Martirio de los Primeros Cristianos |
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El Cristiano tiene siempre la obligación de velar y vigilar, según nos manda Nuestro Señor Jesucristo. Con mucha más razón nos toca a nosotros hoy esto dado que estamos en los últimos tiempos.
La persecución que sufriremos por confesar la fe de Cristo será mucho más despiadada que la que sufrieron los primeros Cristianos. El ejemplo de las Mártires Perpetua y Felicidad nos sirve para tener una idea somera de la Gran Persecución que vendrá por causa del Anticristo.
Perpetua y Felicidad fueron detenidas en África durante la persecución del emperador Severo, juntamente con Revocato, Saturnino y Secúndolo, y encerradas en una oscura cárcel; después se les juntó además Sátiro.
Eran aún catecúmenas, pero poco después fueron bautizadas. Pasados pocos días, de la cárcel las llevaron al foro con sus compañeros, y después que hubieran confesado gloriosamente la fe, el procurador Hilarión las condenó a las fieras.
De allí descendieron gozosas a la cárcel, en donde diversas visiones robustecieron su valor y las enardecieron para recibir la palma del martirio.
A Perpetua no pudieron apartarla de la fe de Cristo ni las repetidas súplicas y las lágrimas de su anciano padre, ni el amor maternal hacia su hijito, que pendía de sus pechos, ni la atrocidad del suplicio.
Felicidad, al acercarse el día del espectáculo, sentía una gran aflicción, ya que temía que se difiriese su martirio, porque estaba en el octavo mes de su embarazo, y las leyes prohibían que fuesen ejecutadas las mujeres que estaban encinta. Pero su parto se anticipó gracias a las preces de sus otros compañeros de martirio, y dio a la luz una hija.
Y como en medio de los dolores del parto, se quejara, le dijo uno de los guardianes: “Si así te quejas, ¿qué harás cuando te veas arrojada a las fieras?” A lo cual contestó ella: “Ahora padezco yo; más durante el martirio habrá en mí otro que sufrirá por mí, supuesto que yo también padeceré por Él”.
Finalmente, las generosas mujeres fueron presentadas en el anfiteatro a la vista de todo el pueblo el día 5 de marzo. En primer lugar, las azotaron, luego viéronse maltratadas por una vaca ferocísima, que las cubrió de heridas y las pisoteó.
Por último, rematadas al filo de la espada, dieron su vida por Cristo, juntamente con sus compañeros, que fueron atormentados también por diversas fieras.
El Papa San Pío X elevó la fiesta de estas Mártires al rito doble para toda la Iglesia, y mandó celebrarla el día 6 de marzo.
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Tomado del Breviario Romano