domingo, 24 de enero de 2021

Conversión de San Pablo – 2021-01-25 – Padre Gabriel Grosso

La Conversión de San Pablo
Caravaggio


La conversión de San Pablo hoy es más actual e importante que nunca pues nos sirve de modelo para entender cómo será la conversión de los judíos antes de la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo.

Dios siempre hace el bien de una manera muy parecida. Pueden cambiar las circunstancias y las condiciones, pero encontraremos siempre una semejanza en la manera en que Él hace el bien. Esto es muy alentador pues nos permite conocer de antemano una situación futura con un cierto grado de certeza. 

Podremos entonces saber a qué atenernos con respecto a ese acontecimiento tan importante inmediatamente antes de la Segunda Venida de Jesucristo en gloria y majestad, tal como lo es la conversión de los judíos. Nos serviremos para ello del capítulo 9 del libro de los Hechos de los Apóstoles, y nos ajustaremos a las Escrituras interpretadas, así como siempre las interpretó la Iglesia.

La conversión de San Pablo está narrada tres veces en el libro de los Hechos de los Apóstoles y el mismo San Pablo habla dos veces de su conversión en sus epístolas. Sus relatos no son tan extensos como el del capítulo 9 de los Hechos, donde San Lucas le concede un capítulo completo. 

Saulo, como lo nombra la Escritura, perseguía a los Cristianos. Todavía respiraba amenazas y matanzas contra los discípulos del Señor cuando se presentó al príncipe de los sacerdotes y le pidió cartas para Damasco, dirigida a las sinagogas, para traer presos a Jerusalén a cuantos hombres y mujeres hallasen de esta religión. Cerca de Damasco, por súbita aparición de Nuestro Señor, inmediatamente se convirtió de perseguidor y lobo rapaz en discípulo y Apóstol de Jesús. Muy interesante y profundo, por ser una de las pocas conversiones instantáneas e inmediatas. 

Tanto en el libro de los Hechos como en Gálatas vemos que esta conversión fue inesperada y sin haber ofrecido lucha interna alguna de parte de San Pablo. Así lo relata él mismo a los Filipenses: “Fui prendido por Cristo” (Filipenses III, 12). San Pablo jamás esperaba ni se imaginaba esto. No fue una conversión realizada poco a poco, como lo es el caso de los demás Apóstoles, sino súbitamente, y de un modo anormal, por así decir, sin preparación psicológica alguna.

En el capítulo 26 de los Hechos, en otra narración de su conversión, San Pablo revela las palabras que le dijo Nuestro Señor: “Duro es para ti dar coces contra el aguijón” (Hechos XXVI, 14), qué quiere decir “es inútil resistir a la voluntad de Dios”. Cuando Dios quiere positivamente algo nadie se lo puede impedir. 

En 1 Corintios 15 San Pablo nos narra su propia experiencia: vio a Cristo (Cf. 1 Corintios XV, 8). Lo vio resucitado. Por ende, la conversión de San Pablo es psicológicamente incomprensible, un fenómeno de la gracia, y un prodigio de la particular elección y vocación de Dios. 

Su conversión no se podía esperar, como tampoco nadie espera hoy la conversión de los judíos, salvo aquellos que creen en las Escrituras, porque escapa al orden natural, y también al orden preternatural de los ángeles, ya que estos no tienen fe: los malos, porque no quieren creer, y los buenos, porque ya saben todas las cosas, no necesitan creer.

Al decir que la conversión de San Pablo es psicológicamente incomprensible y que es debida a la gracia de Dios, podemos concluir que los judíos también se van a convertir por un milagro de la gracia. No van a convertirse por medio de un razonamiento lógico, aún cuando se les explique claramente todas las Escrituras.

Más tarde, después de su conversión, San Pablo aprendió que Cristo es el Hijo de Dios, el Señor, y que forma con sus creyentes una unidad viva e indisoluble, cómo le dijo el mismo Cristo: “¿Por qué me persigues?” (Hechos IX, 4), siendo que perseguía a los Cristianos: “Todavía respiraba amenaza y muerte contra los discípulos del Señor” (Hechos IX, 1).

Fue entonces un cambio radical. No se explica naturalmente. Su conversión fue además perseverante y duradera, probada con muy duros sacrificios, como se deben probar las conversiones. También fue acrisolada por Dios incluso con el martirio. 

Ya se veía que la personalidad de Saulo era recia, decidida, y de mucho empeño, al querer acabar con los discípulos del señor Jesús. Ahora que es Pablo, puso todo su tesón y encausó toda su actividad en favor del Evangelio. Apenas se convirtió se hizo predicador del Evangelio. Esto despertó la ira de los judíos que inmediatamente quisieron matarlo. 

Todavía en Damasco, habiendo dejado ya de ayunar, recobró la vista y fue bautizado inmediatamente. Fue a la sinagoga, y en vez de prender a los Cristianos, como lo venía haciendo, predicó que Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios, el Señor.

A los pocos años volvió a Jerusalén, pero tuvo que huir, porque por su fervor Cristiano los judíos quisieron matarlo aquí también. La persecución por el nombre de Jesús lo siguió por todas partes ya que se había entregado plenamente al Evangelio. 

San Agustín, comentando el pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles, dice que el Apóstol Pablo se convirtió de perseguidor de los Cristianos en predicador de Cristo. En efecto, dice, Jesucristo ha abatido un perseguidor para hacer de él un doctor de la Iglesia, “el Doctor de la Iglesia”, Doctor de los Gentiles.

La oración colecta de la Misa dice: “Oh Dios qué enseñaste al mundo entero con la predicación del bienaventurado Apóstol San Pablo”. Dios lo utilizó para enseñar al mundo entero. Según San Pablo, cumplido el ingreso de la plenitud de los gentiles en la Iglesia, los judíos se convertirán en masa. 

El padre Lacunza, citando y combinando unos textos bíblicos con otros, dice que la conversión de los judíos será al principio de tan solo un tercio de todos ellos (Cf. Zacarías XIII, 8). Este tercio se llamará “las primicias”. Los otros dos tercios continuarán por un tiempo siendo perseguidores de Cristo, hasta que se produzca una limpieza de ellos. Matará a todos los que no quieran convertirse, y luego, al final, en poco tiempo, se completará la conversión de todos los judíos, y todo Israel será salvo. 

Las primicias son los que se convertirán al principio por la prédica de los Dos Testigos. Gozarán de un privilegio que los otros no gozarán. Ese primer tercio, juntamente con los Dos Testigos, se lanzará entre persecuciones a proclamar el Evangelio por todo el mundo, así como lo hizo el Apóstol San Pablo.'

San Pablo recibió el bautismo de parte de Ananías, que había sido enviado personalmente por Nuestro Señor a bautizarlo: “Anda, porque un instrumento escogido es para mí ese mismo, a fin de llevar mi nombre delante de naciones y reyes e hijos de Israel; porque Yo le mostraré cuánto tendrá que sufrir por mi nombre” (Hechos IX, 15-16)

Tanto en Damasco como en Jerusalén los judíos lo habían querido matar, porque San Pablo no podía ser indiferente a nadie. Alegraba a los cristianos con su conversión y discutía, convencía, y discutía con los judíos hasta que no los podía convencer más, y estos le querían matar. Entonces él los rechazaba, como había predicho Isaías: “Se ha embotado el corazón de este pueblo… esta salud de Dios ha sido transferida a los gentiles…” (Hechos XXVIII, 27-28).

Antes de partir de Jerusalén tuvo una visión en el templo el año 47-48 en la que Jesús le manda ir a predicar a los paganos: “Anda, que Yo te enviaré a naciones lejanas” (Hechos XXII, 21).

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Veamos rápidamente los elementos de la conversión de San Pablo que podrían estar presentes en la conversión del primer tercio de los judíos.

San Pablo era un fariseo, y de los más celosos. Si seguimos este lineamiento, supuestamente, también el primer tercio de judíos que se convertirán serán fariseos, y de los más celosos.

La conversión de San Pablo fue un cambio radical en pocas horas. Esto indica sin lugar a duda que la conversión del primer tercio de judíos será también un milagro de Dios: un cambio radical inmediato, en pocas horas, natural y psicológicamente inentendible.

Luego, inmediatamente, así como comprendió San Pablo que Cristo Jesús es el Hijo de Dios, el Señor, y que forma con su Iglesia una unidad viva e indisoluble, también ellos aprenderán, junto con su conversión, que Jesús es el Mesías, y que forma una unidad viva e indisoluble con la Iglesia Católica. Se van a dar cuenta perfectamente lo qué es la Iglesia Católica y lo qué hizo la Iglesia Católica durante estos 2000 años y no habrá necesidad de explicarles nada, ni de presentarles testimonios. Será como un catecismo inmediato hecho directamente por Dios en un segundo. Algo maravilloso. 

A partir de esto, y gracias a la voluntad inquebrantable que demostraron al perseguir a Cristo, así como San Pablo, se pondrán inmediatamente al servicio del Evangelio, sin hacer caso a los sacrificios que tengan que hacer, ni a las persecuciones de los enemigos. Decididamente, irán hacia adelante, haciendo como San Pablo, que los que queden vivos en ese momento conozcan que Cristo es Hijo de Dios, el Señor, y que forma una unidad viva e indisoluble con la Iglesia Católica.

Esto despertará sin duda la ira de los judíos que aún no se hayan convertido y de los paganos. Propiamente de este grupo de judíos no-convertidos saldrá el Anticristo; y de los paganos, el Falso Profeta. Estas dos bestias anunciadas por el Apocalipsis (cf. Apocalipsis caps. XI, XIII y XVII) saldrán del grupo de todos aquellos que no quieran escuchar la predicación del Evangelio a cargo del primer tercio de judíos convertidos. 

Hay textos que hablan precisamente de esta predicación, que será mundial, a toda tribu, pueblo, nación y lengua. Esto nos remonta a la visión que tuvo San Pablo en el Templo (cf. Hechos XXII), en la que Jesús le mandó a ir a predicar a naciones lejanas, como ya dijimos.

Y, como San Pablo, a pesar de los inconvenientes que puedan encontrar en el camino, Dios les concederá, como se dice, una puerta abierta, por un tiempo, donde nadie los podrá tocar, ni matar, porque gozarán de un poder semejante al que en la Escritura se le atribuye a los Dos Testigos (cf. Apocalipsis XI, 3;5-6). Nadie podrá hacerles daño ni matarlos por un tiempo, dos tiempos, y la mitad de un tiempo. 

Pero luego se les quitará ese poder, y caerán bajo las garras del enemigo. Algunos de ellos, sin embargo, serán librados, para que puedan pasar a otro tiempo, pues de lo contrario no quedaría nadie que predique el Evangelio.

Con respecto a quienes no se convirtieron, se convertirán después, no por la predicación, sino por el testimonio que dará la muerte, resurrección y subida al cielo, al cabo de tres días y medio, de los Dos Testigos (cf. Apocalipsis XI, 7-12).

Allí se convertirán los judíos que faltan, aunque tendrán que morir, ya que no serán merecedores del premio de ser librados de la persecución que desatará el Anticristo en sus tres años y medio de dominio, por causa de su conversión tardía. Por esta razón, no pasarán a reinar con Cristo, en el siglo futuro.

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Estamos hablando de un evento que aún no sucedió y que tiene que suceder antes de la Segunda Venida del Señor. El tiempo entre la conversión de los judíos y la Segunda Venida será muy corto. Lo que estamos haciendo entonces es comparar lo que hizo Dios con San Pablo para saber, al menos un poco, cómo se va a dar la conversión de los judíos. Así como Dios hizo con San Pablo, así hará también con los judíos llegado el momento.

Al momento de escribir estas líneas el mundo está cambiando vertiginosamente. Es por eso por lo que pensamos que el mundo que verá la conversión de los judíos no es el mundo que conocemos ahora. 

El mundo que verá la conversión de los judíos será un mundo donde solo existirán nada más que judíos, paganos, y un grupo muy muy pequeño de católicos, que sobrevivirán a todo lo que los mismos judíos están realizando en este momento y seguirán haciendo por varios años más para consolidar su Gobierno Mundial, o más bien, su Imperio Mundial, con sus diez reyes a la cabeza, para gobernar todo el mundo. 

No se podrá resistir si no con mucho dolor a la tiranía que impondrá sobre la humanidad este Imperio Mundial, aunque creemos, que durará por muy poco tiempo. Podría llegar a ser una cosa inmediata, instantánea. La Escritura habla de un tiempo muy corto; dice, en concreto, “un día”. En un día, pues, caerá la ciudad de los gentiles. En un día, y en una hora.

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¡Dios quiera concedernos la gracia de estar en ese grupo muy pequeño de católicos! Ese grupo será inmediatamente reconocido por los judíos conversos, ya que nadie va a dudar de ello, porque por una luz especial de Cristo Nuestro Señor, van a saber y van a darse cuenta perfectamente quienes son los verdaderos cristianos. 

Ya no habrá tanta duda como hay hoy en el medio de tanta confusión babilónica en la que estamos viviendo, en donde todos se acusan unos a otros, y nadie sabe quién es quién. Algunos hablan de sus frutos, pero está mal hablar de los propios frutos, da pie para dudar de su autenticidad, ya que no es recomendable quien se recomienda sí mismo, sino aquel que lo recomienda Dios (cf. 2 Corintios X, 18).

Pidamos a la Santísima Virgen su protección. Que ella nos obtenga la gracia de poder ver este evento tan maravilloso de la conversión de los judíos y que sepamos cómo reaccionar en ese momento, que sepamos que en ese grupo vamos a tener a los mejores aliados, pues serán verdaderos católicos, y que nos alegremos por esto, así como cuando Bernabé y Ananías se alegraron al ver la conversión de San Pablo, el gran perseguidor, el primero en celo dentro del fariseísmo.

Pidámosle también su protección, para que nadie nos seduzca, ni nos engañen, como dice Nuestro Señor en el Evangelio de San Marcos (XIII). De las cosas materiales se encargará Él, no debemos preocuparnos. 

La protección de Nuestra Señora será en vistas ciertamente a perseverar en la verdadera fe católica, en estos momentos en que estamos llenos de peligros, por un lado, pero también llenos de esperanza, por otro, pues podemos ver que todo esto no esta muy lejos. No sabemos fechas, pero creemos no estamos muy lejos de ver la conversión de los judíos. Llenos de esperanza, esto nos ayudará a resistir.

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