miércoles, 7 de diciembre de 2022

La Inmaculada Concepción - 2022-12-08 - Padre Edgar Díaz

La Santísima Virgen María y el Niño Jesús
Agnolo Bronzino - aprox. 1450

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En el Breviario Romano la octava antífona de Adviento del tercer nocturno de los Domingos dice así:

Maria dixit: Putas qualis est ista salutatio, quia conturbata est anima mea, et quia paritura sum Regem, que claustrum virginitatis meæ non violabit.

En Español queda más o menos así: 

“María dijo: reflexionas sobre este saludo, porque está turbada mi alma, porque daré a luz al Rey, que no violará el claustro de mi virginidad”.

Por muchos años la Santa Iglesia ha venido recitando esta humilde antífona sobre la Santísima Virgen María y sobre el nacimiento virginal del Rey.

Se le explica a María que por haber hallado gracia ante Dios va a concebir un Hijo que será Rey. Mas María se preocupa por su virginidad. Le dice además el Ángel cómo serían las cosas y que nada hay imposible para Dios:

“28 Y entrado donde ella estaba, le dijo: ‘Salve, llena de gracia; el Señor es contigo’. 29 Al oír estas palabras, se turbó, y se preguntaba qué podría significar este saludo. 30 Mas el ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia cerca de Dios. 31 He aquí que vas a concebir en tu seno, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32 Él será grande y será llamado el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, 33 y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reinado no tendrá fin’. 34 Entonces María dijo al ángel: ‘¿Cómo será eso, pues no conozco varón?’ 35 El ángel le respondió y dijo: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios. 36 Y he aquí que tu parienta Isabel, en su vejez también ha concebido un hijo, y está en su sexto mes la que era llamada estéril; 37 porque no hay nada imposible para Dios’. 38 Entonces María dijo: ‘He aquí la esclava del Señor: Séame hecho según tu palabra’. Y el ángel la dejó” (San Lucas I, 28-38).

Hay una admirable lección de humildad en el elogio que el Ángel le hace a María: “Llena de Gracia” (San Lucas I, 28), objeto del favor divino, “porque ha hallado gracia ante Dios” (San Lucas I, 30).

Esta admirable lección es sin perjuicio de establecer la más alta santidad en María, habiéndose fundado principalmente en ello el dogma de la Inmaculada Concepción.

Porque el Ángel no alaba en la Virgen ninguna cualidad o virtud como propia de Ella, sino la obra de la divina predilección, como Ella misma lo habría de proclamar en el Magnificat: “Porque ha mirado la pequeñez de su esclava” (San Lucas I, 48).

Para el Rey que vendría, un Digno Palacio. El mejor Palacio para el Rey de los Reyes, un garantizado Claustro Virginal que jamás sería violado. 

La Inmaculada Concepción, y el Nacimiento Milagroso de Nuestro Señor Jesucristo: ¡Esto fue lo que sucedió; único y maravilloso! 

Prodigios de Dios que ocurrieron literalmente según la profecía del Ángel a María.

No dio el Ángel en ese momento más detalles del reinado del Hijo de Dios que estos:

“Él será grande y será llamado el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre” (San Lucas I, 32).

Es Dios Padre mismo quien le hace Rey; y este otro detalle:

“Y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reinado no tendrá fin” (San Lucas I, 32-33).

Un reinado por los siglos, sin fin…

Ésta es la segunda parte de la Profecía del Ángel a María, que aún tiene que cumplirse literalmente, así como literalmente fue cumplida la primera parte. 

No ejerció su reinado en su primera venida, luego, lo hará en su segunda venida:

“Jesús sabiendo, pues, que vendrían a apoderarse de Él para hacerlo Rey, se alejó de nuevo a la montaña, Él solo” (San Juan VI, 15).

Después de este episodio, solo una vez Jesús se dejó proclamar Rey y fue el Domingo de Ramos. 

Bien sabía nuestro Salvador que había de prevalecer en el pueblo el sentir hostil hacia Él de los jefes de la nación y que la afirmación de su realeza sobre Israel, anunciada por el Ángel a María como una realidad futura, sería el capítulo principal de su acusación por los judíos cuando estos le hiciesen comparecer ante Pilato:

“Y comenzaron a acusarlo, diciendo: ‘Hemos hallado a este hombre soliviantando a nuestra nación, impidiendo que se dé tributo al César y diciendo ser el Cristo Rey” (San Lucas XXIII, 2).

El reinado sería, entonces, en el futuro. 

El profeta Daniel había profetizado que Jesús debía antes presentarse en el cielo ante su Padre:

“Seguía yo mirando en la visión nocturna, y he aquí que vino sobre las nubes del cielo Uno parecido a un hijo de hombre (Jesús), el cual llegó al Anciano de días (Dios Padre), y le presentaron delante de Él. Y le fue dado el señorío, la gloria y el reino, y todos los pueblos y naciones y lenguas le sirvieron. Su señorío es un señorío eterno que jamás acabará, y su reino nunca será destruido” (Daniel VII, 13-14).

Es solo después de que Jesús se presente en el cielo ante el Padre que se le será dado el señorío, la gloria y el reino, y todos los pueblos, y naciones y lengua le servirán, según nos lo profetiza Daniel.

Esto aún no ha ocurrido. Y entonces se cumplirá literalmente la segunda parte de la Profecía del Ángel a María, cuando sea la Parusía.

Será un reino universal, en el cual serán recogidos todos los pueblos de la tierra y a cuyo Rey obedecerán todas las naciones, según nos lo dice el Profeta Daniel. 

Éste es el Reino que el Señor Jesús enseñó a pedir a sus discípulos en el Padrenuestro: “Venga tu Reino” (venga a nosotros tu reino; San Mateo VI, 9).

Enseña Crampón: “En este cuadro (en donde Jesús se presenta en el cielo ante el Padre), así como a menudo en los cuadros proféticos (como el del Ángel ante María), la primera venida del Salvador para establecer el reino mesiánico, se junta con su segunda venida para darle perfección”.

Y Fillión: “En cuanto Hijo de Dios, el Mesías poseía la potestad infinita, pero en cuanto Hombre, necesitaba ser entronizado solemnemente por su Padre”: 

“Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir poder, riqueza, sabiduría, fuerza, honor, gloria y alabanza. Y todas las creaturas que hay en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos oí que decían: ‘Al que está sentado en el trono, y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos” (Apocalipsis V, 12-13).

Así será alabado Nuestro Señor después de ser entronizado por el Padre en el cielo, antes de su venida.

El profeta Daniel continúa dando detalles fundamentales sobre el reinado: será por debajo del cielo, será un reinado de todos los santos:

“Y el reino y el imperio y la magnificencia de los reinos que hay debajo de todo el cielo, será dado al pueblo de los santos del Altísimo; su reino será un reino eterno; y todas las potestades le servirán y le obedecerán” (Daniel VII, 27).

También lo expresaba así David en sus Salmos:

“Yo (Dios Padre) soy quien he constituido a mi Rey sobre Sión, mi santo monte (en la tierra) … Te daré en herencia las naciones, y en posesión tuya los confines de la tierra” (Salmo II, 6.8).

Es decir, todo el orbe …

“Dominará de mar a mar… y lo adorarán los reyes todos de la tierra; todas las naciones le servirán” (Salmo 71 [72], 8.11).

Y por eso será …

“El más excelso entre los reyes de la tierra” (Salmo 88 [89], 28).

“Yo soy rey. Yo para esto nací y para esto vine al mundo, a fin de dar testimonio de la verdad” (San Juan XVIII, 37).

Esto es, testimonio de fidelidad a las profecías que lo anunciaban como tal: 

“El Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reinado no tendrá fin” (San Lucas I, 32-33).

Por eso 

“en su manto y sobre su muslo tiene escrito este nombre: Rey de Reyes, y Señor de Señores” (Apocalipsis XIX, 16).

Luego, por ser Rey de Reyes no podía menos que nacer del Claustro Virginal para siempre de la Reina, la Santísima Virgen María, la Inmaculada Concepción.

“Se dilatará su imperio” (Isaías IX, 7), había anticipado Isaías.

“De la paz no habrá fin” (Isaías IX, 7), continúa Isaías.

“Se sentará sobre el trono de David y sobre su reino…” (Isaías IX, 7), añade Isaías.

El Papa Pío XI, en su Encíclica Quas Primas, se sirve de este pasaje para probar la realeza de Cristo.

También la antífona del “Benedictus” del Tercer Domingo de Adviento lo cita:

Super solium David, et super regum ejus sedebit in æternum, alleluja.

En Español: 

“Se sentará por toda la eternidad sobre el trono de David, y sobre su reino”.

Asimismo la Liturgia de Navidad celebra desde la primera antífona la realeza de Cristo y todos los salmos de Maitines de Navidad han sido escogidos para que veamos en el Niño de Belén al Rey de la gloria que en los últimos tiempos dominará a sus enemigos (al mal) y los destruirá como vasos de alfarero en la Parusía. 

Entonces, y solo entonces, vendrá el triunfo de la Iglesia:

“Y tocó la trompeta el séptimo ángel, y se dieron grandes voces en el cielo que decían: ‘El imperio del mundo ha pasado a nuestro Señor y a su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis XI, 15).

Ante el reino de Cristo que llega, los cielos prorrumpen en júbilo. No más el príncipe de este mundo, Satanás.

Magníficamente explica Fillión: “No habrá más obstáculos para el reino completo de Dios y de Cristo sobre el mundo”.

Tener esperanzas significa no estar conforme con lo presente (cf. Gálatas I, 4). Quien está satisfecho con lo actual se arraiga aquí abajo (cf. Jeremías XXXV, 10); y no desea que venga Cristo (cf. Apocalipsis XXII, 20).

Lo que se teme, no se espera, dice San Pablo (cf. Romanos VIII, 24).

Y el Concilio de Trento enseña que “si ahora tuviéramos la plenitud, no viviríamos de esa esperanza”.

Las profecías no realizadas aún dan al cristiano el espíritu de alegría y de júbilo, la esperanza y el amor. 

No son fríos anuncios de sucesos futuros. Son más bien, precioso alimento para nuestra vida espiritual.

Pero nosotros seguimos aún sin entender, y por eso sufrimos. ¡Cuánto nos cuesta comprender las cosas del Padre!

“¿No sabíais que conviene que Yo esté en lo de mi Padre? Pero ellos no comprendieron las palabras que les habló” (San Lucas II, 49-50).

Las cosas del Padre son maravillosas, pero en ese momento eran veladas aún para María, por lo que Ella, como nosotros, también tuvo que sufrir.

María, pues, no obstante ser quien era, vivió de fe como Abrahán (cf. Romanos IV, 18). 

De esa fe que es la vida del justo (cf. Romanos I, 17); de esa fe que Isabel le elogió como su virtud por excelencia (cf. San Lucas I, 45).

¡El Digno Palacio donde se concebiría al Rey de los Reyes, que tuvo que sufrir también; el Claustro Virginal para siempre de la Santísima Virgen María, la Inmaculada Concepción!

Amén.

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Inmaculada Concepción – 2022-12-08 – Padre Edgar Díaz