lunes, 17 de enero de 2022

Todas las cosas tienen su tiempo... Todo lo hizo... hermoso en su tiempo - Reynaldo

Nuestra Señora de los Dolores
Esteban Bartolomé Murillo (1617-1682)

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Entre los libros llamados “sapienciales” de la Sagrada Escritura, hay uno que sólo tiene doce capítulos, cuyo nombre en hebreo es Kohélet (que significa predicador) y cuya autoría se le atribuye al Rey Salomón.

Para nuestra reflexión, leamos del capítulo 3 de este libro, los versículos 1 al 8 y luego el 11.

1 Todas las cosas tienen su tiempo; todo lo que pasa debajo del sol, tiene su hora.

2-8 Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; hay tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de derruir y tiempo de edificar; tiempo de reír y tiempo de llorar; tiempo de entregarse al luto, y tiempo de darse a la danza; tiempo de desparramar las piedras y tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar, y de dejar los abrazos; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz…

11 Todas las cosas hizo Él buenas a su tiempo…

Todas esas situaciones llegan a nuestra vida y, por lo general, llegan “sin anunciarse”.

Cuando el tiempo es de plantar, de curar, de edificar, de reír, de bailar, de juntar piedras, de abrazar, de buscar, de guardar, de coser, de hablar, de amar y de paz… NOS SENTIMOS MUY BIEN…

Sin embargo, también vienen tiempos en los que tenemos que arrancar lo plantado, tiempos en los que vemos que lo que más queríamos se destruye (el plan que teníamos, la amistad en quien confiábamos, etc.), y vienen tiempos en los que hay que abstenerse de abrazar porque la personas a quién amamos están lejos, y vienen tiempos de perder, de desechar, de romper, de tener que callar forzosamente (cuando quisiéramos hablar y decir muchas cosas), y tiempos en los que se levantan contra nosotros guerras y tempestades…

Pero dice la Palabra de Dios en el versículo 11 (y para nuestra total consternación), que Dios todas las cosas las hizo buenas en su tiempo.

Reparen en la expresión “todas las cosas” en el lenguaje absoluto de Dios. El adjetivo “buenas” es la traducción de la palabra hebrea “yafé” que significa “hermoso”, “bello”, “de lindo parecer” y “bueno”.

David había aprendido esta lección, y dijo en el Salmo 33 (34) “Bendeciré a Yahvé EN TODO TIEMPO…”

San Pablo también aprendió esta lección y dijo en I TESALONICENSES 5: 16-18 “Estad siempre gozosos, orad sin cesar, dad gracias a Dios en todo…”

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LA CLAVE DEL ASUNTO:

¿Qué fue lo que hizo que estos dos hombres aprendieran a bendecir y a dar gracias a Dios en todo tiempo?

La respuesta está también en el versículo 11 de Eclesiastés 3. En la Versión Popular dice así:

Dios, en el momento preciso, todo lo hizo hermoso; puso además en la mente humana la idea de lo infinito, aun cuando el hombre no alcanza a comprender en toda su amplitud lo que Dios ha hecho y lo que hará.

Pero aun cuando no lo comprendamos, podemos darle a Dios una carta blanca y comenzar a darle gracias desde ahora.

Hace algún tiempo, estando esperando el colectivo en Rivadavia y hablando por teléfono al mismo tiempo, alguien vino por detrás y me arrebató mi celular (un precioso teléfono de alta gama que no lo hay en Argentina). Recuerdo que, en aquel momento, las únicas palabras que vinieron a mi corazón y brotaron en voz baja de mis labios fueron: “Gracias, Señor”.

Cuando conté el incidente, hubo dos personas que me preguntaron lo mismo: – ¿Qué hizo en ese momento?

Y yo les dije exactamente lo que había hecho: – Le di gracias a Dios. Y al oír esa respuesta, esas dos personas me dijeron: – “Sí, porque pudo haber sido peor. Podría haberlo hasta matado para robarle”.

A lo cual yo repliqué: – “No, yo no le di gracias a Dios por lo que pudo o no pudo haber pasado. Yo le di gracias a Dios porque me robaron el teléfono, porque dejó de ser mío, porque no podía reponerlo en Argentina. Di gracias por lo que en realidad pasó porque eso es lo que enseña la Escritura”.

En el libro “La vie intérieure”, el Padre Joseph Tissot, lo explica de esta manera:

“¿Cómo es preciso aceptar la adversidad? –Digámoslo en seguida: ¡con agradecimiento! Con agradecimiento digo, no con gozo: el gozo frecuentemente no depende de mí, Dios me lo da como recompensa; pero el agradecimiento siempre depende de mí. Al primer golpe de vista y para un alma que no está habituada puede parecer difícil llegar hasta el agradecimiento cuando somos víctimas de las apreturas del dolor; en realidad, creo que es más fácil decir un “gracias” con resolución que estar gimiendo con paciencia. Para eso es preciso un arranque de generosidad: digo un arranque, porque esto solo se hace bien por un impulso del corazón…. ¡Cuánta elocuencia hay en ese gracias!, porque el alma Le dice a Dios que comprende Su acción y Su amor: ¡una sola palabra entre amigos dice tantas cosas!

En esas profundidades, antes desconocidas, siento que, como por una hendidura misteriosa (se diría que este “gracias” es un golpe de lanceta que ha abierto esa hendidura), mana como una fuente hasta entonces ignorada; fuente que a veces de un solo golpe, a veces lentamente, llena las profundidades más íntimas. El alma es inundada de un agua sabrosa, de un gozo tan suave, tan tranquilo, tan penetrante que ningún otro gozo que venga de fuera puede compararse a él.

Otro resultado de este “gracias” es hacer al alma como invulnerable al dolor aceptado de esta manera. El cuerpo continuará sufriendo si el dolor es corporal, pero el alma no sufre; al contrario, goza: el agua que la inunda ha expulsado todo dolor y ha recobrado como si dijéramos una parte del don primitivo de la impasibilidad…”

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LA PERSPECTIVA HUMANA Y LA ÓPTICA DIVINA

En el Evangelio de San Marcos 8: 27-33 leemos:

Jesús se marchó con sus discípulos para las aldeas de Cesarea de Filipo. Por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién soy Yo, según el decir de los hombres?” Le respondieron diciendo: “Juan el Bautista; otros: Elías; otros: uno de los profetas.” Entonces, les preguntó: “Según vosotros, ¿quién soy Yo?” Le respondió Pedro y dijo: “Tú eres el Cristo.” Y les mandó rigurosamente que a nadie dijeran (esto) de Él.

Comenzó entonces a enseñarles que era necesario que el Hijo del hombre sufriese mucho; que fuese reprobado por los ancianos, por los sumos sacerdotes y por los escribas; que le fuese quitada la vida, y que, tres días después, resucitase. Y les hablaba abiertamente. Entonces Pedro, tomándolo aparte, empezó a reprenderlo. Pero Él, volviéndose y viendo a sus discípulos, increpó a Pedro y le dijo: “¡Vete de Mí!; atrás, ¡Satanás! porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres.

– La perspectiva humana analiza las situaciones desde un punto de vista puramente humano. La óptica divina PENETRA los velos y pone la mira en las “cosas de Dios”.

¡Qué Dios nos enseñe a contemplar todos los acontecimientos de nuestra vida con Su óptica y desde Su punto de vista!

Un consejo definitivo: Proverbios 23: 26:

Dame, hijo mío, tu corazón, y tus ojos tengan placer en mis caminos.

Para concluir, cito del capítulo 2 del Libro del Eclesiástico:

Hijo, en entrando en el servicio de Dios, persevera firme en la justicia, y en el temor, y prepara tu alma para la tentación.

Humilla tu corazón, y ten paciencia; inclina tus oídos y recibe los consejos prudentes; y no agites tu espíritu en tiempo de la oscuridad.

Aguarda con paciencia lo que esperas de Dios. Estréchate con Dios, y ten paciencia, para que a tu fin sea próspera tu vida.

Acepta todo cuanto te enviare, en los dolores sufre con constancia, y lleva con paciencia tu abatimiento.

Pues como en el fuego se prueba el oro y la plata, así los hombres aceptos se prueban en la fragua de la humillación.

Confía en Dios, y Él te sacará a salvo; endereza tu camino, y espera en Él; conserva su temor, hasta el fin de tus días.

Vosotros los temerosos del Señor, aguardad su misericordia; nunca os desviéis de Él, porque no caigáis.

Los que teméis al Señor, creed a Él; pues no se malogrará vuestro galardón.

Los que teméis al Señor, esperad en Él; que su misericordia vendrá a consolaros.

Los que teméis al Señor, amadle y serán iluminados vuestros corazones.

Contemplad, hijos, las generaciones de los hombres: y veréis cómo ninguno que confió en el Señor, quedo burlado.

Porque, ¿quién perseveró en sus mandamientos que fuese desamparado? ¿O quién le invocó que haya sido despreciado?

Pues Dios es benigno y misericordioso; en el día de la tribulación perdonará los pecados; y es protector de cuantos de veras le buscan.

¡Ay del que es de corazón doble, y de labios malvados, y de manos facinerosas! ¡Ay del pecador que anda sobre la tierra por dos senderos!

¡Ay de los hombres de corazón flojo, que no confían en Dios, que por lo mismo no serán protegidos por Él!

¡Ay de los que pierden la paciencia, y abandonan los caminos rectos, y se van por sendas torcidas!

¿Qué harán cuando comience el Señor su juicio?

Los que temen al Señor no dejarán de creer en su palabra; y los que le aman seguirán su camino.

Los que temen al Señor inquirirán lo que le es agradable; y aquellos que le aman estarán penetrados de su ley.

Los que temen al Señor prepararán sus corazones; y en la presencia de Él santificarán sus almas.

Los que temen al Señor guardan sus mandamientos; y tendrán paciencia hasta el día que los visite, diciendo: Si no hacemos penitencia, caeremos en las manos del Señor, y no en manos de hombres.

Porque cuanto Él es grande, otro tanto es misericordioso.

¡Madre mía, y Señora mía!

Santísima Virgen de los Dolores,

Reina de los Mártires,

Mírame cargando la cruz de mi sufrimiento,

Acompáñame como acompañaste a tu Hijo Jesús en el camino al Calvario sin más ojos que para contemplarlo… sin más corazón que para amarlo a Él.

Eres mi Madre y te necesito.

Ayúdame a sufrir con amor y esperanza, para que mi dolor sea dolor redentor, que en las manos de Dios se convierta en un gran bien para mí y para la salvación de las almas.

¡Amén!