miércoles, 14 de julio de 2021

Monje por un Día - Reglas de un Cartujo


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Algunas reglas para vivir en soledad con Dios

12 Sea firme en sus convicciones, pero siempre dispuesto y pronto para abrazar la verdad. 

13 Trabaje en silencio, sin decir lo que hace. No busque reconocimiento ni aplauso. Acepte lo que la misma Providencia le depare en todo lo que se refiere a sus acciones. 

14 Sepa, en todo lo que emprende, que su Patria verdadera es el cielo y que ahora se halla en el misterio del exilio. Pero no olvide que encontrará el cielo en su alma. Su mismo espíritu le anticipa la eternidad.

15 No establezca ni se ate con un horario rígido. Adhiera a un orden armónico que pueda, fácilmente, adaptar. Busque también la belleza de la sucesión de las horas. 

16 Intente integrar las sorpresas, esto es: lo imprevisto. No desvanezca ante ello. La vida contemporánea abunda en lo que no se aguarda. En ocasiones se trata de las trampas del diablo para que pierda el equilibrio en su camino. No preste atención ni se angustie, que todo pasa. Continué como si nada ocurriera, morando en el silencio de su propio interior. Cultive la paz. 

17 Aprenda a vivir en algunos minutos o, quizá, en algunas horas, lo que otros viven a lo largo de todo su tiempo. Así, la soledad, el retiro, el recogimiento… Sea monje de un solo día. Aproveche los momentos y las auroras. Descubra en las horas y en los paisajes, en la música y en toda manifestación de la belleza, la hondura de su verdadera soledad interior. 

18 Se dicho que el verdadero hombre es el del verdadero día, del eterno día. Es capaz de vivir toda la vida en un solo día. Quizá porque todas sus jornadas son las de siempre. Oriéntese, pues, el peregrino hacia el último día. Cada instante le entregará la eternidad. 

19 Aprenderá a prolongar los instantes privilegiados, cuando el tiempo es atravesado verticalmente. Así la Santa Misa, como toda celebración de la Liturgia en la que haya participado. Y aún aquellas que le son lejanas, en el tiempo y en el espacio. Únase, por dentro, a la vida que no ve y que, sin embargo, requiere de su plegaria y de su vigilia. 

20 Lo mismo en los instantes de silencio y de recogimiento. Especialmente descubra el misterio religioso de la noche y haga de esas horas su propio desierto. 

21 Tenga en cuenta que velar en la noche puede ser mayor que esconderse en el fondo del desierto. La soledad –decía André Louf— era una porción del mundo que servía al ermitaño para situarse en el universo. La porción que ahora le pertenece es: tiempo. Vigile y vele, según sus posibilidades, y proyecte su vigilia en todas las horas. 

22 Tenga presente lo que enseñaba San Isaac el Sirio: si un monje, por razones de salud, no pudiese ayunar, su espíritu podría, por las solas vigilias, obtener la pureza de corazón y aprender a conocer en plenitud la fuerza del Espíritu Santo. Pues solo quien persevera en las vigilias puede comprender la gloria y la fuerza que se esconden en la vida monástica. 

23 Permanezca en vigilia por medio de las oraciones breves. Practique la lectura espiritual y, a ser posible, rece diariamente, todas las horas del Oficio Divino.

Sobre el recogimiento 

34 El recogimiento es lo esencial de esta Regla. Se entiende por recogimiento la unificación interior de la persona en la Presencia de Dios.

35 Aún cuando no pudiera, por motivo válido, ser observado uno u otro de los artículos de esta Regla, bastará esta tercera parte para cumplir con ella.

36 Vivir de la Presencia de Dios en todo tiempo y lugar y someterle todo.

37 Estos artículos no se no se refieren, desde luego, a cuanto compete al cristiano en su condición de tal. Presuponen el llamado a la santidad y a la unión con Dios. En cambio, apuntan al recogimiento habitual de los que perciben una especial vocación a la contemplación y a la intimidad con el Señor.

38 La Contemplación consiste en atender y adherir a la Presencia de Dios en el fondo, raíz, y centro de nuestro ser. Teniendo en cuenta que ésta es una gracia, viva de ella, y pídala constantemente. Recuerde que el contemplativo no conoce más o menos que otros, sino que es capaz de extasiarse donde los demás pasan con indiferencia. 

39 La Contemplación no es un camino de conocimiento sino un llamado a una experiencia que trasciende todo camino o proyecto.

40 Disponga de un tiempo infinito para Dios. Practique, asiduamente, la lectura espiritual.

41 Si, alguna vez, se hallará en un ambiente adverso y descubriera que los más cercanos son los más distantes, convierta todo ello en escuela de caridad y aprenda a trascender, por lo alto por lo bajo, las imposiciones de cualquier lugar. 

42 No deje de combatir. Sea fiel y constante. Huya de los laberintos. La lucha es siempre saludable. Sea perseverante en las pruebas.

43 Silencio y Recogimiento. Solo Dios basta. En un corazón puro no existen más disonancias ni distancias con Dios. Está abierto al Misterio y se halla en conformidad con la voluntad del Padre. El auténtico silencio es propio de un corazón puro, semejante y unido el Corazón de Dios. Podrá, pues, vivir en un silencio completo cuando descanse sin reparos, como un niño, en el mismo Señor.

44 El silencio consiste, sobre todo, en callar para oír algo siempre más grande. Deje sus análisis y el alud de sus deducciones. Permite que el silencio se manifieste en su interior. Puede estar muy empeñado en todo tipo de actividades y, al mismo tiempo, gozar del silencio, que es patrimonio del alma y expresión de Dios. 

45 No cometa agresiones ni abuse de cuanto pasa. Respete y no se apresure a responder o a intervenir en lo que sea. Mire con benevolencia. Todo está a su favor. 

46 Libérese de todo lo que no lo atañe. No dependa de personas o de situaciones. Calle las voces que lo lleven a analizar en exceso. Busque su refugio y su auxilio en solo Dios. Nunca será defraudado.

47 Corazón Puro. Unificado en el Señor. Va a Dios por Dios. Dios mismo es su vida. Que la invocación del nombre de Jesús le recuerde, constantemente, la presencia del mismo Señor y su unidad interior e íntima con Él. 

48 Encuentra el misterio del desierto en su propio interior y en cuanto eventualmente lo circunda. 

49 Toda desolación o prueba podrá conducirlo, si así lo quiere, al Misterio de Cristo. 

50 Es propio del solitario estar con el Señor en su agonía. Ofrezca y consagre las horas y el sufrimiento consciente de su fecundidad.