Col. 1, 9-14
Matth. 24, 15-35
Misteriosa y proféticamente la Iglesia concluye el año litúrgico con el
pasaje del Evangelio de San Mateo donde se narra la Parusía o Segunda Venida de
Nuestro Señor Jesucristo. No es de sorprender que la Iglesia nos presente como
conclusión no un gran triunfo material sino una gran hecatombe cosmológica y
religiosa. Eso es lo que significa la gran tribulación, según Santo Tomás.
Que la conclusión sea una gran hecatombe es sorprendente porque, aunque
parezca mentira, ahí radica la bienaventuranza. No radica en las falsas
esperanzas de triunfos gloriosos de este mundo. El gran triunfo de la Iglesia
es el día de la Parusía, o Segunda Venida de N.S., ni un segundo antes, ni un
segundo después. Esto debe quedar clarísimo en el corazón de cada cristiano, por
peligro de sucumbir ante las seducciones del maligno. De la verdad sobre la
Parusía se prodiga el milenarismo.
La gran tribulación es un signo apocalíptico. Según Santo Tomás, consiste
en la defección doctrinal. Éste es el gran peligro, caer en la falsa doctrina.
Es gran peligro también porque incluso los elegidos, aquellos que han sabido
corresponder fielmente a la gracia divina, podrían caer, si los tiempos no
fueran abreviados.
¿Quién se podrá salvar si los tiempos no fueran abreviados? Hay caos por
doquier. Tanto en el modernismo como en el tradicionalismo. En el modernismo
solo quedan las piedras que albergan al anticristo y al pseudo-profeta y a una
serie de antipapas desde el Vaticano II. Ya no representa a la Iglesia. No es
la Iglesia.
Por otro lado, la Iglesia ha sido reducida a su más mínima expresión. Y
prácticamente sin pastores que enseñen la verdad. Por eso, va de nuevo la
pregunta: ¿Quién se podrá salvar si los tiempos no fueran abreviados? Gran
hecatombe de índole cósmica y también y más importante aun de índole espiritual-religiosa,
como nos lo recuerda el profeta Daniel: la abominación de la desolación en el
lugar santo.
En efecto, Daniel profetizó la abominación de la desolación en el lugar
santo, la profanación de la fe, la profanación del templo, la profanación
cultural, la cesación del sacrificio perpetuo, la profanación cultual. Nuestro
Señor valiéndose de la generación presente y de la ruina de Jerusalén que iba
venir dio en ese tipo al anti-tipo del fin de los últimos tiempos apocalípticos.
Jesús vio dos hechos en una misma visión, pero proyectados en tiempos muy distintos,
pero que apuntan a lo mismo, y uno es presagio del otro, para que nos quede
como escarmiento.
En la época de los Macabeos el templo fue profanado y se cayó en la
idolatría. Igualmente sucederá al final de los tiempos y antes que Nuestro Señor
venga con toda su divina gloria y majestad, como dice el Evangelio hoy. Como
ejemplo de esto N.S. señaló a la higuera, que según Monseñor Straubinger,
representa a la sinagoga al pueblo judío carnal. El hecho de que la higuera va
a reverdecer está anunciado la conversión de los judíos. Pero la conversión de
los judíos requiere la Parusía, la Segunda Venida de N.S. No antes, sino
después.
La misma profecía de Daniel habla de 70 semanas. Éstas semanas son el
tiempo del pueblo elegido. Después de este tiempo vendrá el reino mesiánico. Pero
entre la semana 69 y la semana 70 hay una ruptura, en la cual son introducidos los
gentiles y se produce la eyección del pueblo elegido. Así, el pueblo elegido es
reprobado por Dios, aunque no definitivamente. Esto implica que en algún
momento llegará su conversión. La conversión ocurrirá después que se cumpla el
tiempo de los gentiles, y ocurra el fin de la diáspora judía.
Según San Lucas, y luego indicado por Papías, y más recientemente por el
padre Castellani, hay dos hechos universales que deben ocurrir: la predicación
del Evangelio a todo el mundo, y que Jerusalén sea dejada de ser hollada por
los gentiles.
N.S. nos dio la señal. La señal es que Jerusalén ya ha dejado de ser hollada
por los pueblos gentiles. Ya es capital. En el año 1948, por un decreto de la
ONU, Israel comenzó a ser estado. Se acabó la diáspora. Legalmente Jerusalén ya
no está más hollada por los gentiles sino dominada por los judíos. Esto es una
señal irrefutable que estamos en la última semana de Daniel.
Los signos nos indican que el fin está próximo. El reverdecer de la Higuera
está por comenzar. Por eso en el medio de la última semana que ya hemos
comenzado tendremos la presencia del anticristo y el pseudo-profeta. En tiempos
antiguos, en los primeros siglos de la Iglesia, la idolatría era con Júpiter,
con el César o Adriano. Mas todo esto era figura de lo que acontecería al final
del mundo: con Juan Pablo II tuvimos un Buda sobre un tabernáculo.
Hoy es mucho peor, porque no se idólatra ya figuras construidas por hombres,
como el Buda, sino al hombre mismo. La idolatría hoy es el endiosamiento del hombre.
Esta idolatría no es tan sólo antropológica, sino, y más peligrosa aún,
antropoteísta. Es el hombre vuelto ídolo divino. Nunca había sucedido en la
historia. Esto implica un empeoramiento o agravamiento en la intensificación de
la idolatría. Es más preciso decir que esta idolatría es antropoteísta que
antropocéntrica, es decir, es el hombre idolatrado en sí mismo, y no la
idolatría centrada en el hombre. A la gente yo no le interesa el culto que
alaba a Dios, sino el culto que alaba al hombre.
Esto es lo que la Iglesia conciliar predica. Debemos mantenernos alejados
de esa Iglesia. Ningún pacto con ella. Se acepta o se rechaza. Debemos mantener
una firme idea sobrenatural de lo que la Iglesia es, del sacerdocio, y la misa.
Para que cuando nos digan “Cristo está aquí; Cristo está allá” no caigamos en
la falsedad. Hay que tener una idea bien clara de lo que la fe es. Si dicen que
Cristo está aquí o está allá, pues, no le creamos. Porque habrá falsos cristos
y profetas. Y la Iglesia estará donde esté el cuerpo. ¿Qué cuerpo? El cuerpo de
Nuestro Señor Jesucristo. Solo en la verdadera Misa. No en la parodia de la
misa.
Los pocos católicos que quedan estarán congregados alrededor del Cuerpo Sacramentado
de Nuestro Señor Jesucristo, El padre Basilio Méramo dice que él no sabe que
alguien le haya dado a este pasaje esa interpretación. Sin embargo, piensa que
es legítimo dársela, pues es mucho más evidente y factible en las
circunstancias en que nos encontramos hoy que la interpretación dada por los Santos
Padres, sin negar, por supuesto, la interpretación dada por estos quienes no
vivieron en los tiempos apocalípticos. Los que estamos en estos tiempos
apocalípticos podemos sin lugar a duda dar esta interpretación. Esto le da un
plus a la interpretación exegética de este pasaje. Daniel dijo que se vería
para el fin de los tiempos. El judaísmo puro y duro es el que quiere
desacreditar al milenarismo. El Evangelio de hoy nos habla del milenarismo, es
decir, de la venida gloriosa de Cristo con toda su poder de la divina majestad
para rodear a los enemigos de su Iglesia y rescatar a su Iglesia que ha sido ultrajada.
Todas las escrituras trasuntan la gran esperanza de la bienaventuranza en
la Segunda Venida de Nuestro Señor para que luego se inicie la época mesiánica.
No el falso Pentecostés de Juan XXIII, ni de los sucedáneos modernistas tengan
el nombre que tengan. El único y verdadero triunfo de la Iglesia es la Segunda Venida
de Nuestro Señor. No ya apto para morir, sino para juzgar, gobernar y reinar en
esta tierra, poniendo a sus enemigos bajo sus pies. Cuando tenga todo reunido,
siendo Él el único pastor de un único rebaño, entregar el Reino al Padre
eterno, y así ese Reino no tendrá fin.
Éste es el mensaje apocalíptico profético de todas las escrituras que
comúnmente es malinterpretado. Ésta es la gran verdad que Satanás quiere tener
eclipsada, aplastada y proscripta. Lamentablemente no hay sacerdotes que lo
diluciden, lo expliquen y lo expongan, porque han sido defectuosamente formados
en los seminarios, incluso en los seminarios tradicionalistas. Les infunden ideas
anti-milenaristas de origen de origen judaico.
Es bien claro entonces que dentro de esta hecatombe cosmológica y religioso-espiritual,
que es lo que la gran tribulación significa, según Santo Tomás, incluso los
elegidos se perderían si los tiempos no se acortaran. ¿Quién se salvará en
medio de esta podredumbre? Cada sacerdote hoy es el director de la orquesta. Siguen
usufructuando la palabra divina no para llevar a Dios, sino al infierno.
Esperanza en el medio de la hecatombe. Perseverancia alrededor del Cuerpo Sacramentado
de Cristo en la Santa Misa tendremos lo mínimo necesario por ahora para ir
tirando y subsistiendo mientras el mundo está por implotar.