sábado, 9 de noviembre de 2024

La Cizaña de Montini - p. Edgar Díaz

Nuestro Señor Jesucristo
Rembrandt - 1640

La gente solo veía a un grupo que marchaba desde Jerusalén hacia Betania, pero no veía a Jesús, y se preguntaba: “¿A dónde van estos?”

Dice la Tradición de los Padres que solo los Apóstoles y discípulos del Señor lo vieron ascender a los cielos, porque solo dejó Él que fuera visto por quien Él quería.

Igualmente, Él solo podrá ser visto por quien Él quiera en su Parusía. Esto es un misterio. Quien pueda ver esto claramente, ciertamente es por gracia inmerecida de Dios, y no para beneficio propio, sino para el bien de la Iglesia.

“Varones de Galilea, ¿por qué quedáis aquí mirando al cielo? Jesús … vendrá de la misma manera que lo habéis visto ir al cielo” (Hechos de los Apóstoles I, 11).

Cuando se escucha hablar de la Parábola de la Cizaña inmediatamente se piensa en la separación del bien y del mal, que en algún momento ocurrirá, pero mejor es pensar de ella como que es un sobre aviso de Dios para que no caigamos en las garras de una imitación del bien.

Es una parábola apocalíptica que detalla la gran confusión que antecede a la venida de Nuestro Señor. Su significado más profundo no se comprende si no es puesto en relación a los últimos tiempos, en el cual el bien parece el mal y el mal el bien. ¿En qué se parecen? En nada.

Esta cierta igualdad entre el bien y el mal es una seria dificultad que ofrece la Parábola de la Cizaña: ¿Por qué la apariencia de bien en el Reino de los Cielos?

Nuestro Señor Jesucristo mismo explica esta parábola (cf. San Mateo XIII, 36-43): “Semejante es el Reino de los Cielos a un hombre que sembró grano bueno en su campo” (San Mateo XIII, 24).

No se parece el Reino de los Cielos a un hombre, estrictamente hablando, sino al papel principal que este hombre desempeña, y este Hombre es Nuestro Señor Jesucristo mismo: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre” (San Mateo XIII, 37).

El grano que sembró había sido elegido y purificado, para ser esparcido por la tierra, sin mezcla alguna de malas semillas: “La buena semilla, esos son los hijos del Reino” (San Mateo XIII, 38), verdaderos sacerdotes, sin mezcla alguna de mala hierba sino pura y verdadera doctrina.

“El campo es el mundo” (San Mateo XIII, 38), y no la Iglesia, añade San Agustín.

Pero el mundo está lejos de pertenecer en su integridad al Reino de Nuestro Señor Jesucristo. Lo será, finalmente, cuando Nuestro Señor venga en la Parusía. 

Se oponen a este plan “los hijos del maligno” (San Mateo XIII, 38), que, según el texto griego, debemos leer: “los hijos del malvado”, es decir, “del demonio”“La cizaña son los hijos del maligno” (San Mateo XIII, 38).

Y para llevar a cabo esta oposición nada mejor que la imitación: impía y perversa táctica del demonio que hace parecer verdadero lo que es falso. La cizaña se parece al trigo.

Así como los hijos del Reino son los verdaderos sacerdotes de la verdadera Santa Iglesia Católica, los del demonio son los falsos sacerdotes de la falsa iglesia católica, la que se encuentra en Roma, la secta del Vaticano II. La Santa Iglesia Católica está eclipsada por esta burda imitación.

Por la confusión reinante es casi imposible distinguir una de la otra, así como la cizaña es imposible de distinguir del trigo hasta tanto no haya llegado el momento de la cosecha.

“Mientras la gente dormía” (San Mateo XIII, 25), vino el enemigo. El ladrón viene de noche y agarra desprevenido. Fue durante la noche que el enemigo: “Sembró cizaña sobre el trigo, y se fue” (San Mateo XIII, 25).

La progresiva infiltración de falsos sacerdotes en la Iglesia fue en secreto, y sin que nadie lo supiera. Si la Iglesia fue infiltrada de esta manera, cuánto más instituciones más pequeñas y más fáciles de recibir una infiltración, como la Fraternidad, la Sociedad Sacerdotal de Trento, y otras. 

Es allí donde el enemigo ataca porque estas instituciones tienen miles de fieles. “El enemigo es el diablo” (San Mateo XIII, 39), explica Nuestro Señor. Malvado por naturaleza, enemigo por antonomasia.

La cizaña mezclada en los alimentos tiene muy peligrosos efectos: mareos (o confusión), convulsiones (o peleas), e incluso la muerte (de las almas fieles). “El enemigo que la sembró es el diablo” (San Mateo XIII, 39).

Toda la maldita hierba que invade el campo se la debemos a él, y a sus funestas operaciones y a su perverso espíritu, que comunica a un cierto número de hombres … “Algún enemigo ha hecho esto” (San Mateo XIII, 28), dice lacónicamente Dios.

La infiltración de la cizaña va por toda la Iglesia Católica. Cuando caiga Babilonia (cf. Apocalipsis capítulo XVIII), y vean resurgir a la Iglesia, los enemigos se dirán a sí mismos: “¿Acaso no la destruimos?”

El Novus Ordo con sus falsos sacerdotes y obispos fue el primer y más importante objetivo. Pero también queda por infiltrar algunos focos más de la Tradición Católica.

Ya han logrado infiltrar la Fraternidad de Lefebvre, y se está viendo que pronto lograrán infiltrar también la Sociedad de Trento. Ambas instituciones están siendo arrastradas mar adentro de la secta modernista Vaticano II. ¿Acaso no van por la Iglesia entera? Nadie estará exento de ser infiltrado; solo las buenas familias tradicionales quedarán en pie.

La cizaña de Montini, o falso papa Pablo VI, judío masón, fue quien creó después del Conciliábulo Vaticano II el nuevo rito de ordenación sacerdotal para destruir el sacerdocio católico.

Es un rito que es una imitación del verdadero rito católico. Encaja perfectamente con la descripción de la cizaña. Montini dañó principalmente la significación de las circunstancias del auténtico rito y el engendro resultante no crea verdaderos sacerdotes.

Produce, en cambio, falsos sacerdotes que son quienes han logrado hacer de Roma otra iglesia, distinta de la Católica, y quienes están tratando de llevar a los de la Fraternidad y a los de la Sociedad de Trento, hacia sus filas.

En el ritual de Pablo VI, falso papa, judío y masón, no se encuentran ni la verdadera forma del sacramento del orden, ni la correcta intención de la Iglesia Católica de hacer un sacerdote católico.

Tiene una carencia que hace que se destruya la esencia y la visión católica del sacerdocio de Jesucristo. Y sin la intención de ordenar un sacerdote católico se cae la validez del sacerdocio.

En cuanto a la forma, se han introducido palabras y se han quitado palabras. En el ritual católico el obispo impone las manos sobre el ordenando dos veces.

En la segunda imposición de manos se manifiesta la intención de la Santa Iglesia de ordenar sacerdote a este determinado individuo. Pero las palabras quitadas por Pablo VI impiden que se manifieste la intención de la Iglesia.

Repetimos, la imposición de manos segunda es necesaria en el ritual del ceremonial católico para manifestar la intención de la Iglesia. 

Pablo VI, falso para, judío y masón, destruyó esta intención quitando palabras.

La segunda imposición de manos del ritual de Pablo VI no es igual a la segunda imposición de manos del rito católico.

Los “sacerdotes del Novus Ordo” que despierten a esta dura realidad deberían acceder a una “ordenación bajo condición” en la que por la segunda imposición de manos se exprese la intención de la Iglesia.

El catecismo mayor de San Pío X, Cuarta Parte, Capítulo VIII, sobre el sacramento del orden, dice que Jesucristo confió el sacerdocio con la potestad de confeccionar la transubstanciación y la potestad de perdonar o retener pecados. Es lo que se conoce como la doble potestad del sacerdocio. Añade, además, que es necesario expresar esta doble potestad en la ordenación de un sacerdote.

En el ritual del Novus Ordo de Pablo VI esta doble potestad no se expresa, porque no tiene la intención de crear un sacerdote católico.

El Papa León XIII, en la Bula Apostolicæ Curæ, del 18 de Septiembre de 1896, hablando del ritual de ordenación de los anglicanos, dice que no interesa que la nueva fórmula tenga palabras católicas agregadas.

Lo que invalida el nuevo rito (ya sea el anglicano, como el de Pablo VI) no son las palabras católicas añadidas a propósito sino la ausencia de intención de creación de un sacerdote católico. El nuevo rito en su conjunto mantiene una ausencia de creación de sacerdote católico.

Veamos qué es lo que Montini modificó, y las razones que adujo. Se quitó del ritual lo esencial del sacerdocio católico: “Porque es el deber del sacerdote ofrecer, bendecir, presidir, predicar, y bautizar”. Esto se quitó.

En segundo lugar, se abrevió la letanía de los santos, para que esté en conformidad con la nueva noción de ecumenismo. Como la presencia de algunos santos en las letanías “ofendía” a los infieles, la lista fue abreviada. 

Esto se quitó: “Que te dignes volver a la Iglesia a todos los que viven en el error y traer a la luz del Evangelio a todos los infieles”.

Hoy ya no interesa que los infieles vuelvan a su propia casa, sino que se queden en su fe y sus costumbres, y la tolerancia e inclusión de su diabólica fe es el nuevo ecumenismo.

Esta nueva significación de ecumenismo, la reunión entre sí de falsas religiones, había sido ya condenada por Pío XI en su Encíclica Mortalium Animos, del 6 de Enero de 1928.

Se quitó también de la auténtica fórmula lo siguiente: “que transformen con tu bendición inmaculada el Cuerpo y Sangre de tu Hijo para el bien de tu pueblo”. 

Así, los sacerdotes del Novus Ordo no transforman las ofrendas en el Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor.

Pablo VI quitó también palabras que reflejan, según el Papa Pío XII, en la Encíclica Mediator Dei, el “Carácter indeleble que los asemeja (a los verdaderos sacerdotes) al sacerdocio de Cristo”

Esto fue quitado: “Dígnate Señor, consagrar y santificar, estas manos, por esta unción y bendición nuestra, para que todo lo que bendigan, sea bendito, y todo lo que consagren quede consagrado y santificado en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo”.

Otra cosa quitada es: “Recibe la potestad de ofrecer sacrificios a Dios, y de celebrar Misas, tanto por los vivos como por los difuntos, en nombre del Señor”. 

Los sacerdotes del Novus Ordo no tienen potestad de ofrecer la Santa Misa.

También fue quitado: “Recibe el Espíritu Santo. Aquellos a quienes se les perdonen los pecados serán perdonados, y aquellos a quienes se les retenga, serán retenidos”. 

No tienen la potestad de perdonar los pecados.

Luego, la potestad de consagrar fue transformada en un mero simbolismo en donde el sacerdote recibe las ofrendas del pueblo santo, como sigue a continuación: “Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios”.

¿Pueblo Santo? Es que para el Novus Ordo todos somos santos, al mejor estilo protestante. 

El Documento del Conciliábulo Vaticano II, Unitatis redintegratio, en el número 3, dice: “Las iglesias y comunidades separadas … no están desprovistas … del misterio de la salvación”.

Luego, las iglesias ortodoxas y protestantes salvan también, al igual que la Católica. No hay necesidad de conversión porque estas iglesias separadas tienen elementos de salvación. 

La conclusión obvia es que nadie separado de la Iglesia Católica está en pecado mortal por cisma, en principio, según ellos. 

Por eso, la potestad de conferir el perdón de los pecados, fue reemplazada por la noción de recibir la ofrenda del pueblo santo, que la ofrece por sus pecados. Como los protestantes, no hay necesidad de confesarse con un sacerdote.

Y por último, se quitó: “Antes que os acerquéis al altar a celebrar la Misa, aprendáis … el orden de todo ello y la consagración, fracción y comunión de la víctima”. Esto fue eliminado del nuevo rito.

Esto es esencial para el sacerdote sacrificador, porque la Misa es la renovación incruenta (que no derrama sangre) del sacrificio de la cruz sobre los altares de la Iglesia Católica. Eso es la Misa.

La Misa no es una fiesta, una diversión, un entretenimiento, un baile. Es adoración, reparación, petición, y acción de gracias. 

Es una recreación incruenta de los mismos méritos de Jesucristo en la cruz que se hace día a día por beneficio de los fieles vivos y difuntos y por todas las almas que así lo requieren, o sea, es la renovación de todos los bienes santos de Nuestro Dios en el altar. Eso fue retirado.

Luego, un falso sacerdote del Novus Ordo no consagra, no fracciona, no hace comunión con la Víctima. No realiza algo esencial del sacerdote católico que es el de ser un sacrificador. Un sacrificio debe ser la inmolación total de la víctima y su consumición por parte del sacrificador.

El Documento del Novus Ordo para la celebración de la Misa Institutio Generalis Missalis Romani, del 3 de abril de 1976, en el artículo 10, dice que el sacerdote “preside la asamblea en representación de Cristo”.

La nueva concepción de sacerdote es la de ser presidente de la asamblea del pueblo santo, al mejor estilo protestante, y no la de ser sacrificador. Esta visión no es sino un debilitamiento del sacerdocio católico.

Ésta es toda la cosmovisión del Novus Ordo, en que lo que se llama “misa” es presidida por un sacerdote moderno, o por sacerdotes y obispos válidamente ordenados por el rito católico, pero que se adhirieron al Novus Ordo y terminaron apostatando.

Que el sacerdote sea el presidente o el moderador de una asamblea no tiene nada que ver con el concepto de sacerdote sacrificador, que ofrece, consagra, fracciona, y comulga a la Víctima. 

El sacerdote presidente del Novus Ordo no ofrece, ni consagra, ni fracciona, ni comulga a la Víctima. 

Su Santidad el Papa Pío IV, en el Concilio de Trento, en el Denzinger 1773 o 963, establece que “si alguien dijera que el orden … es apenas un rito para escoger los ministros de la palabra y de los sacramentos, sea excomulgado”

Su Santidad el Papa Pío XII, en el Denzinger 3850 o 2300, en la Encíclica Mediator Dei, establece que “el sacerdote hace las veces del pueblo porque representa la persona de Nuestro Señor Jesucristo, y en cuanto a esto, es la cabeza de todos los miembros y se ofrece a sí mismo por ellos”.

Por eso, el sacerdote accede al altar como ministro de Cristo, no como presidente. Accede como alguien inferior a Nuestro Señor, pero a la vez, superior al pueblo, según Roberto Belarmino, en “Controversia del Sacramento de la Eucaristía”.

El sacerdote es superior al pueblo porque es miembro de la jerarquía del orden. Es miembro del gobierno de la iglesia por mérito de un carisma espiritual. No así quien es meramente presidente. Porque el presidente sale de entre iguales para cumplir un acto de moderador.

Cualquier miembro podría ser presidente, pero no cualquier miembro podría ser sacrificador de la Víctima.

El Denzinger 1774 o 964, en el Concilio de Trento, su Santidad el Papa Pío IV establece que “si alguien dijere que el orden no imprime carácter o que el sacerdote puede volverse laico, sea excomulgado”.

Finalmente, todo lo que gira alrededor del ritual de Pablo VI, falso papa, judío y masón, gira alrededor de esta concepción de sacerdote presidente y no sobre el concepto de sacerdote sacrificador según las Sagradas Órdenes de potestad espiritual de la Santa Iglesia Católica.

Fue la destrucción del sacerdocio católico para introducir la idea del sacerdote presidente, que era precisamente la idea que Lutero tenía del sacerdote. La cizaña que se parece al trigo.

“Vino su enemigo, sobresembró cizaña entre el trigo, y se fue” (San Mateo XIII, 25). No se habría ido si no hubiera tenido éxito. Sembró malicia y duda, y se apresuró a desaparecer, para no dejar rastros. Los malos y falsos sacerdotes se reconocen precisamente porque siembran dudas.

La reacción inmediata de todo buen celo por las almas es la de querer quitar la cizaña del medio del campo: “¿Quieres que vayamos a recogerla?” (San Mateo CIII, 28).

Gente bien intencionada se apresura a solucionar los males que aquejan a la Iglesia. Se proponen soluciones como la Tesis, o la de los conclavistas, para restaurar Roma, o la de los solos en casa … Pero Dios tiene otro plan.

Todos estos buenos siervos tienen muy buenas intenciones de arrancar una a una las malas hierbas que llenan el campo, pero “el dueño de casa” (San Mateo XIII, 27), Dios, a todos les dice que no la arranquen.

Un rotundo no: “No”, les dice Dios. “No sea que al recoger la cizaña, desarraiguéis también el trigo” (San Mateo XIII, 29).

Estudios de agricultura indican que las raíces de la cizaña y del trigo se entremezclan y se entrelazan entre sí de tal manera que es imposible extraer la cizaña sin dañar de manera considerable el trigo.

La propuesta presentada por los buenos servidores es rechazada por el dueño de casa por los graves inconvenientes que presenta. Arrancar la mala hierba sin dañar la buena es difícil y peligroso. No es obra humana, sino divina.

El plan de Dios es eliminar la mala hierba pero sin presentar inconvenientes: “Dejadlos crecer juntamente hasta la siega” (San Mateo XIII, 30).

Dios solo permite la divina siega. Y “la siega es la consumación del siglo” (San Mateo XIII, 39). Más claro, imposible. 

Y esto lo dice Nuestro Señor Jesucristo mismo, cuando explica la parábola (cf. San Mateo XIII, 36-43). No somos nosotros quienes lo decimos.

La siega es el fin del siglo presente, seguido del juicio de Nuestro Señor Jesucristo en su Parusía, que inaugurará el período eterno del Reino del Cielo en su estado transfigurado: “Y al momento de la siega, diré a los segadores …” (San Mateo XIII, 30).

Cuando Nuestro Señor venga a juzgar, vendrá con sus ángeles: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, vendrán con Él todos los ángeles …” (San Mateo XXV, 31). Vendrá con sus ángeles y sus santos; y también estarán presentes los arrebatados.

Y en el juicio se oirá a Jesús decir: “¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente, que el amo pondrá a la cabeza de la servidumbre suya para dar a su tiempo la ración de trigo?” (San Lucas XII, 42). “¡Que sea feliz, porque lo colocaré al frente de toda mi hacienda!” (San Lucas XII, 43-44).

En cambio, a la cizaña, a los falsos sacerdotes y obispos, “los partirá por medio, y les asignará su suerte con los que no creyeron, en el día en que venga, que no esperan, y que no saben la hora” (San Lucas XII, 46).

Y a quien conociendo la voluntad de Dios, pero no la hizo, se le dará “muchos azotes” (San Lucas XII, 47). Y a quien no conoció la voluntad de Dios pero hizo cosas indignas recibirá “pocos azotes” (San Lucas XII, 48).

Por ahora la cizaña es tolerada; pero no será siempre así: llegará una hora terrible en la que de repente dejará de sufrirse el mal, y entonces serán cortados del Reino de los Cielos, y arrojados al fuego como la cizaña: “Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla” (San Mateo XIII, 30).

Serán recogidos todos los escándalos de las doctrinas heréticas, todos los focos de corrupción, todo género de pecados; o mejor dicho, los autores de todos estos escándalos: 

“El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su Reino todos los escándalos, y a los que cometen iniquidad, los arrojarán al horno de fuego, donde será el llanto y el rechinar de dientes” (San Mateo XIII, 41-42).

El infierno con su fuego vengador de horno ardiente se encargará que las gavillas de cizaña sean torturadas eternamente.

Y a la Iglesia fiel Nuestro Señor le dará “boca y sabiduría a la cual ninguno de vuestros adversarios podrá resistir o contradecir. Seréis entregados aun por padres y hermanos, y parientes y amigos; y harán morir a alguno de vosotros, y seréis odiados por todos a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza se perderá” (San Lucas XXI, 15-18).

“Y al trigo juntadlo en mi granero” (San Mateo XIII, 30).

Cuando su hijo haya nacido, cuando venga Nuestro Señor Jesucristo, la mujer no se acordará más de su dolor. “Así también vosotros, tenéis ahora tristeza, pero Yo volveré a veros, y entonces vuestro corazón se alegrará y nadie os podrá quitar vuestro gozo” (San Juan XVI, 22).

“Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡Quien tiene oídos, oiga!” (San Mateo XIII, 43).

A pesar de las pérfidas maquinaciones del enemigo, quien confía en Dios, tendrá una muy buena cosecha.

Si nos equivocamos nos retractamos. ¡Ven pronto Señor Jesús! ¡Solo Cristo soluciona esto ¡Encuéntrame en tu gracia!

“Señor, si estoy en gracia mantenme en tu gracia; si no estoy en gracia llévame a tu gracia” (Santa Juana de Arco).

Amén.

Dom V post Epiph – Colosenses III, 12-17 – San Mateo XIII, 24-30 – 2024-11-10 – Padre Edgar Díaz