modo cómo hemos de corresponder a ellos.

María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión beatífica terrestre: la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad. Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud, y en la serenidad reflexiva de la edad madura... Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierto, hasta que la hubiese aprendido de memoria... ¿Cuán ardientemente deseaba ese día!

Tal era la vida de expectativa de María... era inaudita en sí misma, más no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda vida cristiana, no nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino pensemos que en nosotros también reside por esencia, potencia y presencia.

Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir, y por nuestra cooperación a la gracia; por la manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo Niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya?


Oración a la Santísima Virgen

Este texto es original de Fray Fernando de Jesús y adaptado por la Madre María Ignacia. 

Se reza todos los días.


Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por Madre suya. Os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma, y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo.

¡Oh dulcísima Madre! Comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.

Amén.

(Se reza nueve veces el Ave María).


Oración a San José

Este texto es original de Fray Fernando de Jesús Larrea. Se reza todos los días.


¡Oh, Santísimo José! Esposo de María y padre putativo de Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan altos ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.

(Se reza Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre)


Gozos

Se rezan todos los días. La respuesta es, en muchas ocasiones, cantada.


Coro


Dulce Jesús Mío,

mi niño adorado:

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


1

¡Oh Sapiencia suma

del Dios soberano,

que a infantil alcance

te rebajas sacro!

¡Oh Divino Niño

ven para enseñarnos

la prudencia que hace

verdaderos sabios!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


2

¡Oh, Adonaí potente

que a Moisés hablando,

de Israel al pueblo

disteis los mandatos!

¡Ah, ven prontamente

para rescatarnos,

y que un niño débil

muestre fuerte brazo!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


3

¡Oh raíz sagrada

de Jesé que en lo alto

presentas al orbe

tu fragante nardo!

¡Dulcísimo Niño

que has sido llamado

“Lirio de los Valles,

Bella flor del campo”!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


4

¡Llave de David

que abre al desterrado

las cerradas puertas

de regio palacio!

¡Sácanos, oh Niño,

con tu blanca mano

de la cárcel triste

que labró el pecado!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


5

¡Oh lumbre de Oriente,

sol de eternos rayos,

que entre las tinieblas

tu esplendor veamos!

¡Niño tan precioso,

dicha del cristiano,

luzca la sonrisa

de tus dulces labios!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


6

¡Espejo sin mancha

santo de los santos,

sin igual imagen del

Dios soberano!

¡Borra nuestras culpas,

salva al desterrado

y en forma de niño,

da al mísero amparo!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


7

¡Rey de las naciones,

Emmanuel preclaro.

de Israel anhelo,

pastor de rebaño!

¡Niño que apacientas

con suave cayado

ya la oveja arisca

ya el cordero manso!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


8

¡Ábranse los cielos

y llueva de lo alto

bienhechor rocío

como riego santo!

¡Ven hermoso Niño!

¡Ven Dios humanado!

¡Luce, hermosa estrella,

brota, flor del campo!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


9

Ven que ya María

previene sus brazos

do su Niño vean

en tiempo cercano!

¡Ven que ya José

con anhelo sacro

se dispone a hacerse

de tu amor sagrario!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


10

¡Del débil auxilio,

del doliente amparo,

consuelo del triste,

luz del desterrado!

¡Vida de mi vida,

mi dueño adorado,

mi constante amigo,

mi divino hermano!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


11

¡Véante mis ojos

de ti enamorados!

¡Bese ya tus plantas!

¡Bese ya tus manos!

¡Prosternado en tierra

te tiendo los brazos,

y aún más que mis frases

te dice mi llanto!


respuesta

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!


12

¡Ven Salvador Nuestro

por quien suspiramos!

¡Ven a nuestras almas!

¡Ven no tardes tanto!



Oración al Niño Jesús

Este texto es originalmente traducido por la madre María Ignacia:

Acordaos, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad tan agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.

Llenos de confianza en Vos, ¡Oh, Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. 

Concedednos por los méritos infinitos de vuestra encarnación y de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Vos, ¡oh, Niño omnipotente! Seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que, en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. 

Amén.