Luc 21,25-33
La Navidad tiene una preparación: los 4 domingos de Adviento. Por eso se
usa el color morado, que significa mortificación, sacrificio y penitencia,
aunque estas características no estén tan acentuadas como en Cuaresma.
La Iglesia nos presenta hoy un Evangelio paralelo al Evangelio de San Mateo
que vimos el domingo pasado, último domingo del año litúrgico. Ambos textos son
apocalípticos. ¿Por qué la Iglesia nos presenta un texto apocalíptico tanto al
finalizar como al comenzar el año litúrgico? La razón es sencilla, pues la
primera venida de N.S. es parte de un todo con la segunda venida.
El pueblo judío no creyó que Jesús era el Mesías enviado por Dios. Esperaban
que el Mesías tuviese las características que va a tener en su segunda venida. Por
eso, tergiversaron farisaicamente el significado de la primera venida de N.S.,
al punto que N.S. terminó siendo crucificado en el patíbulo de la cruz.
Nosotros hoy, en cambio, tergiversamos el significado de la segunda venida
de Jesús. Creemos que ésta sucederá, por así decir, dentro de miles de años.
Raramente pensamos en nuestra propia muerte. Le marcamos un límite, que no
puede ir más allá de los 70, 80 o 90 años. Pero después nos olvidamos de ella
pensando que está lejos todavía. Así también con respecto a la segunda venida.
Incluso, dejamos de pensar en la segunda venida de Jesús. La relacionamos con
el fin del mundo, pero esto es un error. Lo correcto es relacionarla con el fin
de los tiempos apocalípticos, pero no con el fin del mundo.
Por eso la Iglesia, que es profético-apocalíptica, le guste o no le guste
al clero, ignorantes, atrevidos y soberbios doctores, inicia y finaliza el año
apocalípticamente con la segunda venida de N.S. Esto no es un invento de
hombres, ni un sistema de hombres. Esto es el Evangelio de Dios, que no ha sido
debidamente predicado, lo cual conlleva un castigo.
Vemos entonces la razón de porqué la Iglesia pone tanto al finalizar como
al iniciar el año litúrgico la misma idea en dos textos paralelos del
Evangelio.
El texto del Evangelio de hoy comienza diciendo que veremos una hecatombe:
el sol, la luna, las estrellas, los astros… y consternación en la tierra. Pero
la hecatombe cósmica universal no es lo peor que va a suceder. Es tan solo el
coletazo dado a la materia de lo que pasa en el espíritu, la hecatombe
espiritual-religiosa, antes de la venida de N.S.
Esta gran tribulación (según el texto paralelo de San Mateo) es
eminentemente doctrinal y si los días no fueran abreviados todos claudicaríamos
ante la doctrina falsa y el culto falso que esa doctrina vehicula. Esta es la
contra-iglesia del anticristo, con su falsa religión, sacramentos y misa. La
nueva Iglesia es una parodia de religión, con su nuevo culto, obispos,
sacerdotes, y usurpa la Sede de Pedro, en el nombre de Dios y de la verdad.
N.S. dice que todas estas cosas pasarán antes de que esta generación pase.
Se refiere a la generación que, desde siempre, incluso desde el Antiguo
Testamento, se ha opuesto a las leyes de Dios y ahora se opone a N.S. Se
refiere, por supuesto, a la generación de los fariseos de ese tiempo, tipo
(dentro del discurso de la caída de Jerusalén y el Templo, en el año 70) del
anti-tipo de la generación que vive en el fin de los tiempos apocalípticos.
La hecatombe es de tipo cósmico y religiosa-espiritual, como dice el padre
Castellani, así como toda guerra material resulta de un trasfondo religioso, y así
como la enfermedad y la muerte resultan del pecado, una realidad
religiosa-espiritual.
Mas Jesús nos dice, alegraos cuando veáis estas cosas suceder. Erguid la
cabeza, porque vuestra liberación-redención está cerca. Pero ¿acaso Jesús no
nos ha redimido en la cruz? ¿De qué redención nos está hablando aquí? ¿De qué
liberación? Cuando dice, el Reino está cerca, ¿acaso no se refiere a la
Iglesia? Las cosas hay que entenderlas bien, en toda la amplitud de su
realidad. A la realidad no hay que castrarla o encogerla.
“Alegraos,” esta es nuestra bienaventurada esperanza. El Apocalipsis no es
negativo, ni desesperanzador. Por el contrario, nos dice, “alegraos… está cerca
vuestra redención,” porque el yugo de la muerte y de la enfermedad y de todo el
mal que vino por la caída de nuestros primeros padres y de los ángeles apostatas,
que fueron los que hicieron que hubiera en la tierra todos los abrojos y
espinas, ha llegado a su fin.
Jesús nos está hablando de la eyección del todo el poder del mal
introducido en el universo por la primera apostasía de los ángeles, por la
caída de Adán, por la apostasía de la humanidad sumergida en la idolatría y el
paganismo. Dios no creó a la humanidad para la idolatría. Hoy presenciamos la
tercera y última apostasía.
Alegraos, cuando veáis las señales. Es la alegría de ver venir a N.S. con
todo el poder y majestad y su divina gloria. Ese es el Reino de Cristo. Lo
dicen las Escrituras: el Reino de Dios se acerca.
¿Qué pasará con la Iglesia? La Iglesia es la incoación, o la semilla del Reino.
No es la plenitud. La última jerarquía de la Iglesia la destruyó con la miope
visión de sus miembros.
Pero Jesús instaurará y restaurará su Reino en el día de la Parusía. La
Parusía no es el fin del mundo, sino el fin de los últimos tiempos
apocalípticos, el fin de este siglo gobernado por el príncipe de este mundo y
sus secuaces, un anticristo religioso y un anticristo político.
Pasado un período de mil años se verá el triunfo de la Iglesia bajo un solo
rebaño y un solo pastor. Cristo unificará todo y entregará el Reino al Padre. Y
ahí sí será el fin del mundo. Y tendrá lugar la segunda resurrección. Y el
Juicio Universal (el Juicio de los malos).
Hablar de esto hoy parece ser pecado. Se dice, el apocalipsis infunde terror.
¿Cómo va a infundir terror cuando N.S. por el contrario nos dice, alegraos, y
erguid la cabeza porque vuestra liberación está cerca, el Reino de Dios? Ese
terror del que hablan muchos, muestra la supina ignorancia generalizada y hecha
dogma, exegéticamente hablando. Ya es hora de que las cosas se aclaren. El
Reino está cerca, y esto es lo que Satanás y sus secuaces, y el judaísmo no
quieren que se sepa.
Lo que parece una gran paradoja apocalíptica es una gran y esperanzadora y
maravillosa esperanza. Ahí es donde comienza la verdadera esperanza
apocalíptica en el Reino de Cristo Rey instaurado en el día en que Él venga a
juzgar, lo cual, no es solamente el acto final de condenación al infierno, o de
elevación al cielo, sino también el acto de gobernar a su pueblo, sin que mande
ni medie el mal que el maligno ha introducido en este mundo. ¿Cómo no va a ser
esta noticia una gran esperanza?
En el medio de este caos tremebundo, alegraos. Vuestra redención se acerca.
El Reino de Dios está por llegar. Y no pasará esta generación, sea lo que dure.
Magnífica bienaventurada esperanza que es la que nos mantendrá incólumes de pie
en medio de esta gran tribulación y trituración de la Iglesia en su aspecto
humano. Es la gran esperanza de todo ser recapitulado y restaurado el día de la
Parusía de Cristo volviendo con todo su divino poder de su gloria y majestad.