En 1936 el Ordinario de Vilnius, Polonia, aprobó la devoción y la Corona a la Divina Misericordia practicadas por la Hermana Faustina. Desde ese entonces esta devoción se extendió rápidamente a los Estados Unidos especialmente después de la Segunda Guerra Mundial.
Pero se sabe que la Hna. Faustina era iliterata y apenas podía escribir unas pocas líneas. La mayor parte de su “diario” fue inventado por las hermanas de su congregación después de su muerte. Debido a las incongruencias encontradas en el diario (escritura diferente, uso diferente de términos), la devoción fue suprimida, y se colocó el diario en el Index Librorum Prohibitorum [Índice de Libros Prohibidos]. Esta decisión fue confirmada por el Papa Juan XXIII el 28 de noviembre de 1958.
Después de la supresión del Papa Juan XXIII, comenzaron a circular traducciones del diario deliberadamente erróneas lo que permitió manipular el texto del diario original. Por ejemplo, menciones a la doctrina católica de que los judíos deben convertirse al cristianismo fueron eliminadas. Las profecías concernientes a un “nuevo orden” fueron
borradas.
A principios de 1978, un cardenal polaco solicitó al Vaticano que retirara la supresión de la devoción. El Vaticano respondió negativamente. En ese momento la oración original que la hermana Faustina había compuesta en 1935 había sido reemplazada por una versión ecuménica enriquecida con terminología Novus Ordo, con cambios sustanciales en las oraciones introduciendo doctrinas no católicas y la herejía de la salvación universal. Entre otras cosas, se omitió la cita de la hermana Faustina sobre las palabras de Nuestro Señor donde condena a los “paganos, herejes y cismáticos”.
Más tarde, en 1978, el Papa polaco Juan Pablo II fue elegido, y la modernizada versión de esta devoción dos veces condenada fue finalmente aceptada en el calendario litúrgico del Novus Ordo en la Octava de Pascua. La “Fiesta de la Divina Misericordia” es estrictamente una fiesta de la Iglesia del Novus Ordo y no tiene ninguna referencia a la liturgia tradicional.
El día de la octava de una fiesta, particularmente de la fiesta más grande, la de la Pascua, es un día significativo en sí mismo. El culto a la Divina Misericordia está así en contravención con el enfoque que la liturgia católica tiene para ese día, o sea, la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y la fe en su divinidad. Como Dom Gueranger, el destacado erudito litúrgico benedictino, comentó en su Año Litúrgico de quince volúmenes: “Tal es la solemnidad de este domingo que no solo es de doble rito mayor, sino que ninguna fiesta, por grandiosa que sea, podría celebrarse en este día”. Esa es la verdadera actitud católica romana, que el Nuevo Orden simplemente ha rechazado.
No es sorprendente que el culto en los tiempos posconciliares esté marcada asociación con otro culto, es decir, el culto de los “Católicos Carismáticos”. Este movimiento está lejos de ser verdadero catolicismo, ya que proviene de la herejía protestante, basada en la noción errónea de que la experiencia emocional siempre acompaña a la concesión de la gracia, mientras que la doctrina católica enseña que la única indicación de la presencia de la gracia es el sacramento mismo. Se puede ver en este concepto de sacramento influencias de la New Age que apela a lo emocional.
¿Es de extrañar que el Nuevo Orden prefiera esta corrupta devoción sobre la tradicional devoción al Sagrado Corazón de Jesús?
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es una devoción mucho más antigua, surgida a principios de la Edad Media gracias a los esfuerzos de San Bernardo de Clairvaux, doctor de la Iglesia, y Santa Gertrudis. Sin embargo, fue a partir de la segunda mitad del siglo XVII que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús conquistó, por así decir, el mundo católico, gracias a las tres revelaciones privadas a Santa Margarita María Alocoque. En poco tiempo se estableció la Fiesta del Sagrado Corazón el viernes después de la Octava del Corpus Christi (el viernes después del segundo domingo después de Pentecostés).
La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, extendida a la Iglesia Universal por el Papa Pío IX en 1856, se convirtió en una fiesta con carácter de expiación por la ingratitud humana hacia Dios por la falta de reconocimiento del sacrificio supremo del Calvario.
El tema de la misa de esta fiesta y del oficio divino fue tomado de las palabras de Nuestro Señor a Santa Margarita María: “He aquí el corazón que tanto ha amado a los hombres grandemente, pero al que se le ha dado tan poco amor a cambio”.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha sido investida por la Iglesia con numerosas indulgencias, y se aprobó la letanía del Sagrado Corazón de Jesús como una de las 5 letanías aprobadas para la recitación pública.
Dado que la legitimidad de la nueva devoción a la Divina Misericordia está en duda, y que en ésta están presentes elementos del culto carismático que fuera condenado por dos papas, los católicos tradicionales seguiremos practicando la más antigua y universal devoción aprobada, la devoción de siempre, del Sagrado Corazón de Jesús y rechazaremos como hemos rechazado cualquier novedad promovida por la Iglesia del Novus Ordo.