La fiesta en honor de la Bienaventurada Siempre Virgen María Reina comienza así: “Mi corazón exhala un bello cántico: al Rey dedico mi canción” (Salmo 45, 2) (Introito).
La fiesta en honor de la Bienaventurada Siempre Virgen María Reina comienza así: “Mi corazón exhala un bello cántico: al Rey dedico mi canción” (Salmo 45, 2) (Introito).
En su maravilloso sermón sobre el Cuerpo y la Sangre de Cristo Santo Tomás nos dice: Los inmensos beneficios de la divina largueza concedidos al pueblo cristiano (Católico), le confieren una dignidad inestimable.
Es imposible alcanzar por la razón natural el conocimiento de la Trinidad de las Personas Divinas, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, enseña Santo Tomás de Aquino.
Dios tiene un reloj, el verdadero Israel, y los vaivenes del mundo solo se comprenden a partir de lo que la Divina Providencia ha determinado para la salvación de este pueblo. Hoy, Pentecostés, repasaremos uno de los siete dones del Espíritu Santo, el de Sabiduría.
En el día de la Ascensión de Nuestro Señor a los cielos, los Apóstoles aún esperaban que fuera a reinar a partir de ese momento: “Señor, ¿es éste el tiempo en que restableces el reino para Israel?” (Hechos de los Apóstoles I, 6). Lo están viendo irse y, sin embargo, le preguntan si el reino iba a ser restablecido en ese momento. Aquellos que glorificaron al Señor en el día de su entrada triunfal en Jerusalén el Domingo de Ramos también se cuestionaban si reinaría de inmediato (cf. San Mateo XXI, 1-11; San Marcos XI, 1-11; San Lucas XIX, 28-44; San Juan XII, 12-19).
Comenzamos con la oración colecta de este Domingo V de Pascua: “Oh, Dios, de quien proceden todos los bienes: atiende nuestras súplicas, y haz que, por Ti inspirados pensemos siempre lo que es justo, y por Ti gobernados, lo pongamos por obra”.