El Profeta Isaías |
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Matar almas; éste es su objetivo. Una batalla en la que se ha debatido la historia de la humanidad a lo largo de los siglos es la que existe entre la verdad y el error. La verdad conduce a la vida, mientras que el error conduce a la muerte.
Si es cierto que todas las guerras nacen de la codicia de las riquezas, que se desencadenan por el hambre de oro, ya sea amarillo o negro, es igualmente cierto que hay guerras que nacen de otra codicia, a saber, la de apoderarse de las almas.
Estas guerras son solo en el plano espiritual, porque lo espiritual es decisivo. Y porque es decisivo, la lucha es feroz, y se recurre a la más mortífera de las armas: el engaño. Por eso, el falso profeta enmascara su codicia con alguna apariencia de honestidad y de protección por los demás. En realidad, lo que busca es separar de Dios.
¿A quién le puede interesar una guerra espiritual? Solo a quien le interesa ser Dios. Al diablo le interesa ser Dios; y a sus secuaces aquí en la tierra, también. Por eso, el falso profetismo no tiene ninguna explicación si no se tiene en cuenta el misterio de la iniquidad, que nace de la perversión de querer ser Dios.
Por lo tanto, no toda guerra es decisiva por lo dorado o negro, sino por lo espiritual. Y el arma usada es la falsedad. Por eso, el hombre se define a partir de la verdad. Y si no puede definirse con relación a la verdad, entonces no tiene vida. Es ya un suicida, de su propia alma, y un asesino de las demás.
De ahí la gravedad de la advertencia de Jesús en contra de los falsos profetas.
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Muchos dicen que los falsos profetas son los herejes. Un hereje es alguien que predica una doctrina falsa, o el error, si se quiere. Pero el hereje no esconde que su doctrina es falsa. No se hace pasar por católico para que se acepte su enseñanza; dice claramente que no es católico, como Lutero.
El falso profeta, en cambio, se hace pasar por católico, y éste es el aspecto que lo convierte en muy peligroso. Es muy ladino. Luego, no nos olvidemos de este aspecto fundamental: el engaño.
En sentido teológico quien habla en nombre de Dios se le llama “profeta”, principalmente porque ha recibido de Dios una misión para anunciar la verdad a los hombres.
Santo Tomás de Aquino dice que los profetas son los Prelados y los Doctores de la Iglesia. El primer Prelado y Doctor de la Iglesia es el Papa. Luego siguen, los Cardenales, Obispos y sacerdotes. Todos son sacerdotes que han recibido de Dios el encargo de transmitir la verdad a los hombres.
Ahora bien, cualquiera de estos podría ser un falso profeta en la medida en que engañe a los demás con respecto a la verdad. Un verdadero Papa debería ser el primer Prelado y Doctor de la Iglesia en cumplir con la veracidad, porque solo Él es infalible para finiquitar una verdad de fe y para mantener las costumbres de fe y moral. Para esto cuenta con la promesa divina de Nuestro Señor Jesucristo.
Pero si el Papa es primero como Prelado y Doctor, también lo será como falso profeta, en cuanto personalmente rechace la gracia que le viene de la promesa de Nuestro Señor. Nunca ha sucedido que un Papa haya rechazado esta promesa después de haber sido elegido Papa, de lo contrario, deberíamos admitir que la promesa de Nuestro Señor Jesucristo falló.
El caso actual es muy controvertido. Nos referimos al Sr. Bergoglio, y también a los anteriores. Estos de ninguna manera podrían haber llegado a ser elegidos Papa, y luego contar con la promesa divina de infalibilidad de Nuestro Señor Jesucristo. De ninguna manera. Nuestro Señor no es tonto.
Por eso, la más correcta deducción de estos casos tan particulares en la Iglesia, y que no son más que signos de los últimos tiempos, es que son simplemente un usurpador. Es decir, no están allí para ser Papa; sino para la demolición. Su decisión está tomada de antemano. En toda justicia hay que decir que no eran católicos antes de ser elegidos. Luego, no son Papa.
Y de nuevo volvemos a la táctica del engaño. Se hacen pasar por Papa; y muy bien. El fruto que obtienen es la de alejar cada vez más a los pobres católicos de la verdadera doctrina de Jesucristo. Esto lo logran cambiando el contenido de los Dogmas de la Iglesia.
Es decir, el católico hoy está engañado en el sentido de que cree seguir creyendo en un determinado dogma, pero en realidad está creyendo en un nuevo contenido que tiene el mismo nombre del dogma en cuestión. Es muy sutil.
La doctrina ya está afectada, pero nadie se entera. Nadie dice nada; y no decir nada es convertirse en un falso profeta. No quieren enterarse tampoco; prefieren seguir siendo engañados.
Alguien una vez me dijo: “Van a ir a Misa creyendo adorar a Dios; pero en realidad, a quien estarán adorando, es al diablo”. En ese momento yo pensé que estaba exagerando. Con el tiempo comencé a entender…
Esta persona que me dijo esto aún cree ser sacerdote; y no da el paso decisivo de aceptar la dolorosa realidad de admitir que ha sido engañado, y que, en realidad, no es sacerdote. Muy triste. Oraciones por él.
Todo el clero post-conciliar es falso profeta. Eclesiástica y teológicamente están en el error. Enseñan el error. No enseñan la verdad. Cuando dicen una verdad, la dicen mezclada con error. Y logran engañar a la gente porque se presentan con apariencia de piedad, legitimidad, y sacerdocio.
La Jerarquía de la Iglesia está podrida. Al enfermo lo tenemos dentro. Por eso Nuestro Señor Jesucristo nos lo advierte, porque “no os vais a dar cuenta”. Hemos sido todos inoculados con la vacuna anti-católica, y nosotros seguimos felizmente proclamándonos católicos. ¡Vaya incoherencia!
Luego, falso profeta es aquel que pretende ser un enviado de Dios sin serlo en realidad. Es usurpar la más alta misión que se le puede encomendar a un hombre sin haber sido investido por Dios para ella.
Y esto será así, hasta que la Iglesia deje de mantener el imperio de la verdad, según San Pío X. Allí retornará Nuestro Señor, previa venida del anticristo.
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Por los frutos los conoceréis. El fruto bueno, dice Santo Tomás de Aquino, es la profesión de la fe, de la doctrina, en la verdad y la justicia. Por eso, el mal pastor es un mendaz, un mentiroso.
El pastor tiene la autoridad para regir, para guiar. Para eso tiene autoridad, pero en justicia y en verdad. Hay que predicar la verdad.
La verdad en la doctrina. Hay que ser claros, concisos, precisos, sin ambigüedades, sin confusiones. Los frutos hablarán. Donde hay confusión, donde hay tinieblas, no hay frutos.
Mantenerse firme, dando testimonio dentro de las posibilidades que cada uno tiene. Nunca olvidar que hay que hacer la voluntad del Padre celestial.
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Si me he equivocado, no olvidéis que Pedro le preguntó a Nuestro Señor, “Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y le perdonaré? ¿Hasta siete veces? Y Jesús le contestó: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (San Mateo XVIII, 21-22).
Nada nuevo bajo el sol: “Elimas, el mago –así se interpreta su nombre—se les oponía, procurando apartar de la fe al procónsul. Entonces Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando sus ojos en él, le dijo: ‘¡Oh, hombre lleno de todo fraude y de toda malicia, hijo del diablo, y enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de pervertir los caminos rectos del Señor?’’’ (Hechos de los Apóstoles XIII, 8-10).
Hoy, después de 60 años, ¿no tenemos demasiada evidencia para saber de cuantos LOBOS estuvimos y estamos rodeados? “Por los frutos los conoceréis” (San Mateo VII, 20).
¡La Iglesia Conciliar y sus Papas! ¡He ahí los frutos! Más todos los que por culpa propia todavía siguen allí. ¡En lobos se convertirán por conveniencia!
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