Vincent Van Gogh - Dos mujeres campesinas en los campos de turba |
En su segunda Venida, Nuestro Señor Jesucristo se encontrará en los aires con algunos que serán elegidos de entre los vivos, para estar siempre con Él, después de haber sido transformados sus cuerpos (cf. 1 Tesalonicenses IV, 17).
Sabemos que son “pocos los escogidos” (San Mateo XXII, 14). El rapto será, luego, un premio para quienes habiéndose empeñado, en medio de todas las pruebas, en ser fieles e íntimos con Nuestro Señor Jesucristo, estén vivos en el momento de su venida.
Los tiempos son cada vez más difíciles, y, a todos nos gustaría ser contados entre estos escogidos. Pero dentro del Protestantismo se ha difundido extensamente la idea de que el “rapto” (harpazo; cf. 1 Tesalonicenses IV, 17) será para todos los cristianos y ocurrirá antes de la Gran Tribulación del anticristo.
Quienes mantienen esta posición se basan en el siguiente texto: “Entonces, estarán dos en el campo, el uno será tomado, y el otro dejado; dos estarán moliendo en el molino, la una será tomada y la otra dejada” (San Mateo XXIV, 40-41). Seguido, Nuestro Señor dice: “Velad, pues, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor” (San Mateo XXIV, 42).
No saber cuándo el Señor vendrá le da una cierta característica de “secreto”. Nuestro Señor podrá venir en cualquier momento, inminentemente, y esto es conocido como la “doctrina de la inminencia”, que significa que en cualquier momento el Señor puede tomarnos.
Si nos atenemos al orden de los acontecimientos presentados en este texto de San Mateo vemos claramente que primero se relata el hecho de que uno será tomado y otro no, luego sigue la exhortación a “velar”, y, finalmente, la venida de Nuestro Señor.
Es como si el Señor estuviera pidiendo “velar” porque pronto vendrá a sacar de en medio de este mundo a sus elegidos, presumiblemente, para evitarles la Gran Tribulación.
En la inteligencia de este texto así aislado se ve el ser tomado de la tierra como una elección a ser preservado de tener que pasar por las pruebas de la Gran Tribulación. Pero una lectura más atenta del texto y cotejándolo con otros textos de la Sagrada Escritura, lleva a concluir que el rapto será un hecho que ocurrirá posteriormente a la Gran Tribulación.
La exhortación a “velar”, es decir, a estar precavidos, estrictamente atentos, ser cautelosos, y activos en el trabajo del Señor, se refiere a la Parusía en general, y no solamente al rapto.
Por lo tanto, no se ve porqué el rapto deba ser instrumentalizado para no caer bajo el yugo de la persecución. En realidad, el rapto es un encuentro muy íntimo con el Señor. Sirve, entonces, no para evitar un sufrimiento propio sino, todo lo contrario, para dar una amorosa bienvenida a Jesús.
Entonces, planteemos el absurdo: si antes de la Gran Tribulación ya habrán sido sacados del mundo completamente, y ya serán salvados, y no tendrán más dificultades que enfrentar, ¿Por qué, entonces, el Señor les pide velar?
Por eso, la exhortación a velar tiene que ser entendida más como estar expectantes por el Señor, como un centinela del Señor, que como esperar ser salvados antes de la tribulación.
Desde tiempos inmemoriales hasta ahora muchos cristianos han muerto por su fe, han sido martirizados y han sufrido siguiendo los pasos de Nuestro Señor Jesucristo. Ser considerado mártir por la fe, por seguir a Jesucristo, ha sido siempre el anhelo más deseado de los Santos, la prueba más grande de amor por su Amado.
El sufrimiento es la gracia del cristiano. No se ve porqué algunos tendrían que ser exceptuados del sufrimiento. Los acontecimientos actuales nos hablan bien claro que ya estamos enfrentando un tiempo de dificultad como nunca habíamos pasado.
Jesús describió estos tiempos: “Porque habrá, entonces, grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Y si aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría; mas por razón de los elegidos serán acortados esos días” (San Mateo XXIV, 21-22).
La razón de la salvación en estos tiempos está puesta, entonces, en que los días de la Gran Tribulación serán acortados. Luego, después de eso tendrá lugar el rapto, como encuentro con el Señor, que acortó los tiempos. La discusión sobre el rapto no es, entonces, si éste ocurrirá o no, sino en qué momento va a suceder.
La teoría del rapto antes de la Gran Tribulación se hizo muy popular con Juan Nelson Darby. En 1830, a Darby se le ocurrió la idea que todos seremos raptados antes de la Gran Tribulación, es decir, antes de que el anticristo sea revelado. Más tarde otros profesores le siguieron.
En 1970 escritores populares como Hal Lindsey escribieron argumentos para producciones televisivas y cinematográficas (tales como Planet Earth) que describían el rapto. De repente, se ve cómo la gente es llevada por los aires ante los desconcertados espectadores que desde la tierra los veían desaparecer.
No parece ser esto lo que las Escrituras estén diciendo. La idea de Darby prendió fuertemente en la cultura occidental, mayoritariamente protestante. ¿Cómo justificar esta posición?
Del siguiente texto de San Pablo deducen que Dios no nos ha creado para la ira ni la condenación, lo cual es cierto: “Porque Dios no nos ha destinado para la ira, sino para adquirir la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses V, 9).
Sin embargo, no se puede negar la realidad de que estamos siendo encaminados hacia la gran angustia sobre el mundo de la que Nuestro Señor habla: “Porque habrá, entonces, grande tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás” (San Mateo XXIV, 21).
¿Qué dice Dios con respecto a estos tiempos? “Los vivientes que quedemos hasta la Parusía del Señor, no nos adelantaremos a los que durmieron.
Porque el mismo Señor, dada la Señal, descenderá del cielo, a la voz del arcángel y al son de la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero.
Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos en nubes hacia el aire al encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras” (1 Tesalonicenses IV, 15-18).
Entonces, el orden establecido por Dios es el siguiente. Después de la Gran Tribulación, después de que Nuestro Señor acorte los días, resucitarán primero los muertos en Cristo.
Luego, los que estén vivos pasada la Tribulación, serán arrebatados juntamente con los resucitados, en nubes, hacia el aire, para encontrar a Nuestro Señor Jesucristo.
San Pablo habla de “nosotros” los vivientes. Es claro que se trata de cristianos, y no de otros vivientes que puedan quedar en la tierra después de la Gran Tribulación.
En el encuentro con Nuestro Señor, hay un orden de precedencia; y este honor le corresponde a quienes resuciten primero, los santos.
Por lo tanto, el rapto no puede ser antes de la Tribulación, y la prueba está en el hecho de que la resurrección de los muertos en Cristo no ha sucedido aún.
Lejos está, entonces, la posición del rapto secreto de los cristianos antes de la Gran Tribulación. Lejos está la idea de una desaparición secreta de los cristianos de la tierra.
San Pablo nos está diciendo que el rapto tendrá lugar después de la resurrección de los primeros, y no será secreto, sino bien visible, pues estaremos ya recubiertos de inmortalidad, así como los resucitados primeros.
Nuevamente San Pablo vuelve a establecer el mismo orden de los acontecimientos en el siguiente texto:
“No todos moriremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; porque sonará la trompeta y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios XV, 51-52).
Primero los muertos deben resucitar, y después seremos transformados, en un abrir y cerrar de ojos, y después arrebatados.
Estos textos de San Pablo se relacionan con lo que Nuestro Señor Jesucristo dice: “Si os dicen: ‘Está en el desierto’, no salgáis; ‘está en los sótanos’, no lo creáis” (San Mateo XXIV, 26).
Si dicen que está aquí o allí; si dicen que está en lugares desérticos o en lugares cerrados, no creerles. Nuestro Señor nos está diciendo que su venida no va a ser en secreto, fuera del alcance de la vista de todos; todo lo contrario: ¡va a ser visible en todo el universo!
“Porque, así como el relámpago sale del Oriente y brilla hasta el Poniente, así será la Parusía del Hijo del Hombre. Allí donde esté el cuerpo, allí se juntarán las águilas” (San Mateo XXIV, 27-28).
San Pablo da el orden decretado por Dios: “Sonará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios XV, 52), y arrebatados, a encontrar al Señor en el aire.
En otras palabras, la resurrección de los muertos en Cristo, la transformación de los cristianos que estén vivos en el momento, el arrebatamiento, y el encuentro con Nuestro Señor Jesucristo en el aire, son todos eventos simultáneos; todo sucederá en el mismo instante, y todo será visible ante todo el mundo.
Por eso, no hay dos venidas de Nuestro Señor Jesucristo como parece inferir la posición del rapto secreto antes de la Gran Tribulación; no hay una venida en la que de repente desaparecerán en secreto los cristianos, y otra, en la que Nuestro Señor se hará visible en la tierra: “Aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre” (San Mateo XXIV, 30) y “así como el relámpago sale del Oriente y brilla hasta el Poniente, así será la Parusía del Hijo del Hombre” (San Mateo XXIV, 27).
Es bastante claro que seremos transformados antes de ser arrebatados para ir a encontrar a Nuestro Señor en el aire. ¡Nosotros no podemos volar! Para que eso ocurra necesariamente debemos ser transformados en el momento de la venida de Nuestro Señor Jesucristo.
En resumidas cuentas, las Sagradas Escrituras de ninguna manera hablan de un rapto secreto de los cristianos. En 1830 Darby fue uno de los primeros postuladores de esta teoría.
Pero San Ireneo y otros antiguos, si nos remontamos en la historia bíblica, jamás hablaron de un rapto secreto que ocurriría antes de la Gran Tribulación. Nunca dijeron que escaparíamos de las penas que sobrevendrán sobre la tierra.
Estamos ya en los últimos tiempos; lo podemos decir porque algo ha cambiado en el mundo; los acontecimientos comienzan a precipitarse.
Ciertamente se están dando las circunstancias necesarias para que se nos lleve a aceptar la marca de la bestia; todo lo que estamos viviendo hoy en el mundo son eventos culminantes… y estamos comenzando a sentir la presión…
Hay una nueva presión en el mundo y está también entre la gente la pregunta: ¿cuándo vendrá Nuestro Señor Jesucristo, porque las cosas se están poniendo un poco pesadas?
Bien, en nuestra opinión somos nosotros quienes tenemos que soportar… tenemos que ser fuertes en la gracia de Dios, y tenemos que estar preparados, porque sabemos que el Señor está viniendo, y está viniendo de una manera que será increíblemente visible.
No vendrá a borrarnos de la tierra de manera secreta… no es esa la manera como Él realiza las cosas…
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Agradecimiento al Señor Stuart Spagatner