martes, 24 de diciembre de 2024

¡Una Triste Navidad! (o la Tesis Cassiciacum) - Padre Edgar Iván Díaz

Nicholas Poussin - c. 1653 - Nativité

Explica el padre y exégeta Louis Claude Fillon que durante mucho tiempo se ha remarcado la gradación solemne que existe en el primer verso del Prólogo de San Juan: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era en Dios, y Dios era el Verbo” (San Juan I, 1).

A este versículo lo componen tres proposiciones (tres oraciones) relativas a la vida del Verbo, Nuestro Señor Jesucristo, en el seno de su Padre; pero la segunda proposición dice más que la primera, y la tercera más que la segunda. Siempre se elevan una sobre otra en admirable simetría.

“Era el Verbo” (San Juan I, 1). El verbo “era” es “tiempo imperfecto” del verbo “ser”, que indica una acción que perdura en el tiempo. Luego, “era” expresa una eterna permanencia de Nuestro Señor Jesucristo.

Muchas Biblias traducen: “en el principio el Verbo existía…” Cuidado, el original no tiene el verbo “existir”, sino el verbo “ser”. “Existir” rebaja el significado profundo. “Existir” es solo un destello, una parte, del “ser”.

A lo largo de los primeros cuatro versículos de este Prólogo el verbo “era” se repite cinco veces seguidas (cf. San Juan I, 1-4); cuando aparece por sexta vez, “la vida era la luz de los hombres” (San Juan I, 4), aún sigue indicando esa perpetuidad, pero en el tiempo.

“Y el Verbo era en Dios” (San Juan I, 1). En el original griego se antepone a Dios el artículo “el”. Este artículo se omite en la traducción al español por no sonar bien. Se esperaría que San Juan hubiera dicho: “Y el Verbo era cerca de Dios”. Pero intencionadamente el evangelista ha empleado una construcción gramatical especial aquí.

Esta especial construcción, “era en Dios”, denota no sólo la yuxtaposición o la coexistencia en un mismo lugar de las Personas de la Santísima Trinidad, sino, además, una actividad interior, unas fuerzas y disposiciones inefables, en una palabra, unas comunicaciones divinas entre las Personas Divinas que en la Teología llevan los nombres de “procesiones” o de “relaciones”.

Una de esas relaciones, entre el Padre y el Hijo, está así expresada en las Sagradas Escrituras: “El Padre ama al Hijo y le ha entregado pleno poder” (San Juan III, 35).

De esta verdad se sigue, evidentemente, que el Verbo tiene una personalidad distinta de la de Dios Padre. Nuestro Señor Jesucristo es una Persona distinta de la Persona del Padre.

“Y Dios era el Verbo” (San Juan I, 1). Esta tercera proposición añade un nuevo elemento a las otras dos. 

Sin duda, la divinidad del Verbo había sido afirmada implícitamente en las proposiciones anteriores. Sin embargo, San Juan quiso declarar la divinidad del Verbo de forma expresa y explícita.

Se antepone “Dios” para acentuar mejor la idea, aunque “Verbo” sigue siendo el sujeto (y no el predicado) de la proposición.

Esta vez se omite el artículo “el” ante “Dios” para evitar un sentido equívoco serio (anfibología): la oración “el Dios era el Verbo” podría haber significado que sólo el Verbo posee todo el ser divino, que solo Él es la Divinidad (éste fue el error de Sabelio), mientras que no es así, sino que participa de la naturaleza divina con el Padre y el Espíritu Santo. 

Así, en estas pocas palabras se revelan tres grandes verdades: el Verbo (Nuestro Señor Jesucristo) es eterno, el Verbo es una Persona distinta, y el Verbo participa de la esencia divina con el Padre y el Espíritu Santo

¡Qué breve y completo! Se diría que se oye el resonar de un triple oráculo: “Eternidad; Persona; Divinidad”. 

Nuestro Señor Jesucristo es una Persona Eterna, y esta Persona Eterna es Dios.

Al final de los tiempos, negar que Nuestro Señor Jesucristo es Dios es y será el objetivo del Anticristo. Pronto abiertamente y sin reservas oiremos decir que Jesucristo no es Dios y que el Anticristo es dios.

Evidentemente, el Anticristo debe negar que Nuestro Señor Jesucristo es Dios para atribuirse a sí mismo el ser dios. No puede haber dos dioses. 

Éste es su maquiavélico plan: “Yo soy dios”, nos va a decir. Y “a mí deben adorar” (cf. San Mateo XXIV, 15; Daniel IX, 27; en donde se indica que la abominación de la desolación ocupará el lugar santo).

El Anticristo será introducido en el mundo por el falso profeta, el cual forzará a la humanidad a adorar al Anticristo como si fuera dios. El falso profeta estará facultado por Satanás. 

La gente sucumbirá ante el Anticristo en adoración por su poder y su mensaje. El engaño será tan grande que se erigirá un ídolo del Anticristo para adorarlo, inclinarse y rendirle homenaje.

El libro del Apocalipsis describe el espantoso destino que espera a los que adoren la imagen del Anticristo (cf. Apocalipsis XIV, 9-11).

El Anticristo vendrá a imponer sobre nosotros una única religión, en la que él es dios. Esta intención ya se ha estado viendo explícitamente en el mundo desde el Vaticano II. Con su falso ecumenismo, el Vaticano II está llevando a cabo la integración de todas las religiones en una única falsa religión.

A propósito, Bergoglio ha dicho últimamente que “todas las religiones conducen a Dios”, es decir, que todas las religiones tienen un común denominador: “conducir a Dios”.

Y en realidad, la expresión tiene un sentido verdadero, aunque es un engaño: todas las religiones conducen al dios Anticristo. Y esto es verdad. No puede ser de otra manera. La existencia de la diversidad de religiones es para llevar a las gentes, de un modo u otro, al Diablo, no a Dios, como quiere Bergoglio.

Todas las religiones conducen al Anticristo, claro está, menos la verdadera Santa Iglesia Católica, la Única Religión de Nuestro Señor Jesucristo, que conduce al Verdadero Dios, la Santísima Trinidad.

Y el enemigo sabe esto. Por eso, para que la Iglesia Católica también llevara a las gentes al Anticristo, hubo que camuflarla bajo la falsa religión del Vaticano II, hoy con Bergoglio a la cabeza, pero desde Roncalli en 1958, haciéndola pasar por la Iglesia Católica. Esta falsa iglesia católica lleva ciertamente al Anticristo.

Muy lamentablemente hay verdaderos sacerdotes que todavía consideran a la iglesia de la línea Roncalli-Bergoglio como la Iglesia Católica. Pero no es así, la Iglesia Católica está eclipsada por esta falsa religión, nos lo reafirmó la mismísima Santísima Virgen María en la Salette. Roma perderá la fe, y será la sede del Anticristo. ¡Tal cual!

Esta iglesia en Roma no es la Iglesia Católica, sino otra iglesia, otra fe, otros sacramentos. Y un verdadero católico debe absolutamente rechazarlas. Bergoglio es autoridad, ciertamente, y está sentado en un trono, ciertamente, pero no es la autoridad de la Iglesia Católica, ni está sentado en el Trono de la Iglesia Católica.

La realidad de la Iglesia Católica hoy es la “Sede-Vacante”. Podríamos decir, lamentablemente, si es que no tuviéramos en consideración los maravillosos designios de Dios. Necesariamente la Iglesia Católica hoy debe humildemente aceptar su condición de sede-vacante. 

La Sede está vacante, es verdad, no hay Papa todavía, y no lo ha habido por mucho tiempo. La Iglesia no tiene Cabeza Visible, en este momento, pero no está sin Cabeza. Está siendo dirigida por el Mismo Señor Jesucristo, Cabeza Invisible de la Iglesia. ¡Dios lo ha querido, y lo quiere así!

Para el análisis que sigue sobre los errores fundamentales de la Tesis tomamos del trabajo del padre Vili Lehtoranta, “Totalism vs. the Cassiciacum Thesis”. El padre Lehtoranta trabajó por mucho tiempo con el Obispo Dolan, y con el padre Cekada, y de ellos aprendió la falsedad de la Tesis.

Si en algo nos equivocamos, nos encomendamos a la caridad de su corrección.

Buena parte del verdadero clero católico tradicionalista se adhiere o ve con ojos favorables a la Tesis Cassiciacum la cual sostiene un argumento falso. 

Se adhieren a ella por la urgente necesidad de resolver el estado de sede vacancia en la que se encuentra la Iglesia y la ven como una posible solución para elegir un verdadero Papa.

Según el padre Dutertre, un exponente de la Tesis, los modernistas (desde Roncalli hasta Bergoglio), que están fuera de la Iglesia Católica por herejía y apostasía, pueden válidamente elegir Papa, y ser válidamente elegidos Papa, lo que es falso.

La restauración que se quiere obrar en Roma es lograr que estos falsos Papas (hoy Bergoglio), supuestamente válidamente elegidos, se conviertan de su doctrina herética para ser restablecidos como verdadero Papa de la Iglesia Católica.

O, en el caso de no haber conversión, que se elija un nuevo y verdadero Papa a partir de la supuesta autoridad que goza Bergoglio. ¡Qué ilusión! ¿Quién va a convertir a Bergoglio? ¿Qué autoridad tiene Bergoglio?

Nunca un hereje y un apóstata puede elegir válidamente Papa, o ser válidamente elegido Papa, por la sencilla razón que un hereje y un apóstata deja de ser miembro de la Iglesia Católica, si es que alguna vez lo fue. 

Es claro, la línea Roncalli-Bergoglio es reconocida como autoridad por la Tesis, y de ahí la necesidad de llamarlos “Papa Material”, pero la falacia en la que cae la Tesis es que esta línea de ninguna manera puede ser Papa, ni si quiera materialmente, por ser herejes y apóstatas.

Obviamente, la Tesis no acepta la herejía, porque si no, sus adeptos serían ellos mismos herejes. No acepta la herejía de la línea Roncalli-Bergoglio y por esto rechaza en ellos la formalidad de Papa, que es la infalibilidad. 

Pero no es posible separar la doctrina de la autoridad. Si se rechaza la doctrina por ser herética, lo cual está bien, también se debería rechazar la supuesta autoridad que estos falsos Papas tienen. Decir que no a la doctrina, pero sí a la supuesta autoridad es inaceptable, y un error filosófico. 

Resulta ser que la línea Roncalli-Bergoglio es “Papa Material”, con autoridad (supuestamente). Son el receptor y el transmisor de la autoridad de la Santísima Iglesia Católica. Y esto es un gravísimo error. 

La autoridad de un Obispo Católico Verdadero, con válida y lícita ordenación y consagración, y con doctrina y fe católicas, jamás podría venir de algo o alguien que no es católico. ¡Esto es un absurdo!

Y el padre Ricossa, sostenedor de la Tesis, insiste: 

“La Santa Sede está ocupada por Bergoglio (o anteriores)”. Decimos: ¡Esto es falso! Bergoglio (o anteriores) ocupan la sede pero de otra iglesia. 

Y continúa Ricossa: “Y la Santa Sede no puede ser ocupada por otro hasta que la elección de Bergoglio (o anteriores) no haya sido anulada por la Iglesia”. Decimos: ¡Falso también!

Como se puede observar, se busca desesperadamente la manera de hacer que la Iglesia Católica declare nula las elecciones de todos estos herejes, para poder así elegir un nuevo y verdadero Papa. Es la restauración de Roma lo que se busca. ¡Y esto hoy es totalmente inviable!

La Santa Iglesia Católica no necesita anular la elección de Roncalli, u otro, hasta Bergoglio, simplemente porque estas elecciones son de por sí nulas o inexistentes para la Iglesia Católica. Nunca fueron ni serán católicas, sino elecciones de otra iglesia.

Cae la Tesis en la aterradora incongruencia de decir que los Obispos Católicos Verdaderos, con válidas y lícitas órdenes, y fe católica pura, no tienen jurisdicción, mas los falsos Papas herejes y apóstatas, desde Roncalli en adelante, algunos de ellos sin válidas órdenes, o consagraciones, como el caso de Bergoglio, sí tienen la jurisdicción de la Iglesia. ¡Tremenda incoherencia!

En tiempos normales la jurisdicción la da el Papa a un Obispo a través del Nombramiento o Designación Apostólica. Esta forma de conferir autoridad a un Obispo, en el marco del tiempo y del lugar, es una ley humana de la Iglesia.

Pero en tiempos extraordinarios o especiales como el que vivimos, sin Papa, un Obispo Católico Verdadero con válidas y lícitas órdenes y fe católica no está obligado a buscar permiso de alguien que no sea católico, o de una institución modernista, como el Vaticano II, o de un Papa Material-Legal, porque la ley humana caduca ante la ausencia de Papa.

Un Verdadero Obispo simplemente obtiene su jurisdicción o permiso o autoridad de la Cabeza Invisible de la Santa Iglesia Católica que es Nuestro Señor Jesucristo, por causa de la Ley Superior y Divina de la Salvación de las Almas.

En concreto, una ley humana, la de la jurisdicción ordinaria dada por un Papa, caduca por la ausencia de Papa, y por la presencia de una ley superior, la divina, como lo es la Misión de Salvar las Almas.

Luego, un Obispo Católico Verdadero, con válidas y lícitas órdenes y fe católica, sí tiene jurisdicción y continúa la jerarquía apostólica, y constituye hoy la Jerarquía de la Verdadera Iglesia Católica. Es Nuestro Señor mismo quien le da esa legitimidad.  

La Tesis, en cambio, le dice en la cara a los Obispos Católicos Verdaderos que no tienen jurisdicción, y que para tenerla, deben obedecer a la supuesta autoridad del Papa Material Bergoglio. ¡Una blasfemia!

Dice el padre Cekada, “la ley divina de salvar almas siempre perdura, junto con la jurisdicción de Cristo necesaria para cumplirla”.

Por supuesto, la Tesis no va a decir que la consagración o la misión de quienes se adhieren a ella es ilícita. Sin embargo, ésta sería la única lógica conclusión si se acepta la Tesis. 

Se cae en el absurdo de negar su propia autoridad. Es serrucharse los pies a uno mismo.

¡Es lamentable! Quien acepta la Tesis socava el propio lugar donde está parado. Es más, no sabe dónde está parado.

Luego, el engaño del enemigo es patente: decir que la Jerarquía de la Verdadera Iglesia Católica obtiene su autoridad de algo o alguien que está fuera de la Iglesia Católica, como lo es un hereje y un apóstata camuflado bajo el rótulo de “Papa Material”, es negar la divinidad de la Iglesia, es negar que Jesucristo es Dios, es el objetivo del Anticristo.

El Anticristo quiere negar que “en el principio era el Verbo, y el Verbo era en Dios, y Dios era el Verbo” (San Juan I, 1). Va por eso; porque él quiere ser dios. 

Hoy tristemente tenemos que celebrar la Navidad luchando y defendiéndonos del enemigo, que está en casa, muy confortablemente, porque se le permite entrar. Es un Caballo de Troya que nos corroe desde dentro, y viene a robar las ovejas de Cristo.

Hay para los fieles una obligación de vida o muerte, de salvación o no salvación, entender este tema, pidiéndole a sus pastores, para defenderse de los ataques del Anticristo en contra de la fe, para que su fe se mantenga intacta para cuando venga Nuestro Señor Jesucristo. Cuando vuelva, ¿encontraré fe en la tierra?

Si nos equivocamos, nos retractamos.

Es de esta manera que demostramos nuestro amor por el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, y por su Segundo Advenimiento en la Parusía.

¡Ven Señor Jesús, por favor, no tardes más!

Navidad – 2024-12-25 – Padre Edgar Iván Díaz