domingo, 9 de febrero de 2025

La Cizaña y el Trigo - p. Edgar Iván Díaz

La cizaña y el trigo

Dice la Epístola de hoy, revestíos de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de modestia, de paciencia; sufriéndoos los unos a los otros, perdonándoos mutuamente, si alguno tiene culpa de otro: así como el Señor os ha perdonado a vosotros, así también hacedlo vosotros.

Mas sobre todo esto, tened caridad: que es el vínculo de la perfección, porque la verdad es la caridad, que es el vínculo de la perfección. 

Y al decir hoy esto, en medio de todo lo que acontece, es ya tener el triunfo en vuestros corazones, la paz de Cristo, como sigue la Epístola. 

Cualquier cosa que hagáis sea de palabra o de obra hacedlo todo en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, dando gracias a Dios Padre, por medio de Nuestro Señor Jesucristo. 

Y entra aquí también el Evangelio, que mientras dormían vino el enemigo, y sembró cizaña en medio del trigo y se fue.

La cizaña estará hasta los últimos tiempos, como vemos que está pasando. Observemos que el Evangelio dice que en el medio del campo fue sembrada la cizaña.

Este enemigo sabía lo que hacía. Porque es el genio maléfico del mundo, el sembrador de cizaña, trastornador del orden social, y religioso. Provocador maldito de llantos y miserias.

Lo vemos en el Evangelio de hoy. El enemigo, su nombre es Demonio, y peor aún, sus secuaces, quienes tienen un odio implacable que le consume sus entrañas. Odio a Dios, y a su Iglesia, la Israel de Dios, porque Dios es la fuente de todo bien.

Y odio al hombre, porque Dios se hizo Hombre. Y más odio a los suyos, los verdaderos sacerdotes, que en el sacrificio de la Santa Misa se hacen como Jesucristo en la consagración.

Por eso está siempre poniendo cizaña entre ellos, contraponiéndolos a los de Cristo.

Y el Demonio envía también sus discípulos al mundo, para que prediquen, sean sus profetas, sus taumaturgos, y sus locuaces doctores, para seguir sembrando cizaña, como hoy vemos más que nunca en los últimos tiempos. Pero el Demonio sabe que se le acaba el tiempo. 

Igualmente no van a parar. Continúan hoy más que nunca con los espíritus inmundos anti-parusíacos, anti-infabilidad, el espíritu de la Tesis maldita, material pero no formal.

Pero Dios está con los humildes, los que si nos equivocamos sabemos pedir perdón, como enseña Nuestro Señor.

Y los ángeles buenos nos guían por mandato del Espíritu Santo, nos defienden.

Vigilemos y no nos dejemos sorprender, porque vendrán tiempos peores. Mas, como dice la Iglesia:

“Alegraos en el Señor siempre; otra vez lo diré: Alegraos. Sea de todos conocida vuestra sencillez. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna, sino que en todo, vuestras peticiones se den a conocer a Dios mediante la oración y la súplica, acompañadas de acción de gracias. Y entonces la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, cuantas cosas sean conformes a la verdad, cuantas serias, cuantas justas, cuantas puras, cuantas amables, cuantas de buena conversación, si hay virtud alguna, si alguna alabanza, a tales cosas atended. Lo que habéis aprendido y aceptado y oído y visto en mí, practicadlo; y el Dios de la paz será con vosotros” (Filipenses IV, 4-8).

El Señor está cerca, esto es, su segunda venida. No os inquietéis. Proviene la inquietud de un inmoderado deseo de librarse del mal que se padece o de alcanzar el bien que se espera, y con todo, la inquietud o el desasosiego es lo que más empeora el mal y aleja el bien, sucediendo lo que a los pajarillos, que al verse entre redes y lazos, se agitan y baten las alas para salir, con lo cual se enredan cada vez más y quedan presos. 

Por tanto, cuando quieras librarte de algún mal o alcanzar algún bien, ante todas las cosas tranquiliza tu espíritu y sosiega el entendimiento y la voluntad, nos dice San Francisco de Sales. 

La vida del que espera al Señor en la dichosa esperanza (cf. Tito II, 13) excluye, como enseña Jesús, todo apego al mundo como el de la mujer de Lot.

¡Ven Señor Jesús, no tardes!