lunes, 25 de octubre de 2021

Estudio de la Cuestión de la Moralidad de las Vacunas contra el COVID — R.P. Joseph d’Avallon OFMCap — Monasterio de Morgón

Infierno (Detalle)

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Del uso de la línea criminal HEK 293

La cuestión de la moralidad de las vacunas contra el COVID

En homenaje a la Doctora Alexandra Henrion-Caude y a la Señora Pamela Acker por su coraje.

“Todo hombre de entre los hijos de Israel que entregue uno de sus hijos a Moloc, será ejecutado... Lo cortaré de entre su pueblo, porque entregó uno de sus hijos a Moloc, haciendo impuro mi santuario y profanando mi santo Nombre” (Levítico XX, 2-3).

“(...) Los que llevan una vida conforme a los preceptos del Señor, se abstienen de todos los remedios que Dios no ha destinado a ese fin; aún cuando estuviesen seguros de sanar por ese medio, no dejarían de tenerles horror como artificios y encantamientos del demonio”.

Estas palabras están sacadas del Catecismo del Concilio de Trento en su explicación de la séptima petición de la Oración Dominical.

Nos llevan a cuestionarnos a nosotros mismos, así como a la reacción instintiva de muchos católicos, sobre las informaciones genéticas – impropiamente llamadas vacunas –, en cuya elaboración se hace uso de células humanas de un feto abortado. 

El hecho no está en disputa. Pamela Acker, en sus diversas entrevistas en Life Site News, y en su libro “Vaccination: a Catholic Perspective”, nos proporciona una documentación de la más alta importancia sobre el tema, de la cual nos serviremos para nuestro estudio, que se limitará esencialmente a estimar la moralidad de la aceptación de hacerse vacunar siendo que la vacuna hace uso de células HEK-293 en su producción.

Nota: Entre los laboratorios que utilizan células HEK 293, una o más veces en la producción de vacunas y antes de su comercialización, mencionamos a Astrazeneca, Sputnik V, Novavax, Moderna y Pfizer.

Le agradecemos igualmente habernos transmitido las reflexiones de Alvin Wong en “The Ethics of HEK-293”, y el habernos dado la ocasión de descubrir otros autores norteamericanos que vienen difundiendo una argumentación teológica sobre el tema hace casi veinte años. 

Debe reconocerse que los católicos de Estados Unidos, en los medios conservadores o tradicionalistas, llevan una fuerte ventaja sobre nosotros sobre la cuestión y que estaríamos muy errados si ignorásemos su pensamiento.

En el presente trabajo, después de haber descrito el origen de la línea celular HEK-293 (I), explicado sus relaciones en la fabricación de la producción de las vacunas contra el COVID (II), buscaremos identificar y enumerar los pecados que se cometen en el curso de la producción de las vacunas (III) y propondremos después una reflexión de orden moral sobre la transmisibilidad del pecado (IV). Buscaremos, finalmente, estimar qué tan lejos está el consentimiento de hacerse vacunar de los pecados cometidos (V).

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I – Sobre el origen de las células HEK-293

“HEK” es el acrónimo de (los términos ingleses) “human embryonic kidney”. He ahí una prueba de que el origen de la línea celular que porta ese nombre tiene por origen el riñón de un embrión humano.

El número 293 nos informa sobre la cantidad de experimentos que previamente fueron necesarios hacer para llegar al desarrollo estable y casi inmortal de esta línea celular.

“Esto no significa que hubo 293 abortos, sino que para obtener 293 experimentos se necesita más de un aborto. Probablemente estemos hablando de cientos de abortos”.

Nota: Pamela Acker, en una entrevista realizada por John-Henry Westen de Life Site News y traducido por Jeanne Smith, en su blog, el 23 de enero de 2021.

Para dar una idea de la cantidad de abortos que se necesitan, se sabe que para la línea celular WI38, también proveniente de un feto abortado, se utilizaron 32 abortos (Ibídem).

Esta proporción es aproximadamente la misma en el caso de otras líneas más. Fundándose sobre esta proporción, habría habido aproximadamente 246 abortos antes que el del feto abortado en 1972 en Holanda, del cual se originó la línea celular denominada HEK-293.

En su libro “The Ethics of HEK-293”, Alvin Wong menciona una entrevista con el doctor Alex van der Eb que estuvo involucrado en el desarrollo de esta línea y que precisa, hasta donde recuerda, que el feto en el origen de esta línea era perfectamente normal. Las razones de este aborto eran sin dudas conocidas por él, pero no las recuerda (Alvin Wong en “The Ethics of HEK-293”, The National Catholic Bioethics Quarterly, 2006, p. 274). Ese feto era el de una niña.

Wong da las muchas y convincentes razones por las cuales es altamente probable que el aborto inicial de la línea HEK-293 no fue un aborto espontáneo sino un aborto provocado.

Como lo explica Pamela Acker, es importante saber, sobre todo, que los investigadores necesitan obtener el tejido humano dentro de los cinco minutos posteriores al aborto para que sea con certeza utilizable (Pamela Acker, ibídem).

Quitar el riñón una hora después de la muerte del feto ya no sirve para nada. Pero es evidente que, si fue un aborto espontáneo, hay muy pocas posibilidades de poder intervenir a tiempo. Solo el aborto provocado permite extraer con gran rapidez el codiciado riñón.

En esta lógica se comprende el deseo de los investigadores de que los bebés sean traídos al mundo por cesárea. En efecto, es cuando se los recolecta vivos que las posibilidades de extraer el riñón en las mejores condiciones son óptimas.

Por lo tanto, generalmente se extirpa el riñón cuando el corazón late bien aún. La extirpación del órgano tiene lugar normalmente sin anestesia para no crear perturbaciones celulares. También puede ejercerse presión sobre las madres para retrasar la fecha del aborto a fin de obtener un riñón mejor desarrollado. 

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II – Sobre la utilización de células HEK-293 en la fabricación de la “vacuna” contra el COVID.

Nota: Como lo han subrayado numerosas autoridades, y en particular la doctora Alexandra Henrion-Caude, la palabra “vacuna” es en realidad inadecuada. Se debería hablar más bien de una “información génica”. Utilizamos la palabra “vacuna” por comodidad.

Para llegar a las vacunas puestas en el mercado por los laboratorios, hay que distinguir tres usos diferentes de las células HEK-293. El primero tiene lugar en la fase de diseño y producción de la vacuna. El segundo se da en la fase de prueba de su eficacia, y el tercero, para posibilitar las pruebas de eficacia de lotes de vacunas antes de su uso.

Expliquemos brevemente en qué consisten, diferenciando las vacunas clásicas de las vacunas llamadas de ARN mensajero, para las fases de diseño y producción. 

Para las vacunas basadas en un vector viral, las células HEK-293 pueden ser utilizadas en todas las etapas de su preparación: para el diseño y producción de la vacuna por transfixión de dichas células.

Por el contrario, para las vacunas llamadas de ARN mensajero, aunque el acido nucleico se produce por biotecnología a partir del cariotipo del Coronavirus, los científicos se han visto obligados a crear genéticamente una proteína “espiga” más resistente que la que existe naturalmente. 

Sin embargo, los experimentos para obtener las mutaciones deseadas en la proteína han sido llevados a cabo inicialmente en células HEK-293. Así, Pamela Hacker concluye “la proteína de pico codificada por las vacunas se desarrolló originalmente en células fetales abortadas” (Pamela Acker, ibídem).

Posteriormente, antes de intentar la inyección de la vacuna en un ser humano, se comienza por probarla en cultivo celular en laboratorio porque es menos caro y peligroso que hacer el ensayo en humanos. 

Ahora se ha podido verificar que el ARNm producido artificialmente permite obtener la producción controlada de la proteína. Es lo mismo para las vacunas clásicas. Ahora bien, estas verificaciones se efectuaron en células HEK-293. 

Finalmente, cada vez que se fabrican nuevos lotes – o con mayor frecuencia – se constata antes la eficacia sobre células HEK-293. 

Concluyamos diciendo que, incluso si las “vacunas” ofrecidas por los laboratorios que hacen uso de células HEK-293 teóricamente no contienen restos de células humanas, no hay certeza al respecto.

En efecto, la purificación de las vacunas generalmente se realiza por centrifugado porque es un proceso económico. Si se quisiera una garantía perfecta de pureza, se deberían utilizar, en cambio, medios más costosos.

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III – Identificación y enumeración de los pecados cometidos en la comercialización de las “vacunas”

Estamos ahora en condiciones de distinguir, enumerar e identificar los pecados sucesivos pasados y presentes cometidos al poner en el mercado las vacunas, y los previsibles en el futuro, para seguir abasteciendo el mercado. 

1. Pecados pasados

1. En el origen, los abortos: 

Hemos conjeturado el rango plausible del número de abortos requeridos para obtener las células renales en buen estado: entre 240 y 250, y hemos indicado las razones por las que debe descartarse la hipótesis de abortos espontáneos. 

Si es verdad que un solo aborto es un crimen abominable, la fosa común de bebés que descubrimos en el origen de la línea celular HEK-293 acrecienta particularmente el horror, y subraya el cinismo de los criminales mercaderes de carne humana. Incluso si los abortos no fueron decididos en vista de obtener células humanas, se puede ver que el método utilizado ha sido elegido con esta intención.

2. Vivisección sobre seres humanos
A falta de conocer un termino más apropiado, utilizamos esta palabra para designar las disecciones que se realizan sobre animales vivos. Solo que éstas son practicadas ahora sobre bebés arrancados del vientre materno. 
Se les extirpa un riñón o el otro, si es posible mientras están todavía vivos, para que los tejidos recolectados sean de mejor calidad. Se evita incluso de proceder a una anestesia preliminar para no arriesgarse a una perturbación de las células. Esta carnicería sobre los bebés vivos, probablemente se repite alrededor de tantas veces cuantos abortos hemos calculado. 
3. Privación de ambas vidas 
Todos estos bebés mueren sin ser bautizados y van al limbo. Los homicidios no los privan solamente de su existencia terrena, sino también de la esperanza de la vida bienaventurada. Privan al mismo tiempo a Dios de todos los que hubieran podido ser sus hijos por la gracia y sus adoradores en el Cielo. Quien contempla las cosas según la Fe debe reconocer en este tercer pecado el apogeo de la abominación. 
4. Robo y usurpación de órganos 
Evidentemente, los bebés destripados no han dado su consentimiento para que los riñones se les sean arrancados a fin de servir a la ciencia, la investigación, o la industria. Y, suponiendo que una madre haya aceptado que su bebé sea entregado vivo al descuartizador, su consentimiento, subsecuente al que dio para el asesinato de su hijo, es inicuo, carente de todo valor. ¿Sería admisible que la práctica de la vivisección relegue definitivamente toda legitimidad a la jugosa recolección de esos riñones? (En venta libre en el sitio de la sociedad ATCC, puede agregar a su canasta 10 μg de HEK-293 al precio de 439 €). 
Hubo, entonces, en el origen, robo criminal de órganos humanos. Cabe agregar aquí que no hay solo robo, sino también usurpación, ya que hay verdaderamente una apropiación por parte de los que adquieren los derechos sobre esos órganos. 
El signo indiscutible de esta usurpación radica en la lectura del ADN de cualquier célula de la línea HEK-293. Esto mostraría que el ADN es el de una persona única, el de este embrión asesinado en 1972 en Holanda. 
Si es verdad que el hombre no tiene mas que el usufructo de su cuerpo y que su usufructo cesa a partir de su muerte hasta la Resurrección de los cuerpos, los restos de ese cuerpo no pertenecen más que a Dios, y deben ser depositados en tierra. A lo largo de los siglos, los carroñeros y los descuartizadores han sido condenados a muerte.

 2. Pecados presentes 

5. Receptación y explotación ilegitima de células humanas: 

La receptación es la posesión injusta de lo que no nos pertenece. Los laboratorios en posesión de células HEK-293 son culpables de receptación de células humanas. Su actividad a partir de estas células es siempre ilegitima con motivo de la usurpación inicial y no se puede admitir prescripción alguna en materia semejante. 

Es pues ilegitima la triple utilización que se hace de estas células para el diseño, la producción y la verificación de la eficacia de la vacuna, como así también de la calidad de sus lotes puestos en el mercado. 

6. Cooperación a la industrialización del cuerpo humano: 

Los laboratorios, herederos de robos criminales, usurpadores de órganos humanos, receptores y explotadores de esos tejidos, son evidentemente actores en la gigantesca empresa de mercantilización del cuerpo humano. 

Aunque actores, son a la vez cómplices, formalmente cómplices de esta aterradora actividad multiforme de instrumentalización del cuerpo de personas humanas, las más débiles, y, en particular, de las que son aún intrauterinas. 

Si es verdad que esta complicidad no entra directamente en la genealogía de pecados que separan los abortos iniciales de las vacunas propuestas, no obstante, es necesario tenerla en cuenta. 

7. Inyección de una vacuna que contiene restos humanos: 

Los laboratorios no pueden garantizar que las vacunas no contengan algún resto de células humanas. El riesgo existe por lo tanto de una inyección de fragmentos de ADN, incluso si no están presentes más que en cantidad infinitesimal. 

Se trata, pues, en ultima instancia, de la explotación directa de alguna parte del feto abortado. Esta vez, no es simplemente la instrumentalización del cuerpo humano al servicio de la fabricación de la vacuna, sino de la inyección de fragmentos humanos recolectados después de un asesinato. 

Es fácil de comprender que se atraviesa un nuevo umbral de gravedad. Que no se alegue que los restos humanos se encuentran en cantidad infinitesimal, porque el menor indicio de una hebra de ADN es suficiente para caracterizar la naturaleza humana.

 3. Pecados porvenir 

8. Incitación del círculo vicioso de creación de nuevas líneas de células fetales: 

Aunque sean calificadas de inmortales, las líneas de células no lo son realmente. No duran indefinidamente, y evidentemente, cuando se agoten, los laboratorios tendrán necesidad de crear otras. Vuelve a empezar entonces el historial de los mismos pecados que fueron cometidos y volverá a empezar siempre en tanto la protesta no se haga escuchar.

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IV – Reflexiones de orden general sobre la transmisibilidad del mal moral: 

Nuestro fin es ahora investigar la moralidad del consentimiento a la recepción de una vacuna que ha sido elaborada con células HEK-293. 

Imaginemos que no hay otra dificultad para recibir esta vacuna (lo cual no es verdad) que la del historial de pecados que acabamos de dar, la cuestión es saber si seria legitimo vacunarse. 

¿No se puede decir que se trata sobre todo de pecados que pertenecen al pasado, que ciertamente deben deplorarse, pero que el mal ya está hecho y que recibir o no la vacuna no cambiará nada? 

Con un ejemplo fácil, mostremos que el hecho de que un pecado tuvo lugar en el pasado, sin que hayamos tenido parte en él, no significa que no podamos ser contaminados por él. 

Sea un hombre que cometió un robo de un millón de Euros. Muere. Su hijo – consciente del robo de su padre – hereda este dinero y no restituye la suma robada. Muere a su vez, y su hijo hereda, consciente del robo de su abuelo... Yo soy amigo de ese nieto que me ofrece un auto comprado con ese dinero robado, y me da a conocer que ese auto fue comprado con dinero robado. 

¿Tengo derecho a recibir el auto? No. Si acepto, cometería yo mismo un robo (Sería cómplice del robo original).

Se ve, pues, que hay una transmisibilidad de pecados pasados que pueden repercutir fuertemente sobre la moralidad de los pecados presentes. Por determinados actos que efectuamos, sucede una especie de apropiación de actos ajenos anteriores, cuya moralidad afecta la nuestra. 

Basta con simplemente aprobar (o estar de acuerdo) el pecado pasado, para que repercutan en nosotros. Pero su resonancia se vuelve todavía más penetrante cuando nos adentramos en el disfrute que nos procura el fruto de esos actos pasados. Si se trata de pecados, su apropiación tendrá repercusiones muy profundas.

Sin embargo, es incorrecto, nos parece, hablar de cooperación al mal cuando queremos hablar de la conexión que se establece entre un acto del pasado y un acto del presente. En efecto, la noción de cooperación supone el ejercicio de una causalidad, de una influencia real sobre un pecado. Por ende, no debe utilizársela más en el caso de un pecado presente o por venir. 

A pesar de esta diferencia entre actos pasados, por un lado, y futuros, por otro, debe sin embargo reconocerse que las distinciones que permiten identificar la naturaleza de la cooperación y su licitud son igualmente útiles para analizar la cuestión del derecho de disfrutar los frutos del pecado. 

Recordamos, por tanto, que una cooperación al pecado no es jamás admisible si es formal, es decir, si el cooperador hace suya la mala intención del autor del pecado. Está del mismo modo prohibida si es inmediata. Por inmediatez entendemos una cooperación en el acto mismo del pecado. 

Esta cooperación inmediata está prohibida, por supuesto, si es una cooperación formal, pero también si es material, es decir sin que haya participación en la intención del agente principal, porque la acción a la que participa el cooperador seria un pecado. 

Queda el caso de una cooperación mediata donde se aporta una colaboración indirecta al pecado y sin entrar en la intención del que la comete. Generalmente ilícita, la cooperación material y mediata remota puede a veces ser licita por motivos proporcionalmente graves.

¿Pero, cómo saber que esos motivos proporcionalmente graves existen, y son suficientes para admitir una cooperación mediata remota?

El juicio prudencial que debe hacerse es delicado y complejo. Todas las circunstancias deben ser tomadas en cuenta y todos los criterios siguientes analizados: 

La razón tiene que ser tanto más grave:

Primero - Cuanto más serio es el pecado al que cooperamos;

Segundo - Cuanto el acto por el que se coopera escandalizará a los débiles; 

Tercero - Cuanto el acto por el que se coopera más se acerca al pecado;

Cuarto - Cuanto el pecado al cual uno coopera se evitaría sin nuestra cooperación; 

Quinto - Cuanto la obligación de impedir ese pecado es más grande en razón: 

de la naturaleza de la materia; 
de las circunstancias; 
de la situación personal del cooperador. 

Puede observarse que dos de estos criterios (el evitar el pecado sin nuestra cooperación y la obligación de impedirlo) solo son relevantes si se trata de una cooperación. En el caso de que se trate de saber si uno puede disfrutar del fruto del pecado, esos criterios no intervienen, ya que los pecados ya tuvieron lugar. 

Nos falta, por ultimo, poner la atención sobre la noción de escandalo.

Debe llamarse escandaloso “todo acto, omisión, palabra, acción que tenga al menos un aspecto menos bueno y sea capaz de producir una falta moral en otro. Si aquel otro no cayera, el hecho escandaloso será al menos la ocasión de un asombro doloroso y reprobador. En consecuencia, todo escándalo querido o permitido sin razón proporcional es, por su naturaleza, una falta más o menos grave contra la caridad” (J.M.Vittrant, Théologie Morale, Beauchesne 1954, n° 150,p.97).

Si no se debe tener en cuenta el escándalo farisaico que es provocado en otro en razón de sus malas disposiciones personales, uno debe preocuparse de no escandalizar a los débiles que, en razón de su ignorancia, se escandalizan con ocasión de acciones aún legitimas. 

Es por este motivo que san Pablo, defendiendo que las viandas que han sido consagradas a los ídolos podrían ser comidas sin escrúpulo, concluye sin embargo que si esa manducación podría escandalizar a los débiles, uno se debería abstener (1 Corintios VIII).

Otro ejemplo, muy esclarecedor, se encuentra en la vida de san Pascual Baylon, fraile franciscano laico misionero del siglo XVI. Cuando era portero de su convento y habiendo ido a advertir a su superior que lo buscaban, éste le responde que diga a los solicitantes que no estaba. 

Se sabe que esa respuesta es una palabra llamada convencional que debe ser entendida en el sentido de que aquel que se busca no está disponible. Pero el santo, después de haber intentado obtener el poder dar otra respuesta, enfrentándose a su superior, termina por decirle: “Padre, eso seria una mentira y en consecuencia un pecado, y el pecado es la ofensa a Dios” (Père Louis Antoine de Porrentavy, Saint Pascal Baylon, Plon 1899, p.142).

Y por única vez en su vida, no obedeció́. Debe agregarse a esta anécdota que si bien el humilde fraile no tenia estudios, Dios le había dado una ciencia infusa tan grande que los más grandes teólogos de la época iban a consultarlo ¡y quedaban estupefactos de la extensión y la profundidad de su ciencia! Lo cual – hay que admitirlo – no aboga mucho en favor de las restricciones mentales.

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V – Estimación de la existencia de un motivo proporcional para recibir esta vacuna HEK-293 

Entre los pecados que hemos enumerado, casi todos son pecados pasados. Hemos explicado cómo esos pecados pueden, sin embargo, contaminarnos incluso si no hemos cooperado a su realización. 

Uno de ellos es, no obstante, un pecado siempre actual: la recepción de las células humanas criminalmente robadas en el origen.

Sucede lo mismo con la explotación ilegitima de esas células, y, en particular, en el caso de la vacuna contra el Covid, del uso que se hace durante el diseño de la producción, y las pruebas de calidad al momento de la puesta en mercado de nuevos lotes de vacunas, así como durante la vacunación. 

Como hemos escrito, dos de los cinco criterios que permiten estimar si existen motivos proporcionales a una cooperación material mediata no tienen sentido si se trata de pecados pasados. 

No consideraremos, por lo tanto, esos dos criterios más que solo para los pecados todavía actuales. Examinemos, pues, los cinco criterios.

Primer criterio de juicio: gravedad de los pecados con los que se entra en conexión, sea de los que fueron cometidos, sea de los que lo continúan siendo.

El primer criterio a considerar es la gravedad de los pecados a los que se coopera, si son pecados presentes o futuros, o de los que se saca un provecho, si se trata de pecados pasados. Y se entiende que la mayor gravedad de los pecados vuelve tanto más difícil la cooperación o el sacar fruto de ellos. 

En efecto, la conexión que se establece con ellos establece una suerte de aval, de complicidad que es tanto más problemática cuando el pecado es más grave. 

Ahora, es evidente que la gravedad de los pecados con los que entra en conexión el que decide recibir este tipo de vacuna, es extrema. Uno piensa un poco en una explosión nuclear, donde la irradiación es tal que incluso los que están muy alejados del epicentro sufren los efectos. 

Para plantear la cuestión de otro modo: incluso si se trata de preservar los bienes más grandes como la salud o como la vida, ¿es legitimo aceptar una complicidad incluso ligera con tales pecados?

Aunque este criterio solo no permite, nos parece, responder todavía a esta pregunta, alcanza ya, sin embargo, para mostrar cuan peligrosa moralmente es la aceptación de esta vacuna.

Segundo criterio de juicio: evaluación del escándalo provocado por la aceptación de la vacuna.

Dejamos a un lado el escándalo farisaico que nos parece ausente de las reacciones que estamos presenciando.

Dos reacciones bien diferentes se presentan al enterarse de que las autoridades eclesiásticas consideran admisible, por motivos proporcionales, la vacuna. 

La primera es una incomprensión, una rabia, una indignación contra la admisión de una connivencia que los escandaliza. Los razonamientos no alcanzan. Que el Vaticano se haya declarado a favor de la admisibilidad de utilizar estas vacunas es considerado hoy día, por una franja notable de católicos, como un signo más de que no se las debe utilizar, así de inmenso es el descredito de la Roma conciliar y no solo en círculos tradicionalistas. Mutatis Mutandis, uno piensa en la reacción de san Pascual Baylon... 

Esta reacción se encuentra además ya acreditada de antemano por tomas de posición en favor de la línea intransigente. 

Agreguemos también que con frecuencia es también motivada por otros aspectos, médicos y/o políticos que no abordamos en este articulo. 

En sentido inverso, la segunda reacción se traduce en un suspiro de alivio. Podemos, en consciencia, recibir la vacuna. Lo cual aleja el espectro de muchas angustias y de mañanas difíciles que uno entrevé́... ¿Ha tenido un efecto escandaloso en quienes reaccionan así? 

Se siente en ellos el miedo de que la moral les impondrá un día alguna cosa que volverá́ muy difícil, si no imposible, su integración cívica, pero ¿su voluntad de siempre pactar acuerdos no termina por prevalecer sobre el juicio moral? 

Existe una sumisión a los mandatos cada vez más restrictivos que lleva a los hombres, y a los católicos en particular, a tener que aceptar complicidades cada vez mayores y a posponer la línea del “non possumus”.

Incluso si uno creyera tener que concluir que esta vacuna es admisible, ¿no deberíamos agregar como san Pablo a propósito de los idolotitos, que sin embargo es mejor abstenerse para no dañar la consciencia de los que se estima ser más débiles? 

Eso seria un primer motivo. Pero, ¿no hay uno mayor que se refiere al bien común y que es que el agravamiento de la cooperación nos debilita de más en más y nos vuelve de menos en menos aptos para oponer el principio católico contra la barbarie? 

No zanjaremos el debate aquí́, aunque pensamos que la toma en cuenta del efecto escandaloso es crucial. 

Tercer criterio de juicio: la evaluación de la proximidad entre el consentimiento a la vacuna y los pecados enumerados. 

Como dijimos, tres pecados son actuales: la recepción de células humanas sin y contra el consentimiento del usufructuario, la explotación de esas células particularmente en el diseño, producción y realización de pruebas de calidad de las vacunas contra el Covid; y la vacunación misma, dada la presencia de restos humanos en la vacuna.

De manera sin duda más patente, imaginemos una empresa que se sabe que funciona sobre un grave robo inicial de materiales a partir de los cuales serían fabricados todos los productos que pone a la venta. Nos parece que no se podrían adquirir esos productos más que por motivos muy graves y solo en la medida en que no se tuviera otra posibilidad.

Nos encontramos en una situación similar con estos laboratorios, salvo por una circunstancia terriblemente agravante para ellos. Es, evidentemente, que su robo, su usurpación inicial, su explotación presente, no es de materiales sino de células humanas provenientes de un niño diseccionado vivo. 

El consentimiento a la vacuna no solo nos pondría en conexión con un robo, sino con un crimen. ¿Pero a qué distancia? Considerando los abortos y la vivisección inicial, no contamos para nada el alejamiento en el tiempo, el espacio y lo incognito del niño. 

Que se trate de un niño abortado en Ámsterdam en 1972 o de una niña abortada hace una hora en París y cuyo nombre se conoce, no cambia en absolutamente nada la cuestión. 

La noción de distancia moral no tiene nada que hacer con esos factores. El alejamiento moral que existe es que el que se hace vacunar está de hecho lejos del acto inicial del que de manera mediata y alejada se beneficia.

Por otra parte, la distancia del pecado es mucho menor si se considera la receptación criminal y la explotación de las células. Es de este laboratorio receptador y criminal, explotador ilegitimo de células humanas, de donde salió dicha vacuna. 

Si no se tratara más que de vulgares materiales robados, motivos proporcionalmente graves, podrían existir para adquirirlos, pero no se podrá encontrar ninguno que sea suficiente para legitimar la vinculación que no es remota - menos aún muy remota - con los crímenes de receptación y explotación.

Pero ahora debemos preguntarnos si la aceptación de recibir una vacuna que contiene fragmentos de ADN no es constitutivo de una cooperación material a este pecado “innombrable” que consiste en aceptar que el hombre se haga “consumidor” de elementos del cuerpo humano provenientes del crimen.

Cuarto y Quinto criterios: expectativa de evitar el pecado si uno no se conecta con él, y deber más o menos estricto de impedirlo.

Agrupamos estos dos últimos criterios que nos hacen sentir más estrechamente que los otros hasta qué punto el pecado ha invadido el mundo, porque debemos reconocer que el rechazo individual de aplicarse la vacuna no impedirá que los laboratorios continúen desarrollando su actividad inmoral, y que nos sentimos muy impotentes para oponernos.

Esta constatación no debe, sin embargo, conducirnos a ese razonamiento perverso que consistiría en estimar que no sirve para nada oponerse y soportar todos los perjuicios que como consecuencia pudiesen resultar.

Cada uno de nosotros debe obrar según su consciencia formada según la ley divina y no cometer lo que está mal, así́ sea el único en el mundo en oponerse.

Por otra parte, el ejemplo heroico que dará tiene, en realidad, un impacto ejemplar incomparable, como lo muestra la historia de los héroes y los santos. 

Digamos por ultimo, que no abatiremos las murallas de esta Jericó́ del mal por la utopía del número sino por la fuerza de Dios y nuestra disponibilidad a ser sus dóciles instrumentos en esta lucha.

Bajo este esclarecimiento realista por sobrenatural, se vuelve claro que un aguerrido rechazo ya sacude al sistema y contribuye a debilitar al Goliath de iniquidad que desafía al mundo católico. 

No hemos abordado en este articulo ni el aspecto medico, ni el aspecto político de la vacunación que ameritan también la atención de la moral. 

En cuanto al aspecto medico, hay que recordar que el hombre, no siendo más que el usufructuario del cuerpo, no debe resignarse a ser utilizado como un cobayo por la ciencia. Ahora bien, voces distinguidas y aguerridas como la de la Señora Alexandra Henrion-Caude, y de varios otros también, nos advierten de las consecuencias potencialmente graves de estas nuevas terapias génicas que no son controladas.

Los nombres de los más ilustres virólogos aparecen para advertirnos de las modificaciones genéticas que resultaran de las vacunas de ARNm.

A riesgo de asombrar, no dudamos en escribir que esta manipulación del patrimonio genético constituye un motivo moral para oponerse a la vacuna, aún más grave que el de la utilización de células humanas provenientes de infantes sacrificados.

Por ultimo, no es difícil de demostrar que los partisanos más decididos de esta vacunación obligatoria, entre los que detentan el poder político, son casi siempre al mismo tiempo los militantes de un reinicio de la humanidad y de una despoblación forzada.

La reflexión moral sobre estos aspectos, medico y político, de la vacunación, no haría más que reforzar nuestra conclusión moral sobre los HEK-293.

No obstante, en este tiempo de desvío de las autoridades eclesiásticas, tenemos consciencia de no poder entregar más que una opinión. 

Ella vale lo que valen los argumentos que hemos dado.

Otras voces concluyeron de otro modo.

Pueda este artículo aportar su modesta contribución al debate de fondo que amerita la gravedad de la cuestión.

R.P. Joseph d’Avallon OFMCap — Monasterio de Morgón

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En el siglo Régis de Cacqueray Superior de Distrito FSSPX Francia 2002-201

Publicado en Civitas, revista del Civitas Institut, número 77:

Vaccin, ce que l'on vous cache (“Vacuna, lo que te ocultan”) - marzo-abril-mayo 2021.

Original en Francés: https://www.medias-presse.info/non-possumus-etude-par-le-rp-joseph-de-la-question-de-la-moralite-des-vaccins-contre-la-covid/141286/

Traducción al Castellano: Pablo Caram Piris Vera.

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