martes, 23 de enero de 2024

La Conversión de San Pablo - P. Edgar Díaz

San Pablo - Philippe de Champagne - 1602-1674

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La conversión de los judíos antes de la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo está revelada en la Sagrada Escritura. Dios, en su misericordia, ha querido darnos un anticipo de cómo ocurrirá esta conversión.

Pueden cambiar las circunstancias y las condiciones, pero generalmente siempre nos hemos referido a eventos pasados, los del Antiguo Testamento, para entender los presentes y futuros con un cierto grado de certeza, puesto que Dios hace el bien de una manera semejante.

Es por eso por lo que la conversión de San Pablo nos sirve de anticipo para entender cómo será la deseada conversión de los judíos. 

Ajustándonos a las Escrituras, así como siempre las interpretó la Iglesia, nos serviremos de la narración de su conversión según el capítulo IX de los Hechos de los Apóstoles, que es la Epístola de la Misa.

Saulo, como lo nombra la Escritura, perseguía a los cristianos. Todavía respiraba amenazas y matanzas contra los discípulos del Señor cuando se presentó al príncipe de los sacerdotes y le pidió cartas dirigidas a las sinagogas de Damasco, para traer presos a Jerusalén a cuantos cristianos hallase allí.

Cerca de Damasco, por súbita aparición de Nuestro Señor Jesucristo, San Pablo se convirtió inmediatamente en discípulo y Apóstol de Jesús. Un milagro: una conversión instantánea e inmediata. 

Esta conversión fue inesperada e inimaginable, sin haber ofrecido San Pablo alguna lucha interna. Así lo relata él mismo a los Filipenses: “Jesús me ha asido” (Filipenses III, 12).

En el caso de los demás Apóstoles, su conversión fue realizada progresivamente, poco a poco. En San Pablo, sorpresivamente, súbitamente, y de un modo anormal, por así decir, sin preparación psicológica alguna.

En el capítulo XXVI de los Hechos de los Apóstoles se encuentra otra narración de la conversión de San Pablo. Nuestro Señor le dijo: “Duro es para ti dar coces contra el aguijón” (Hechos de los Apóstoles XXVI, 14). Esto quiere decir: “es inútil resistir a la voluntad de Dios”. Cuando Dios quiere positivamente algo nadie se lo puede impedir. 

San Pablo nos narra su propia experiencia: “Se me apareció” (1 Corintios XV, 8). Vio a Cristo resucitado. 

Por ende, la conversión de San Pablo es psicológicamente incomprensible, un fenómeno de la gracia, y un prodigio de la particular elección y vocación de Dios. 

Y así como era inesperada su conversión, así es también inesperada la conversión de los judíos. Si bien está revelado, es un evento inesperado porque escapa al orden natural y normal de las cosas. 

Así como la conversión de San Pablo es psicológicamente incomprensible y fue debida a la gracia de Dios, así también será la conversión de los judíos, por un milagro de la gracia. No se van a convertir por medio de un razonamiento lógico, aun cuando claramente se les explique las Escrituras.

Más tarde, después de su conversión, San Pablo aprendió que Cristo es el Hijo de Dios, el Señor, y que forma con sus creyentes una unidad viva e indisoluble, cómo le dijo el mismo Cristo: “¿Por qué me persigues?” (Hechos de los Apóstoles IX, 4), siendo que perseguía a los Cristianos: “los discípulos del Señor” (Hechos de los Apóstoles IX, 1).

La conversión de San Pablo fue entonces un cambio radical, sin explicación natural. Fue, además, perseverante y duradera, probada con muy duros sacrificios, como se deben probar las conversiones, y muy acrisolada por Dios, incluso con el martirio. 

A partir de entonces, todo su empeño y actividad fue en favor del Evangelio. De perseguidor se hizo predicador del Evangelio; y allí mismo en Damasco, predicó que Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios, el Señor, y esto despertó la ira de los judíos que inmediatamente quisieron matarlo. 

A los pocos años volvió a Jerusalén, pero tuvo que huir, porque por su fervor Cristiano los judíos quisieron matarlo ahí también. San Agustín dice que Jesucristo abatió un perseguidor para hacer de él un doctor de la Iglesia, “el Doctor de la Iglesia”, Doctor de los Gentiles.

La oración colecta de la Misa refleja esta noción constatando que Dios lo utilizó para enseñar al mundo entero, y esto será, según San Pablo mismo (cf. Romanos XI, 25) hasta que cumplida la plenitud de los gentiles en la Iglesia, los judíos se conviertan en masa. 

Pero al principio la conversión del pueblo elegido será de tan solo un tercio de todos ellos, que se llamará “las primicias”. Los otros dos tercios continuarán por un tiempo siendo perseguidores de Cristo, hasta que perezcan: “Serán exterminados los dos tercios, perecerán y quedará … solo un tercio” (Cf. Zacarías XIII, 8).

“Las primicias” son los que se convertirán por la prédica de los Dos Testigos que “estarán de pie delante del Señor de la Tierra” (cf. Apocalipsis XI, 3-4). 

Este tercio de los judíos gozará de un privilegio que los otros no gozarán, el de proclamar el Evangelio a todo el mundo, juntamente con los Dos Testigos. Se lanzarán entre persecuciones como lo hizo el Apóstol San Pablo.

Veamos rápidamente los elementos de la conversión de San Pablo que podrían estar presentes en la conversión del primer tercio de los judíos.

San Pablo era un fariseo, y de los más celosos. Si seguimos este lineamiento, supuestamente, también el primer tercio de judíos que se convertirán serán fariseos, y de los más celosos.

La conversión de San Pablo fue un cambio radical en pocas horas, como ya dijimos. Esto indica sin lugar a duda que la conversión del primer tercio de judíos será también un milagro de Dios: un cambio radical inmediato, en pocas horas, natural y psicológicamente inentendible.

Luego, inmediatamente, así como comprendió San Pablo que Cristo Jesús es el Hijo de Dios, el Señor, y que forma con su Iglesia una unidad viva e indisoluble, también ellos aprenderán, junto con su conversión, que Jesús es el Mesías, y que forma una unidad viva e indisoluble con la Iglesia Católica. 

Entenderán perfectamente lo qué es la Iglesia Católica, y su obra evangelizadora por más de 2000 años, y no habrá necesidad de explicarles nada, ni de presentarles testimonios. Será como un catecismo inmediato hecho directamente por Dios en un segundo. Algo maravilloso. 

A partir de esto, inmediatamente, y gracias a la voluntad inquebrantable que demostraron al perseguir a Cristo, así como San Pablo, se pondrán al servicio del Evangelio, sin hacer caso a los sacrificios que tengan que hacer, ni a las persecuciones de los enemigos.

Hay textos que hablan precisamente de esta predicación, que será mundial, a toda tribu, pueblo, nación y lengua. Esto nos remonta a la visión que tuvo San Pablo en el Templo (cf. Hechos XXII), en la que Jesús le mandó a ir a predicar a naciones lejanas.

Y, como San Pablo, a pesar de los inconvenientes que puedan encontrar en el camino, Dios les concederá, como se dice, una puerta abierta, por un tiempo, donde nadie los podrá tocar, ni matar, porque gozarán de un poder semejante al que en la Escritura se le atribuye a los Dos Testigos (cf. Apocalipsis XI, 3;5-6).

Esto despertará sin duda la ira de los judíos que aún no se hayan convertido y de los paganos. Propiamente de este grupo de judíos no-convertidos saldrá el Anticristo; y de los paganos, el Falso Profeta.

Estas dos bestias anunciadas por el Apocalipsis (cf. Apocalipsis caps. XI, XIII y XVII) saldrán del grupo de todos aquellos que no quieran escuchar la predicación del Evangelio a cargo del primer tercio de judíos convertidos. 

Con respecto a quienes no se hayan convertido, se convertirán después, no por la predicación, sino por el testimonio que dará la muerte, resurrección y subida al cielo, al cabo de tres días y medio, de los Dos Testigos (cf. Apocalipsis XI, 7-12).

Estamos hablando de un evento que aún no sucedió y que tiene que suceder antes de la Segunda Venida del Señor. El tiempo entre la conversión de los judíos y la Segunda Venida será muy corto.

Esta comparación, de lo que hizo Dios con San Pablo y la conversión de los judíos, es muy necesaria hoy para saber el desenvolvimiento de los acontecimientos que estarán por acaecer. Así como Dios hizo con San Pablo, así hará también con los judíos llegado el momento.

La conversión de los judíos será comprendida solo por un grupo muy pequeño de católicos, que sobrevivirán a lo que los mismos judíos están realizando en este momento y seguirán haciendo: la consolidación de su Gobierno Mundial, y sus diez reyes distribuidos para gobernar el mundo. 

No se podrá resistir si no con mucho dolor a la tiranía que impondrá sobre la humanidad este Imperio Mundial, aunque creemos, que durará por muy poco tiempo. La Escritura habla de un tiempo muy corto; dice, en concreto, “un día”.

Ese grupo muy pequeño de católicos será inmediatamente reconocido por los judíos convertidos, ya que no podrán dudar del Verdadero Mesías, Nuestro Señor Jesucristo, y su Santa Iglesia Católica. Por una luz especial de Cristo Nuestro Señor van a conocer perfectamente quienes son los verdaderos cristianos. 

Caerán así, todos aquellos que se dicen cristianos y no lo son, los que surgieron de las difíciles separaciones de la Iglesia, como los “ortodoxos”, los “protestantes”, los “falsos católicos”. Todos estos deben desaparecer, para disipar dudas. 

Entre las filas de la “Tradición”, tampoco habrá duda como hoy, que estamos sumergidos en tanta confusión babilónica, en donde se acusan unos a otros, y nadie sabe quién es quién.

Será pues una gracia que nos obtendrá la Santísima Virgen si nos concede poder ver este evento tan maravilloso de la conversión de los judíos y saber que en ellos tendremos a los mejores aliados, pues serán verdaderos católicos.

Así como Bernabé y Ananías se alegraron al ver la conversión de San Pablo, el gran perseguidor, el primero en celo dentro del fariseísmo, así deberemos también nosotros alegrarnos por la conversión de los fariseos actuales.

La protección de Nuestra Señora será más que nunca en vistas a perseverar en la verdadera fe católica, en estos momentos en que estamos llenos de peligros, pero también llenos de esperanza.

Por gracia de Dios podemos ver que todo esto no está muy lejos, aun cuando no se conozcan fechas. Llenos de esperanza, esto nos ayudará a resistir.

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La Conversión de San Pablo, Apóstol – Hechos de los Apóstoles IX, 1-22 – San Mateo XIX, 27-29 – 2024-01-25 – P. Edgar Díaz