domingo, 24 de noviembre de 2019

Domingo XXIV – 2019-11-24




Col. 1, 9-14
Matth. 24, 15-35

Misteriosa y proféticamente la Iglesia concluye el año litúrgico con el pasaje del Evangelio de San Mateo donde se narra la Parusía o Segunda Venida de Nuestro Señor Jesucristo. No es de sorprender que la Iglesia nos presente como conclusión no un gran triunfo material sino una gran hecatombe cosmológica y religiosa. Eso es lo que significa la gran tribulación, según Santo Tomás.

Que la conclusión sea una gran hecatombe es sorprendente porque, aunque parezca mentira, ahí radica la bienaventuranza. No radica en las falsas esperanzas de triunfos gloriosos de este mundo. El gran triunfo de la Iglesia es el día de la Parusía, o Segunda Venida de N.S., ni un segundo antes, ni un segundo después. Esto debe quedar clarísimo en el corazón de cada cristiano, por peligro de sucumbir ante las seducciones del maligno. De la verdad sobre la Parusía se prodiga el milenarismo.

La gran tribulación es un signo apocalíptico. Según Santo Tomás, consiste en la defección doctrinal. Éste es el gran peligro, caer en la falsa doctrina. Es gran peligro también porque incluso los elegidos, aquellos que han sabido corresponder fielmente a la gracia divina, podrían caer, si los tiempos no fueran abreviados.

¿Quién se podrá salvar si los tiempos no fueran abreviados? Hay caos por doquier. Tanto en el modernismo como en el tradicionalismo. En el modernismo solo quedan las piedras que albergan al anticristo y al pseudo-profeta y a una serie de antipapas desde el Vaticano II. Ya no representa a la Iglesia. No es la Iglesia.

Por otro lado, la Iglesia ha sido reducida a su más mínima expresión. Y prácticamente sin pastores que enseñen la verdad. Por eso, va de nuevo la pregunta: ¿Quién se podrá salvar si los tiempos no fueran abreviados? Gran hecatombe de índole cósmica y también y más importante aun de índole espiritual-religiosa, como nos lo recuerda el profeta Daniel: la abominación de la desolación en el lugar santo.

En efecto, Daniel profetizó la abominación de la desolación en el lugar santo, la profanación de la fe, la profanación del templo, la profanación cultural, la cesación del sacrificio perpetuo, la profanación cultual. Nuestro Señor valiéndose de la generación presente y de la ruina de Jerusalén que iba venir dio en ese tipo al anti-tipo del fin de los últimos tiempos apocalípticos. Jesús vio dos hechos en una misma visión, pero proyectados en tiempos muy distintos, pero que apuntan a lo mismo, y uno es presagio del otro, para que nos quede como escarmiento.

En la época de los Macabeos el templo fue profanado y se cayó en la idolatría. Igualmente sucederá al final de los tiempos y antes que Nuestro Señor venga con toda su divina gloria y majestad, como dice el Evangelio hoy. Como ejemplo de esto N.S. señaló a la higuera, que según Monseñor Straubinger, representa a la sinagoga al pueblo judío carnal. El hecho de que la higuera va a reverdecer está anunciado la conversión de los judíos. Pero la conversión de los judíos requiere la Parusía, la Segunda Venida de N.S. No antes, sino después.

La misma profecía de Daniel habla de 70 semanas. Éstas semanas son el tiempo del pueblo elegido. Después de este tiempo vendrá el reino mesiánico. Pero entre la semana 69 y la semana 70 hay una ruptura, en la cual son introducidos los gentiles y se produce la eyección del pueblo elegido. Así, el pueblo elegido es reprobado por Dios, aunque no definitivamente. Esto implica que en algún momento llegará su conversión. La conversión ocurrirá después que se cumpla el tiempo de los gentiles, y ocurra el fin de la diáspora judía.

Según San Lucas, y luego indicado por Papías, y más recientemente por el padre Castellani, hay dos hechos universales que deben ocurrir: la predicación del Evangelio a todo el mundo, y que Jerusalén sea dejada de ser hollada por los gentiles.

N.S. nos dio la señal. La señal es que Jerusalén ya ha dejado de ser hollada por los pueblos gentiles. Ya es capital. En el año 1948, por un decreto de la ONU, Israel comenzó a ser estado. Se acabó la diáspora. Legalmente Jerusalén ya no está más hollada por los gentiles sino dominada por los judíos. Esto es una señal irrefutable que estamos en la última semana de Daniel.

Los signos nos indican que el fin está próximo. El reverdecer de la Higuera está por comenzar. Por eso en el medio de la última semana que ya hemos comenzado tendremos la presencia del anticristo y el pseudo-profeta. En tiempos antiguos, en los primeros siglos de la Iglesia, la idolatría era con Júpiter, con el César o Adriano. Mas todo esto era figura de lo que acontecería al final del mundo: con Juan Pablo II tuvimos un Buda sobre un tabernáculo.

Hoy es mucho peor, porque no se idólatra ya figuras construidas por hombres, como el Buda, sino al hombre mismo. La idolatría hoy es el endiosamiento del hombre. Esta idolatría no es tan sólo antropológica, sino, y más peligrosa aún, antropoteísta. Es el hombre vuelto ídolo divino. Nunca había sucedido en la historia. Esto implica un empeoramiento o agravamiento en la intensificación de la idolatría. Es más preciso decir que esta idolatría es antropoteísta que antropocéntrica, es decir, es el hombre idolatrado en sí mismo, y no la idolatría centrada en el hombre. A la gente yo no le interesa el culto que alaba a Dios, sino el culto que alaba al hombre.

Esto es lo que la Iglesia conciliar predica. Debemos mantenernos alejados de esa Iglesia. Ningún pacto con ella. Se acepta o se rechaza. Debemos mantener una firme idea sobrenatural de lo que la Iglesia es, del sacerdocio, y la misa. Para que cuando nos digan “Cristo está aquí; Cristo está allá” no caigamos en la falsedad. Hay que tener una idea bien clara de lo que la fe es. Si dicen que Cristo está aquí o está allá, pues, no le creamos. Porque habrá falsos cristos y profetas. Y la Iglesia estará donde esté el cuerpo. ¿Qué cuerpo? El cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Solo en la verdadera Misa. No en la parodia de la misa.

Los pocos católicos que quedan estarán congregados alrededor del Cuerpo Sacramentado de Nuestro Señor Jesucristo, El padre Basilio Méramo dice que él no sabe que alguien le haya dado a este pasaje esa interpretación. Sin embargo, piensa que es legítimo dársela, pues es mucho más evidente y factible en las circunstancias en que nos encontramos hoy que la interpretación dada por los Santos Padres, sin negar, por supuesto, la interpretación dada por estos quienes no vivieron en los tiempos apocalípticos. Los que estamos en estos tiempos apocalípticos podemos sin lugar a duda dar esta interpretación. Esto le da un plus a la interpretación exegética de este pasaje. Daniel dijo que se vería para el fin de los tiempos. El judaísmo puro y duro es el que quiere desacreditar al milenarismo. El Evangelio de hoy nos habla del milenarismo, es decir, de la venida gloriosa de Cristo con toda su poder de la divina majestad para rodear a los enemigos de su Iglesia y rescatar a su Iglesia que ha sido ultrajada.

Todas las escrituras trasuntan la gran esperanza de la bienaventuranza en la Segunda Venida de Nuestro Señor para que luego se inicie la época mesiánica. No el falso Pentecostés de Juan XXIII, ni de los sucedáneos modernistas tengan el nombre que tengan. El único y verdadero triunfo de la Iglesia es la Segunda Venida de Nuestro Señor. No ya apto para morir, sino para juzgar, gobernar y reinar en esta tierra, poniendo a sus enemigos bajo sus pies. Cuando tenga todo reunido, siendo Él el único pastor de un único rebaño, entregar el Reino al Padre eterno, y así ese Reino no tendrá fin.

Éste es el mensaje apocalíptico profético de todas las escrituras que comúnmente es malinterpretado. Ésta es la gran verdad que Satanás quiere tener eclipsada, aplastada y proscripta. Lamentablemente no hay sacerdotes que lo diluciden, lo expliquen y lo expongan, porque han sido defectuosamente formados en los seminarios, incluso en los seminarios tradicionalistas. Les infunden ideas anti-milenaristas de origen de origen judaico.

Es bien claro entonces que dentro de esta hecatombe cosmológica y religioso-espiritual, que es lo que la gran tribulación significa, según Santo Tomás, incluso los elegidos se perderían si los tiempos no se acortaran. ¿Quién se salvará en medio de esta podredumbre? Cada sacerdote hoy es el director de la orquesta. Siguen usufructuando la palabra divina no para llevar a Dios, sino al infierno.

Esperanza en el medio de la hecatombe. Perseverancia alrededor del Cuerpo Sacramentado de Cristo en la Santa Misa tendremos lo mínimo necesario por ahora para ir tirando y subsistiendo mientras el mundo está por implotar.